Eliminaciones como la que ayer sufrió el Deportivo Alavés son de las que sirven para sacar todo tipo de lecturas. No es mucho lo que se pierde en el camino con la salida del torneo copero, pero es evidente que siempre gusta ganar. Y más aún cuando se disfrutan de oportunidades sobradas para hacerlo. Y el conjunto albiazul las tuvo, ya que volvió a ofrecer buenas muestras de su crecimiento y también de ese potencial físico que le lleva a doblegar a sus rivales con el paso de los minutos. Pero tan importante como el poder de las piernas, o más, es la capacidad de definición, y al equipo de Natxo González le faltó el instinto asesino incluso en los penaltis que le dejaron fuera de la Copa.

Por el número de asistentes y el ritmo de los primeros minutos, bien podría decirse que el de ayer se trataba de un duelo de pretemporada, pero el correr del cronómetro vino a desmentir esas sensaciones iniciales. Volvió a mostrar el Girona en ese tramo inicial el peligro de su línea de tres mediapuntas y generó cierto peligro perfectamente solventado por una zaga alavesista sólidamente pertrechada y con la ayuda del centro del campo para cerrar todos los espacios. Eso sí, a diferencia del partido con el que se inició el nuevo curso, en esta ocasión el Alavés sí que puso sobre la mesa argumentos sobrados. Si entonces en Montilivi apareció un holograma vestido de albiazul, ayer se pudo ver a un equipo con todas las letras. Y eso a pesar de que la mayoría de los habituales se encontraban en el banquillo.

Tras unos primeros veinte minutos de tanteo en los que el equipo de Natxo González estuvo muy bien pertrechado atrás con las líneas muy juntas, buscó sus opciones ofensivas en desplazamientos en largo a la cabeza Quiroga en busca de las segundas jugadas y a la combinación por la izquierda entre Serrano y Nano. Ahí el balón pasó con posterioridad a dominio vitoriano. Aparecieron dos talentos con el balón en los pies como Emilio Sánchez y Juanma para rasear el esférico y darle criterio al juego, Lázaro y Beobide impusieron su fortaleza en el centro del campo y Rubio se sumó al ataque.

Así el Alavés comenzó a superar la zona de tres cuartos y a buscar los disparos desde casi todas las posiciones. De esta manera se encadenaron tres remates desde la frontal de Jarosik, Serrano y Emilio Sánchez que inquietaron al meta catalán, aunque el cuadro albiazul también sufrió en ese intervalo final de la primera parte con un remate cruzado de Chando. En todo caso, la balanza de las sensaciones comenzaba a decantarse del lado visitante, ya que en apenas dos meses el nivel futbolístico de este equipo se ha incrementado en no pocos puntos.

Ese tono creciente con el que cerró el acto inicial hizo que el Alavés se creciese a la vuelta de vestuarios y con la definitiva aparición de Emilio Sánchez se hizo con el dominio absoluto de balón y ritmo para someter al Girona con un fútbol combinativo al que en no pocas ocasiones solo le falló el acierto en último pase para resultar del todo desequilibrante en el marcador.

Las entradas de Matamala y, sobre todo, Jandro, le dieron un renovado oxígeno a un Girona que se aprovechó de un partido ya descosido y de la presencia del exalavesista para volver a amenazar a Crespo con varias llegadas de enorme peligro. El mediapunta asturiano, que sale de una lesión, comenzó a filtrar balones entre líneas y solo la falta de tino de sus compañeros evitó males mayores para un conjunto vitoriano que ya tenía complicaciones para recuperar posiciones en el repliegue tras el ataque. Fueron minutos de sufrimiento, pero la buena labor de Crespo llevó el duelo de cabeza a la prórroga. Ahí sacó el cuadro vitoriano a relucir su poderío físico para ahogar a un Girona al que se le agotó la gasolina y lo apostó todo a la estrategia o los penaltis. Y a los once metros se fue la eliminatoria, donde la moneda cayó del lado catalán.