Ha llegado el momento de bajar la persiana. Aunque ha costado tomar la decisión, la Mercería Mari Pepa dirá adiós al barrio de Aranbizkarra el próximo mes de diciembre tras 58 años al pie del cañón.

Vecinos y clientes fieles de toda la vida tendrán que ir despidiéndose de Ana, al frente del negocio desde que su madre Mari Pepa se jubiló, y quien estuvo detrás del mostrador a diario desde el año 1964 de uno de los negocios más icónicos y con más historia de la capital alavesa.

"Sólo tengo palabras de agradecimiento a este barrio, a toda la gente que nos ha apoyado como comercio y a nivel personal cuando hemos pasado algún bache familiar. Hemos estado muy a gusto, y sólo puedo decir gracias", reconoce la hija de Mari Pepa muy agradecida.

Ana ha decidido que se jubila, con lo que comienza para ella una nueva etapa en su vida con más tiempo para su familia (su marido también ya está jubilado), para viajar y, sobre todo, para retomar su formación.

"¿Qué voy a hacer a partir de ahora? Lo que más me gustaría es ponerme al día con las nuevas tecnologías, que no tenga que depender de nadie para las gestiones online, además de estudiar y participar en otro tipo de cursos que me aporten conocimiento, todo lo que no he podido hacer estos años en la tienda".

Su madre María Josefa Fernández de Gamarra, más conocida en todo el barrio como Mari Pepa, falleció el pasado mes de enero a los 91 años. Una noticia que pilló a muchos vecinos por sorpresa al ver la mercería cerrada y la esquela puesta en el escaparate. Clientes de toda la vida la recordaban con nostalgia y destacaban sobre todo el trato personal que recibían cada vez que llegaban a la tienda.Pionera y emprendedora en la década de los 60

Mari Pepa abrió la mercería en el año 1964, animada por unas cuñadas de Oñate que tenían un negocio propio. "Mi padre falleció a los cinco años haber puesto en marcha la tienda, y mi madre se quedó viuda muy joven y con cuatro hijos, así que siempre ha dicho que fue una de las mejores decisiones que tomó en su vida, abrir la tienda", recuerda Ana.

Ana ha estado vinculada a la mercería desde el principio. "Mi madre la puso en marcha cuando yo tenía seis años. Después del colegio, estudié en Samaniego, venía aquí todos los días", recuerda con cariño. Siempre había ayudado en la tienda, incluso había trabajado en otro sector como comercial pero sin desvincularse de la mercería, donde ayudaba a su madre sobre todo viernes, sábados y Navidades. "Una frase que siempre me decía mi madre y que no he olvidado nunca es que en la tienda había trabajo para dos pero sueldo para una".

Clientela fiel y de toda la vida

Una vez que Mari Pepa se jubila, Ana lo tiene claro, toma el relevo y se pone al frente del negocio, ubicado la calle semipeatonal Senda de los Canónigos de Aranbizkarra, desde donde ha visto todos los cambios que ha vivido el barrio.

Un pequeño comercio que desde la década de los 60 ha atendido durante años a cientos de clientes, pasando incluso por aquí hasta tres generaciones en busca de artículos de lo más variado, desde ropa interior, medias, calcetines y pijamas, hasta botones, hilos, ropa de bebé, camisetas y bañadores.

Esta mercería tradicional se ha convertido en todo un referente cuando llegan fechas señaladas como cumpleaños, Navidades y Reyes. Y es que muchos vecinos del barrio llegan hasta Mari Pepa en búsqueda de un regalo para dejar en el árbol de Navidad.

¿El secreto?

Ana pone el foco en cuáles han sido las claves para mantenerse durante todos estos años con una clientela tan fiel y frente a los competidores, como son las ventas online y los centros comerciales.

"Conocemos a los clientes de toda la vida, sabemos qué buscan, se dejan aconsejar. Cuando entran en la tienda se sienten cómodos, con confianza. Muchas veces es gente mayor que se lleva una prenda para probársela en casa, y si hay algún problema me la vuelve a traer, les facilitamos las cosas". Sin olvidar la calidad de los artículos que vende y los precios de la mercería, siempre ajustados para mantener la fidelidad.

"Nunca hemos cerrado un mes entero, ni 15 días seguidos, por respeto al cliente; ha sido un negocio sacrificado en cuanto a horarios pero muy gratificante", asegura Ana. Explica que antes trabajaban de lunes a sábado, pero después de haber superado ella un cáncer, redujo el horario de lunes a viernes, lo que supuso todo un cambio el hecho de poder tener libre el fin de semana completo.El cierre, previsto para finales de año

Sin relevo generacional para continuar con la tienda (su hija sigue estudiando y trabaja en otro sector), Ana prevé el cierre para diciembre. "Hemos empezado a dar salida a mucho género que hay en la tienda, pero habrá artículos que tengo aquí desde hace años que no llegarán a venderse; por ejemplo, tenemos una inversión importante en botones e hilos". Ana ya tiene el pedido hecho para la temporada primavera-verano de este año.

El pequeño comercio de los barrios de Vitoria, que se ve obligado a competir con las grandes superficies y las ventas online, ha tenido que hacer frente a otro importante reto, como ha sido el confinamiento por la pandemia.

Por lo que las pequeñas tiendas necesitan del apoyo incondicional de los vecinos del barrio, que creen en ellos y potencian sus negocios comprando al lado de casa.