La pandemia ha obligado, no solo a mantenernos alejados de quienes tenemos cerca para protegerlos, sino a muchas familias de acogida también a tener que pasar dos años enteros distanciadas de los pequeños que llenan de vida y risas el territorio alavés con su llegada.

Es el caso de asociaciones como Bikarte, Chernobil Elkartea o Afanis, que han tenido que reinventarse para poder seguir ayudando a estos niños y a sus familias, aunque sea desde la distancia más absoluta. Imágenes icónicas como las de los besos y abrazos a la llegada y a la partida quedan ya en el recuerdo, un recuerdo que produce nostalgia, por ejemplo, a la presidenta de Bikarte -asociación que colabora con niños y niñas de Bielorrusia-, Amaia Aretxaga, que reconoce que han tenido que buscar otras fórmulas para estar cerca.

“Alternativamente hemos hecho ayuda humanitaria allí”, señala, en conversación con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. Y es que, dado que no han podido hacer las acogidas, han mandado a las escuelas mascarillas, geles y termómetros digitales, y a las casas de los niños comida.

Ahora en verano, además, teniendo en cuenta que no pueden venir, han organizado en Bielorrusia -en territorio no radiado- un campamento para que vayan los niños con médicos, enfermeras, seis comidas al día. Allí pasarán veinte días. El objetivo es “dar a estos niños un respiro. Si no puede ser aquí, por lo menos en algún otro sitio donde estuvieran bien atendidos, y sobre todo en zona no radiada”, explica con detalle Aretxaga.

Algo similar ocurre con Chernobil Elkartea. Una de las voluntarias, Marian Izagirre, explica que hasta que todo vuelva a la normalidad, siguen con el proyecto que reemprendieron con la llegada de la pandemia; para las familias interesadas, un envío de productos de primera necesidad -alimentos, higiene- directamente desde un supermercado de allí. Esto lo hacen cada semana, y cuando se retome el programa de acogida igual pasan a hacerlo una vez al mes o cada quince días. Además, están haciendo envíos de ropa, material escolar, calzado. “Ellos, además de venir y pasar cuarenta días fuera de la zona contaminada, se llevaban una maleta con cosas. Eso también les falta con la pandemia. No sé cuánto habremos mandado, pero igual más de mil kilogramos de ropa, calzado”, entre otros.

Asimismo, miran con esperanza a las Navidades. Cuentan con que, para esas fechas, puedan venir los niños, porque el tema de la vacunación va avanzando y las fronteras se están abriendo. En Ucrania, con el tema de la vacunación, confiesa que va “bastante más atrasado” que aquí. “Por un lado, porque han empezado más tarde, y por otro porque la población está muy reacia a vacunarse”, señala.

En el caso de Bikarte, también tienen la mirada puesta en la campaña de invierno. “Tengo la esperanza de que puedan venir. Estamos un poco en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores y también con los departamentos de ayuda humanitaria de Bielorrusia, y estamos a la espera de que se puedan reabrir estos programas”, asegura, con la esperanza de que, según vaya avanzando la vacunación y la pandemia esté mejorando, puedan retomar la ansiada rutina.

En las aldeas de Bielorrusia, confiesa Aretxaga que, “por suerte”, el coronavirus no parece haber llegado mucho, según les trasladan desde allí. Con ellos, al fin y al cabo, contactan por teléfono. “Con algunos no es fácil, pero normalmente por el teléfono de casa o de la madre. No con todos se puede mantener el contacto, es cierto, pero con la mayoría sí”. De esta forma, pueden conocer de primera mano cómo se están desarrollando los acontecimientos allí, porque les preocupa la radiación y el tiempo que están pasando sin poder venir.

“Van a ser dos años sin venir y eso es mucho tiempo para ellos”, explica, no solo a nivel psicológico, sino por la mencionada radiación. “Realmente estos niños vienen por una razón principal, que es la salud, porque viven en una zona radiada y están muy expuestos a desarrollar un cáncer el día de mañana. Por eso, dos años sin venir son dos años en los que les estás quitando salud”, concluye la presidenta de Bikarte.

