Vitoria - Al Deportivo Alavés se le escurre el tiempo como agua entre los dedos y se ha plantado ya en una situación sin vuelta atrás. La espada amenaza con tal crudeza su cuello que todo lo que no sea una reacción furibunda esta misma tarde ante el Castilla propiciará la muerte, de manera real que no matemática, de un equipo que lleva mucho tiempo haciendo equilibrios sin red alguna que le sostenga y que de tanto golpearse ha quedado ya en un estado catatónico que puede conducir al coma irreversible. Ganar o morir. Es lo único que le queda a El Glorioso. Tres puntos ante el Castilla, otro de esos equipos que andan pululando tristemente por el reverso tenebroso de la clasificación, supondrían árnica y un rayo de esperanza en medio de la actual oscuridad. Un nuevo tropiezo, sumirse de lleno en la profundidad de un pozo sin fondo en el que la supervivencia pasaría a estar únicamente por el cada vez más fino hilo de los fríos números. Y es que si en jornadas precedentes el equipo ya ha excavado a la profundidad suficiente como para meter su propio ataúd, un nuevo tropiezo podría suponer la redacción del epitafio en vida.
De perder, para el Alavés no hay futuro más allá de esta noche. De ganar, el rearme moral tras semanas de sufrimiento podría ejercer de propulsor de cara al tramo final de la temporada. A la aparición de ese rayo de esperanza se aferra un equipo que lleva encadenados demasiados varapalos como para sentirse optimista pero que, de nuevo, esta tarde saltará al césped con la intención de revertir la situación. Y eso que los tres puntos no servirían para mucho más que dejar de ver desde la larga distancia la salvación, que seguiría estando ciertamente complicada. Pero lo que se necesita es un primer paso y ya se han dejado pasar demasiadas oportunidades para darlo y tener al menos un argumento al que aferrarse a la hora de soñar con un milagro. Aunque aún la salvación fuese un objetivo tremendamente complicado, por lo menos se abriría una rendija a esa esperanza que en estos momentos apenas existe. De lo contrario, salvar el fin de curso con cierta honra sería el único objetivo plausible.
Para tratar de regresar a la senda de la victoria, un camino últimamente desconocido para este equipo, todo hace indicar que Alberto López volverá a realizar una profunda renovación en su once inicial. Toda la reestructuración que llevó a cabo en la visita al Tenerife resultó insuficiente para conseguir un resultado positivo -ni siquiera la imagen fue potable- y esta tarde retocará de nuevo su once inicial con múltiples variantes que podrían ir desde la portería a la punta del ataque pasando por la remodelación al completo de la defensa e, incluso, del centro del campo. Con las únicas bajas seguras de los sancionados Rubio y Guzmán -un proceso vírico ha afectado a buena parte del vestuario y habrá que ver en qué condiciones se encuentran algunos jugadores-, casi cualquier cosa se puede esperar esta tarde en Mendizorroza, aunque parece evidente que el preparador irundarra va a apostar por el 4-4-2 que ha sido su seña de identidad en los dos partidos que ha estado al frente del banquillo alavesista.
Crespo podría entrar en la portería para suplir a un nervioso Goitia, la defensa casi al completo podría verse renovada, el regreso de Manu García al once parece seguro, así como la presencia de Viguera en la punta del ataque. Pero ofrecer once nombres y acertar con el posicionamiento de cada uno de ellos sobre el césped es como jugar a la lotería.
Ya sea con unos u otros, lo que se le exige a este Alavés es que gane por lo civil o lo criminal a un Castilla que es un rival directo que llega con cinco bajas importantísimas (Llorente, Mascarrell, Rodríguez, Vázquez y Willian José). Los tres puntos que se ponen en juego son el clavo ardiendo al que ha de agarrarse el conjunto vitoriano para afrontar los ochos partidos finales con opciones reales, y no solo matemáticas, de aspirar a la salvación. Ganar o morir.