CORRÍA el minuto 75 del encuentro del pasado domingo en Mendizorroza entre el Deportivo Alavés y el Tenerife cuando Natxo González llamó desde su zona técnica a uno de los jugadores que estaban calentando en la esquina de polideportivo para llevar a cabo su segundo cambio. En cuanto el aludido corrió hasta el banquillo para despojarse del chándal, un runrún comenzó a correr por la grada. Cuando, instantes después, el cuarto árbitro completó el ritual de mostrar los dorsales y se confirmó que el central Luciano saltaba al césped para ocupar el puesto del mediapunta Juanma, los cuchicheos se transformaron en pitos. Los primeros silbidos que se escuchan en Mendizorroza en mucho tiempo. Una reacción que llama más la atención teniendo en cuenta que no llegaron como consecuencia de un mal resultado ya que, aunque finalmente el duelo acabó en tablas, en ese momento El Glorioso dominaba el marcador 2-1.

Sin embargo, el deporte profesional es uno de los ámbitos que se somete a una crítica más despiadada y la paciencia acostumbra a brillar por su ausencia. Los méritos contraidos en el pasado, por muy brillantes que sean, proporcionan un crédito limitado que suele agotarse al primer tropiezo. Por todo ello y pese a que la situación del conjunto vitoriano puede considerarse relativamente cómoda y dentro de lo exigible a sus posibilidades, conviene tratar de despejar estos interrogantes planteados con música de viento el pasado domingo.

En principio, el primer destinatario de los pitos era el técnico Natxo González, al que se recriminaba el hecho de adoptar una actitud demasiado conservadora con el cambio al retirar a un hombre de ataque para dar entrada a un tercer central. Una decisión que ya se ha repetido en más oportunidades a lo largo del presente curso y que no ha terminado de ofrecer buenos resultados. Porque la solvencia defensiva es uno de los grandes problemas del equipo -ha encajado la friolera de 18 goles en 12 encuentros de Liga y únicamente en una de esas citas ha logrado terminar con la portería imbatida- y también en esta ocasión provocó que el Tenerife lograra empatar en el tiempo de descuento al transformar un penalti que llegó como consecuencia de varios errores encadenados.

Sin embargo, la insistencia del técnico en utilizar este recurso y, sobre todo, en apostar por unos jugadores en detrimento de otros que están teniendo un papel muy residual abre el abanico de las cuestiones pendientes. Y es que algunos de los futbolistas que llegaron al club en julio para marcar diferencias han pasado muy desapercibidos. De hecho, el protagonismo global de los 14 fichajes es sensiblemente inferior al de los integrantes de la plantilla que logró el ascenso.

Es ahí donde el dedo acusador de la grada también comienza a apuntar hacia algunos objetivos claros. Los casos más llamativos (que no los únicos) son, sin duda, Mauro Quiroga, Emilio Sánchez y Juanma. Los tres son apuestas importantes -en lo deportivo y en lo económico-, en el caso de los dos últimos acumulan una notable experiencia (incluso en Primera) y estaban destinados a ser piezas clave del equipo. En cambio, acostumbran a ocupar plaza en el banquillo y cuando han sido utilizados no han destacado por su buen rendimiento. Se plantea por lo tanto la cuestión de si están ofreciendo la medida de sus posibilidades o su aportación en el día a día es inferior a lo que se esperaba de ellos.

la gestión de zubillaga Y es ahí precisamente donde aparece el tercer lado de este particular triángulo: la gestión de la secretaría técnica a la hora de confeccionar la plantilla durante el pasado verano. Porque son varias las sombras que se proyectan sobre la gestión de Javier Zubillaga. Una, la apuesta por jugadores que se han pasado mucho tiempo en blanco como consecuencia de lesiones o por no contar para sus anteriores entrenadores. Un año antes el experimento salió redondo con Borja Viguera y se ha querido repetir la fórmula pero, quizás, con demasiado riesgo. Así, hombres como Quiroga, Ion Vélez, Óscar Serrano o Lázaro están tratando de regresar al fútbol en el Alavés con suerte desigual. Problemas para adquirir la forma tras muchos meses sin ritmo de juego o lesiones musculares como consecuencias indirectas de sus problemas físicos anteriores afectan directamente a su rendimiento. Por no hablar de la excesiva tardanza -en especial en la parcela defensiva- en cerrar los fichajes, lo que, unido a los numerosos contratiempos físicos, sin duda ha provocado un retraso en la adquisición de los automatismos y la conjunción del grupo. Los sospechosos por lo tanto son múltiples y ahora sólo les queda remar a todos en la misma dirección para que la música de viento no vuelva a escucharse en Mendizorroza.