Sabía de sobra el Deportivo Alavés el tipo de partido que se iba a encontrar en Santo Domingo y durante toda la semana se había hablado largo y tendido de la necesidad de mantener un elevado grado de concentración y de intensidad. Cuestiones estas dos ajenas a la calidad, al manejo del balón o al acierto puntual en un remate. Cuestiones actitudinales, ni más ni menos. Y en este apartado del juego tan importante, el equipo de Natxo González suspendió. Y con una nota muy baja, además. La sensación fue de no poder, pero en muchas ocasiones llegó a parecer que El Glorioso ni siquiera quiso. Y así se vio aplastado por un rival que le pasó por encima cuándo y cómo quiso, que dejó resuelto el partido en apenas 50 minutos ante unos vitorianos completamente desbordados.
La disposición táctica de Natxo González con tres centrales naufragó por completo ante la movilidad de los atacantes del Alcorcón. Miguel Álvarez optó por no situar una referencia fija en punta y las entradas desde la segunda línea de Prendes, Christian y Pacheco se convirtieron en un quebradero de cabeza constante para una zaga que se vio superada en todo momento y que cuando no sufrió con los balones en largo hubo de sudar tinta para contener a la pareja que en la banda derecha formaban Sales e Iribas. Había reclamado en la previa Natxo concentración e intensidad máximas en un terreno de juego en el que el balón se mueve sin parar y ni de la una ni de la otra hicieron gala sus pupilos. Así, prácticamente en su primera acometida abría el cuadro alfarero el marcador al ganar Prendes la espalda a Ortiz en un centro desde la izquierda que convirtió en gol.
La primera parte fue de un penar constante, ya que el entramado de contención vitoriano no fue capaz en ningún momento de hallar la solución a los problemas interpuestos por un Alcorcón que campó a sus anchas por Santo Domingo. El enorme agujero en la banda izquierda, la falta de entendimiento entre los tres centrales y la incapacidad del doble pivote para imponerse en el centro del campo propiciaron que el equipo local se plantase una y otra vez en zonas de seria amenaza y casi lo mejor fue marcharse al descanso con un resultado no excesivamente abultado, ya que a los madrileños no les faltaron oportunidades -otra de Prendes solo ante Goitia y dos apariciones casi milagrosas de Rubio en el último segundo, por ejemplo- para conseguir ampliar su renta. Por su parte, en el Alavés solo las fugaces apariciones de Emilio Sánchez y Viguera y las llegadas desde atrás de los laterales, que propiciaron un puñado de acciones a balón parado, generaron cierta inquietud.
El mal del gol en contra parecía el mal menor para un Alavés que al menos seguía en el partido con ese resultado, pero el rapapolvo futbolístico que le dio en la primera mitad el Alcorcón no le hizo efecto a un equipo que arrancó el segundo acto tan o más despistado que antes de pasar por los vestuarios. La pasividad absoluta de la zaga albiazul la aprovechó de nuevo en los primeros minutos el, cuadro alfarero, que en una contra absolutamente cómoda y libre de oposición dejó el partido prácticamente encarrilado con un gol de Iribas, un lateral derecho que se sumó al ataque con total tranquilidad sin que nadie pudiese pararle.
Ese segundo tanto fue la anestesia definitiva para un partido que entró en una fase de sopor que ya no abandonaría. Y es que el conjunto albiazul no supo dar en ningún momento con la tecla adecuada para hacer daño a un oponente que replegó filas y esperó bien pertrechado en las cercanías de su área. Toti le dio algo de oxígeno al equipo en el centro del campo, pero ya con Quiroga en el campo los vitorianos se enredaron con el balón en los pies mostrando unos problemas muy graves y fueron incapaces de apostar por otro estilo, mucho más directo, en busca de una posible remontada en la que nunca parecieron creer. Y quizá eso es lo peor de todo, ya que la sensación fue la de un equipo que nunca quiso ni pudo hacer nada para ganar.