Las enfermedades alérgicas son una patología en alza. Ya en 2018, la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica hablaba de que la mitad de la población será alérgica a algo en 2050.

Alergias a pólenes, ácaros del polvo, animales, alimentos y productos cosméticos son de las más comunes. Hay expertos que defienden que influyen en este aumento factores como la contaminación y el exceso de higiene.

De hecho, la contaminación atmosférica puede aumentar en un 30% la sintomatología de asma en pacientes alérgicos a gramíneas, según concluye un estudio de la Sociedad de Alergología e Inmunología Clínica tras estudiar a personas alérgicas que residen en dos entornos urbanos de características bien diferentes: Madrid y Ciudad Real.

Estructura alterada

Argumenta que “la emisión de partículas contaminantes procedentes de las calefacciones y de los motores diésel altera la estructura del polen, haciendo que éste genere proteínas de estrés como mecanismo de defensa y aumente su capacidad de inducir una respuesta alérgica en personas susceptibles.

Estas proteínas de estrés incrementan la agresividad del polen en las ciudades y, por este motivo, en las urbes se producen más casos de alergia, "a pesar de que la concentración de pólenes sea menor que en el campo”, reza el estudio.

El análisis demostró, asimismo, que la sintomatología clínica de los pacientes de la capital resultó un 30% superior y que la contaminación asociada al tráfico de vehículos (dióxido de nitrógeno) triplicó sus valores.

Las enfermedades alérgicas de las vías respiratorias son las enfermedades crónicas más comunes en el ser humano. El asma, por ejemplo, afecta a más de 350 millones de personas en todo el mundo y la rinitis alérgica, a entre el 10% y el 50% de la población, dependiendo de la ubicación geográfica.