Un oficio condenado a desaparecer
Jago Txintxurreta Beita es de los pocos herradores que quedan en Álava que siguen ejerciendo con pasión y cariño este ancestral oficio
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Y no debería de ser así. Sin embargo, el de herrador de caballos es uno de esos oficios artesanales y de antaño (sus orígenes se pierden en el tiempo) que poco a poco van perdiendo las pocas manos mágicas que todavía hoy desafían la lluvia, la nieve, el frío o el calor intenso para cuidar con mimo a estos animales.
Manos que cada vez denotan el paso del tiempo en sus arrugas (la media de muchos de estos profesionales está en los 50 años) y donde vemos pocas que no estén todavía curtidas por los años; una de ellas son las de Jago Txintxurreta Beitia, un joven que tomó las riendas de este negocio que le lleva a recorrer distintos pueblos del entorno rural no solo de Euskadi sino de zonas limítrofes. Horas de trabajo que desempeña con pasión, hemos sido testigo de ello.
Jago y los caballos
Su proyecto de emprendimiento casi surgió de un día para otro y sigue la estela de la conexión tan especial que desde que era niño tiene nuestro protagonista con los caballos.
A una edad tan temprana lo de ser herrador de caballos no es algo que estuviese, como es lógico, en su mente; pero sí que el destino quiso que entrara en el mundo de este bello animal aprendiendo a montar (de la mano de los profesionales de Caballerizas Bikuña que ahora son parte de su familia y con los que trabaja, entre otros clientes) hasta convertirse en todo un campeón de la disciplina de raid.
En esta modalidad ecuestre se pone a prueba la velocidad, habilidad y la resistencia física y psicológica de caballo y jinete, ya que ambos deben recorrer grandes distancias en un día, a través de los más diversos terrenos y contra el tiempo.
La conexión por tanto entre los dos debe ser tan especial como la que Jago siente por uno de los caballos más importantes de su vida personal y deportiva, Mississippi, con el que empezó a competir.
De la física a cambiar herraduras
Mientras iba creciendo, Jago seguía montando a caballo, dando clases… pero la vida quiso que estudiara la carrera de Físicas (otra de sus pasiones) y se dedicara a la investigación tras su paso por la Universidad.
Las cosas del destino, ese contacto con el mundo del caballo que sobre todo florecía en sus momentos libres pasó a un primer plano cuando en un momento dado de su carrera tomó la decisión de dejar de lado esa carrera profesional bien distinta y apostar con convicción por un animal que tanto le había dado... y no solo en forma de premios y logros deportivos.
Su mente entonces se dirigió a convertirse en herrador y en ser uno de los pocos que a día de hoy quedan desempeñando este oficio ancestral en Euskadi.
Para lograrlo, hizo un curso en Madrid y aprendió todos los secretos de este noble arte que más tarde fue perfeccionando con profesionales que le fueron enseñando cómo convertirse en un buen herrador. Las circunstancias quisieron que uno de ellos se jubilase. Es de imaginar que Jago cogió el testigo del negocio cuando llevaba apenas un año como herrador.
Entonces, esto le produjo cierto vértigo, pero solo hay que ver cómo trata al animal y la conexión que siente con él para estar seguros de que hizo lo correcto. Así lo creemos y así también lo cree Fundación Gaztenpresa de LABORAL KUTXA, que estuvo a su lado en estos comienzos como uno de los pocos herradores que todavía quedan en Euskadi y que enorgullecen este artesanal oficio.
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