También los pequeños de Chernobil Elkartea vienen por una cuestión sanitaria, porque estos programas suelen servir para que pasen unos días lejos de la radiación. “No conseguimos que salgan los cuarenta días que tienen que salir para que se vayan limpiando de radiación, y además la situación está complicada por el tema de la pandemia y tienen falta de alimentos, etc. No solo por la radiación, sino que económicamente también lo están pasando muy mal”, afirma la voluntaria de Chernobil Elkartea.

Otra asociación que ha tenido que renunciar a su programa de acogida ha sido Afanis. Es la encargada de gestionar el programa Vacaciones en Paz en Araba, por el que niños saharauis residentes en los campamentos de refugiados pueden pasar dos meses en verano con familias alavesas, y también se han visto obligados a suspender la campaña de este verano 2021.

Una de las madres de acogida, Irune Lujambio, asegura, en conversación con DNA, que “al haberlo tenido que cancelar otra vez estamos súper frustrados, pero entendemos la situación. Es una decisión que, con mucha rapidez, se ha tomado por parte del Frente Polisario; han sido muy previsores, pero igualmente da pena”, incide con pena Lujambio

Al fin y al cabo, recuerda que la situación en los campamentos es “dura, y con una pandemia y sin poder venir los pequeños”. Al fin y al cabo, cuando vienen también se les hacen revisiones médicas. “No es solo el disfrutar de unos helados, o unas piscinas, sino todo lo que hay detrás”, evoca.

En todo este tiempo, sin embargo, no han perdido el contacto, como ocurre con Bikarte y Chernobil Elkartea, que se comunican con los pequeños y sus familias por teléfono. En el caso de Afanis, la niña que viene a casa de Lujambio vive en Esmara, y afirma que allí la cobertura es “terrible” y hacen pocas videollamadas, pero también se comunican por WhatsApp.

Preguntada por la situación que se está dando con el coronavirus en los campamentos, esta voluntaria afirma que no tienen mucha información. “Sabemos poco, pero es cierto que ahora se ha hecho público un email que mandó el otro día el Frente Polisario y unas colonias que se iban a montar en los campamentos se han anulado”. Porque el coronavirus también está llegando hasta allí.

Al fin y al cabo, al estar Argelia cerrado, reconoce que desde aquí también están limitados a la hora de actuar. Por eso, como asociación, con un dinero que les dieron la Diputación de Álava y el Ayuntamiento de Vitoria están haciendo compras personales a las familias a través de Internet. “Hay una página web, que se llama Butigon, y en la app móvil le puedo hacer a mi familia una compra. Les puedo incluso dar productos frescos”, reseña. Eso lo hicieron para los cincuenta niños que tenían el año pasado, y para diciembre tienen previsto bajar con una caravana de vehículos que les han donado y que se quedarán allí, llenos de toda la ayuda humanitaria que puedan. “Pero es que está el país cerrado”, remarcan.

Sea como fuera, las tres asociaciones calientan motores ya, con fuertes esperanzas, para retomar la rutina previa a la irrupción del coronavirus y poder abrazar a los niños a los que acogen lo antes posible.

20

Desde la asociación Chernobil informaron el año pasado que normalmente el territorio alavés tiene alrededor de 20-25 familias que acogen anualmente a niños y niñas venidos de Ucrania para alejarse por unos días de la radiación. Para participar en el programa, que espera poder retomarse en navidades, basta con llamar al teléfono 670 419 078.

25

Los alrededor de 25 niños que cada año vienen de Bielorrusia a Araba en el programa de acogida de Bikarte son otros que se han tenido que quedar en casa por segundo año consecutivo. En su caso, miran a las navidades también con esperanza. Para colaborar, se puede contactar a través de su web.

50

En Afanis ya miran al año que viene para retomar el programa Vacaciones en Paz, con 50 familias. Para acoger, se puede llamar al teléfono 665 711 947, o escribir a afanisalava@gmail.com.