vitoria - Txema Blasco, actor de la famosa serie Cuéntame cómo pasó, es ahora uno de los protagonistas de la campaña que ha lanzado el Alavés para fidelizar a sus socios. En el spot, el vitoriano encarna a un aficionado que sufre un ataque al corazón y se recupera gracias a la alavesdrina. Pasión y orgullo son los ingredientes presentes en este anuncio que ha provocado en el público innumerables carcajadas. Blasco desborda carisma y amabilidad por donde pasa, algo que demuestra al narrar a este periódico por primera vez sus vivencias futbolísticas a lo largo de sus 72 años. Con los pies en la tierra a pesar de sus éxitos en la pequeña pantalla y en las tablas de múltiples teatros, este entrañable intérprete expresa con detalle su particular y humilde visión sobre el negocio del fútbol.
¿Cómo le convencieron para participar en esta campaña publicitaria?
-Hace unos días recibí una llamada de un chico del Alavés, me contó la idea y me pareció muy bonita. Me divertí mucho haciéndolo, con mucha ilusión, entre otras cosas porque se trataba de mi equipo. Incluso me ha llamado gente de fuera de Vitoria para felicitarme.
¿Está contento con el resultado?
-Me ha gustado pero como soy muy perfeccionista siempre estoy sacando pegas a mi actuación. Me fijo en los gestos que he hecho para mejorarlos después en otra ocasión.
Se refiere al Deportivo Alavés como “su equipo”. ¿Ha sido muy aficionado a El Glorioso?
-Desde pequeño me ha gustado el deporte. De hecho, me gustaba correr y logré un subcampeonato de Álava en los 100 metros lisos. En cuanto al fútbol, he sido socio durante muchos años del Alavés, pero dejé de serlo porque en la vida se presentan otras prioridades que hacen que dejes de un lado cosas que de joven te gustaban. Aún así, llevo la afición por dentro.
¿Esta pasión por el deporte se la ha transmitido a su familia, a sus hijos?
-Sí, a mis cuatro hijos les he inculcado el deporte desde que estaban en mis brazos. Es más, Óscar, uno de ellos, estuvo a punto de ser fichado por el Real Madrid cuando apenas tenía 17 años, pero una grave lesión truncó aquel sueño y tuvo que dejar el fútbol.
¿Cómo encajó la familia aquel disgusto?
-Este episodio provocó un bajón muy importante no solo en Oscar, si no también en los demás hermanos. Tengo dos hijos más que practicaban fútbol y después de aquello lo dejaron radicalmente; se dedicaron a otros deportes.
Haga un poco de memoria y díganos que equipos o jugadores le quitaban el sueño cuando era un chaval...
-Siempre me gustaron los que jugaban bien. Nunca he sido de ningún equipo en particular. Puede que un año me gustara uno porque era bueno y otro año otro. El Betis, por ejemplo, un año hizo un buena actuación. En el caso de los jugadores, no tenía ningún favorito en especial, pero si tuviera que destacar uno sería el portero Arconada de la Real.
¿Tuvo la oportunidad de ver jugar al recientemente fallecido Alfredo Di Stéfano?
-Cuando él jugaba yo era muy pequeño, la verdad es que no tengo muchos recuerdos. Pero cuando lo he visto por televisión me ha parecido un gran jugador. Aunque reconozca que hacía actuaciones magníficas, no me parece correcto que a ese tipo de jugadores se les alabe o trate casi como dioses, como viene siendo costumbre, ya que son solo personas, iguales a nosotros.
Ahora que menciona esa veneración que se tiene por los jugadores, ¿qué opinión le merece las cantidades, quizá desorbitadas, que cobran?
-Me parece excesivo. Creo que debería haber un reparto equitativo del dinero, que los más grandes se acordaran de los que no ganan tanto. Tendría que haber un tope. Me mosquea que cobren esas cantidades.
Hace poco, se publicó la noticia de que los jugadores del Aurrera de fútbol sala han tenido que poner 800 euros de su bolsillo para poder competir el año que viene. ¿Qué le parece?
-Por un lado muestra la ilusión que tiene cualquier jugador por el fútbol, demuestran que realmente tienen afición por lo que hacen. Pero por otro lado, es triste que tengan que hacer eso viendo el sueldo que reciben otros con quizá la misma ilusión. Si algunos consiguen mucho dinero, una vez que te acomodes y ayudes a tu familia, lo ideal sería que eso que estás ganando lo dones o lo distribuyas.
¿Quién cree que tiene la culpa de que ocurra esto, de que haya tanta diferencia?
-La culpa la tenemos todas las personas que acudimos a los partidos de tal dimensión. Si alguna vez la gente se rebelara y dejara de ir, los grandes clubes se darían cuenta de lo mal que lo hacen.
Pero la gente tiene un gran amor por el fútbol, es un sentimiento muy grande. ¿Cómo se digiere que les afecte a nivel personal?
-Nunca he sido un forofo y me causa asombro cuando veo a gente que sí. El otro día me fijé en los niños brasileños que estaban llorando cuando perdió Brasil ante Alemania (1-7) y pienso que cuando los jugadores se van a sus casas no se acuerdan de ese niño que estaba llorando, ni de su padre... ¡No se acuerdan de nadie!
A propósito de su Alavés, ¿cómo vivía usted aquellos partidos en Mendizorroza?
-Cuando era chaval no faltaba a un partido en Mendi. Vivía los partidos con mucha pasión, de joven iba solo, pero me lo pasaba en grande porque luego me encontraba allí con amigos. Iba a disfrutar del equipo, no iba por ver a ningún jugador en concreto. Acudía a los partidos para divertirme y si no ganaban lo pasaba mal al momento, sin embargo, más adelante se me pasaba.
¿Guarda algún recuerdo especial de aquellas tardes?
-Sí, muchos. Me acuerdo sobre todo de una ocasión que jugaba el Alavés contra el Athletic de Bilbao y estábamos tantos que no cabíamos en las gradas. Había gente incluso dentro del campo, más adelante de donde se pone el juez de línea. Fue increíble, se suspendió el partido.
Tal y como se quiere transmitir en el spot, los aficionados del Alavés tienen pura alavesdrina. ¿Qué es para usted esa alavesdrina?
-Creo que lo que se quiere transmitir con el anuncio es esa pasión, ese chute que te da al ver jugar a tu equipo. Es como la medicina de la felicidad. Antes puede que tuviera más “alavesdrina”. Ahora también la tengo, pero menos.
¿Cómo ha visto el Mundial de Brasil, que hoy acaba?
-Sinceramente no le he prestado demasiado atención. Acaso he visto algunos partidos mientras estaba con el ordenador, pero poco más.
Y al hilo de su profesión, ¿qué opina de aquellos que en un campo se dedican a “hacer teatro”?
-Lo que hacen es trampa. Esa actitud demuestra la poca deportividad que existe; practicar este deporte debiera ser más sano y leal.
¿Antes pasaba lo mismo?
-Pues no como ahora, desde luego. El aumento ha sido importante. Antes el hecho de jugar era más noble, más inocente y ha habido un cambio profundo en ese sentido.
Y del Alavés, ¿qué me dice?
-Ya veremos qué pasa este año. Ojalá vaya todo bien porque a pesar de los sufrimientos que he tenido que pasar por su culpa, le quiero como siempre.