Desde tiempos remotos, el cerro de Estíbaliz ha sido un lugar de encuentro, un enclave privilegiado desde el que otear la Llanada Alavesa, promoviendo el intercambio y la confluencia de gentes y culturas. Ya en el siglo XII hay constancia documental de la celebración de un importante mercado comarcal.
Un aflujo de gentes que tendría su momento álgido el día 1 de mayo, fecha en la que legendariamente se celebraban los Juicios de Dios o Desagravios. En este caso, nos movemos más en el terreno de la fábula o la leyenda, puesto que esta supuesta tradición se pierde en las brumas del tiempo.
La primera versión que nos ha llegado sobre esta tradición nos la lega el cronista Juan Pérez de Lazarraga, que en su obra Gobierno antiguo de Álava, escrita en 1593, alude a un documento concedido por el rey navarro Sancho el Mayor en el año 962 a todos los alaveses según el cual podían resolver sus conflictos una vez al año en Estíbaliz. En este documento, lo que se nos aporta son una serie de normas estrictas que regulaban los famosos desafíos o luchas por el honor entre caballeros, es decir, los duelos. En vez de poder pelear bajo cualquier circunstancia y con el ardor del agravio todavía reciente, lo que se proponía era que estos enfrentamientos tuvieran lugar en un día concreto del año, el 1 de mayo, en un lugar determinado, el otero o cerro de Estíbaliz, y con unas armas precisas que no podían ser las más habituales utilizadas por los caballeros medievales alaveses.
Hoy en día nos puede parecer una costumbre violenta el hecho de pautar un día para que los caballeros con rencillas entre sí pudieran resolver sus diferencias a guantazos en Estíbaliz, pero realmente, viendo cómo eran normalmente los duelos medievales, la regulación de los Desagravios suponía un avance en cuanto a humanidad y pacifismo.
¿Historia o leyenda? Como la primera vez que encontramos la noticia escrita de esta tradición es en un libro del siglo XVI, esto nos sitúa aproximadamente seiscientos años después de que supuestamente se fundase la tradición de los Desagravios. Es demasiado tiempo para darle fiabilidad a este testimonio. Además, para colmo de males, el libro de Pérez de Lazarraga está en la actualidad desaparecido, por lo que ni siquiera podemos consultar su texto original.
Afortunadamente, hemos conservado el fragmento que habla de los Desagravios gracias a que el historiador del siglo XVIII Joaquín José de Landázuri nos lo transcribió en una de sus obras, aunque lo hizo para poner en duda su veracidad. Y es que este texto tiene algunos problemas que hacen pensar en una falsificación. En primer lugar, si se trata de una transcripción, el documento está escrito en castellano, cuando debería estar escrito en latín; la fecha que aporta, que se refiere a la era 1000, si lo tradujésemos al cómputo de años actual, nos daría la fecha del año 962, y resulta que en ese año no reinaba Sancho III el Mayor, el rey navarro que supuestamente había concedido el privilegio de los Desagravios a los alaveses; y luego también aparecen obispos, familiares del rey Sancho y otros personajes que no vivieron en esos años. Por si fuera poco, en el texto del documento que recoge Lazarraga, se llega a citar a la Cofradía de Arriaga, lo cual es absolutamente imposible.
Sin embargo, y a pesar de que estos desafíos en Estíbaliz sean más que dudosos, desde el siglo XVIII la tradición de los Desagravios de Estíbaliz ha dejado una profunda huella en el imaginario popular alavés. Han sido varias las recreaciones literarias que se han realizado sobre ellos, especialmente durante el siglo XIX, pasando por el tamiz del Romanticismo.