Vitoria. Segunda División y cantera no son dos términos que vayan actualmente de la mano, pero el Sporting es el club que rompe esa regla. Desde siempre, la Escuela de Fútbol de Mareo ha sido una de las más prestigiosas a nivel nacional a la hora de formar jóvenes valores y en estos momentos el primer equipo del club gijonés disfruta de una de las mejores generaciones salidas de su fábrica. Y es que los momentos de crisis que atravesó el club le hicieron volver la vista hacia un fútbol base que durante las últimas décadas había sido su mejor baza y que había quedado relegado a un segundo plano en favor de fichajes de dudosa calidad. Esa inversión, obligada en medio de la crisis, ha ofrecido un buen rédito deportivo y también algunas importantes contrapartidas económica con traspasos.
Eso sí, el arduo trabajo en la formación también cuenta con un reverso tenebroso del que pocas veces se habla. Y no es otro que el de la salida de jugadores de proyección hacia clubes más poderosos sin que medie contraprestación económica alguna después de que la entidad de origen se haya gastado sus buenos euros en pulir un diamante al que luego no le puede sacar rendimiento alguno ni dentro ni fuera de los terrenos de juego. Esta situación está a la orden del día en el Sporting, que durante las últimas campañas ha sufrido esta particular fuga de talento con la marcha de varios internacionales en categorías inferiores que han buscado destinos más atractivos que jugar un día en El Molinón. Precisamente con esa intención de volver a hacer del Sporting una referencia para todos los jóvenes, Manolo Sánchez Murias ha asumido esta misma semana el mando en Mareo.
Dejando a un lado estos casos que se seguirán dando mientras la legislación lo permita -los cantos de sirena en forma de euros tienen ahora más valor que los sentimientos-, once de los futbolistas que actualmente se encuentran a las órdenes de José Ramón Sandoval han llegado a la primera plantilla sportinguista después de haber militado como poco en el filial y unos cuantos llevan en el fútbol base del club desde que eran unos críos. Los Canella (internacional sub' 19, sub' 20 y sub' 21), Lora, Luis Hernández, Menéndez, Barrera, Mendy, Cases, Sergio Álvarez, Serrano (internacional sub' 16 y sub' 17), Jara y Guerrero son los últimos productos de Mareo, los herederos de los Luis Enrique, Abelardo, Manjarín, Iván Iglesias o Juanele, la primera hornada de una idea revolucionaria que siempre ha salvaguardado al Sporting y que actualmente tiene en Villa a su mejor exponente.
La escuela de fútbol fue la solución que encontró a mediados de los setenta el por entonces presidente Ángel Viejo Feliú para que su equipo siguiese siendo competitivo. "A mediados de los años setenta, el Sporting no tenía un duro y era imposible competir en los fichajes con otros clubes", explicaba don Ángel, que hubo de hacer virguerías financieras para conseguir los 24 millones de pesetas que costaron unos terrenos de cerca de 112.000 metros cuadrados a las afueras de Gijón donde se asentó el futuro del Sporting allá por 1973.
Pero no solo en la formación de futbolistas ha sido importante Mareo, ya que lo que en un día fue el gran patrimonio del Sporting en el ámbito deportivo también se convirtió en su paraguas económico cuando en el año 2001 vendió al Ayuntamiento de Gijón sus instalaciones y sus marcas a cambio de doce millones de euros y poco tiempo después también vendió a una empresa privada la opción de recompra de unos terrenos que ahora el club trabaja por recuperar si su realidad financiera, todavía muy complicada, se lo permite.
Con su propiedad o sin ella, parece claro que el Sporting seguirá volcando sus esfuerzos en Mareo para buscar el ascenso a Primera y también una tabla de salvación a los problemas económicos que a lo largo de los últimos años han lastrado la estabilidad del club gijonés.