Lezama. El Deportivo Alavés no naufragó en medio de la tormenta. Y eso ya es mucho decir. El equipo que hasta ayer se había mostrado timorato y endeble, incapaz de superar el menor contratiempo, fue capaz de ponerse un chubasquero sobre el que resbalaron todos los problemas con los que se presentó al partido y los que fueron apareciendo en el transcurso del mismo. Tras la decepción sufrida por José Carlos Granero en el partido contra el Sestao, el técnico valenciano pudo ver ayer una versión del Glorioso que se acerca mucho más a su ideal futbolístico. Agresividad, presión y una muestra de carácter no vista hasta ahora fueron las claves de un equipo que, eso sí, para nada está todavía redondo.

Comenzó el Alavés asustando en su primera aproximación y lo hizo gracias a un saque de esquina de Indiano en el que Jon Moya cabeceó alto cuando se encontraba con todo a favor. Esta acción dejó paso a un equipo presionante desde la primera línea. Debido a las bajas, optó Granero por variar su anteriormente habitual 4-4-2 hacia un 4-1-4-1. Las novedades las marcaban las entradas de Quintanilla -en sustitución del lesionado Luis Prieto, quien se encontraba ayer en Lezama y pudo saludar a muchos viejos conocidos- y Salcedo -como recambio de un errático Dani López que fue finalmente el descartado en la convocatoria de dieciséis- en defensa y el regreso de Javi Rubio al once. La presencia del valenciano en el centro formando pareja con Indiano, por detrás en el pivote estaba Lázaro, llevó a Geni a ocupar una posición más escorada a la banda derecha, dejando la punta de ataque para Azkorra.

El punta vizcaíno y Rubio fueron los encargados de ganar metros al campo, intentando dificultar la salida de balón de un Bilbao Athletic que en todo momento quiso rasear el esférico. Pronto se adueñaron los rojiblancos del control del partido, percutiendo con insistencia por las bandas, sobre todo a través de la derecha, donde Ramalho y Eizmendi se combinaron a la perfección. Las intervenciones de Rangel y el acierto de Moya y, sobre todo, Quintanilla en el corte evitaron que los sustos de los cachorros se convirtieran en mordiscos graves.

Así, tras unos minutos de zozobra, el Alavés recompuso su figura cuando se alcazaba la media hora. Empeñado en llegar por la banda derecha, donde Fachan estuvo titánico recorriendo muchos metros, provocó varias jugadas a balón parado en las que generó cierto peligro pero sin llegar a rematar con claridad. Eso sí, cada vez que intentaba crear algo de juego se chocaba el cuadro albiazul con sus propios errores, tomando casi siempre la decisión más inadecuada.

Cuando el colegiado decretó la suspensión, el equipo de Granero ya había conseguido decantar la balanza de su lado y las sensaciones eran cada vez más positivas. Eso sí, de nada sirven ya. Quedan 52 minutos por jugarse en los que todo será muy distinto a lo vivido ayer.