Vitoria - El arranque del curso escolar ha supuesto un desafío para profesorado, madres y padres y menores, que ante el riesgo de que el coronavirus se propague en las escuelas han debido adoptar severos protocolos de higiene y han tenido que cambiar sus hábitos cotidianos tanto en casa, como de camino a la escuela, como en los propios centros. La historia de Mónica Andrea Yepes, que lleva a su hijo pequeño, Einar, al colegio San Martín de Vitoria, es una de las miles que cada día se reproducen en Álava, y comienza la noche antes de ir al colegio.
Einar, de siete años, y su hermano mayor, Miguel Ángel, de catorce, se acuestan antes de lo habitual porque por la mañana también han de madrugar más. La entrada al colegio se ha adelantado diez minutos para el alumnado de 1º, 2º y 3º de Primaria, y además hay que cumplir con el ritual que ha impuesto el covid-19.
"Les doy el desayuno, los ducho y les tomo la temperatura en casa, porque es lo que nos han dicho en el colegio que es lo mejor para poder controlarlos", explica Mónica. Una vez que Einar carga con su mochila, en la que este año ha de llevar todos los días su botella de agua, su mascarilla de repuesto, y un estuche con pinturas, lápiz y gomas de borrar, que ya no se comparten como se hacía antes de que llegara el coronavirus, Mónica y su hijo se suben al coche.
Aparcar con tiempo Son, aproximadamente, las 8.20 horas de la mañana, y hay margen para llegar a San Martín, aparcar con tiempo y entrar al patio, un solo adulto por cada niño por debajo de 3º de Primaria, ninguno en el caso de los más mayores, "para evitar aglomeraciones", explica Mónica, quien asegura que "de momento está funcionando bastante bien" el protocolo implantado por el colegio. A los niños y niñas se les coloca en dos filas, se les toma la temperatura y, con la imprescindible mascarilla bien colocada, entran al cole.
"Las madres que estamos en el grupo de Whatsapp propusimos que cada día lleven un mascarilla diferente para que el profesor vea que no repiten", señala Mónica. La idea surgió a partir de iniciativas que se han puesto en marcha en otras comunidades, como por ejemplo la de llevar un color de mascarilla diferente para cada día de la semana.
Dentro del colegio se continúa con las medidas de seguridad. Aunque las familias no pueden acceder al centro, la profesora de Einar les explicó a Mónica y al resto de familias que hay indicaciones en el suelo para seguir recorridos preestablecidos, que los menores tienen baños asignados para usar siempre el mismo, y que el colegio va a habilitar dos aulas para abrir el comedor escolar "cumpliendo con todos los protocolos".
Cuatro horas más tarde, a las 12.50, Einar sale del cole y, nada más llegar a casa, va derecho al baño, se ducha y se cambia de ropa. "Les lavo la mascarilla y si son quirúrgicas les doy una nueva", explica Mónica, quien afirma que sus hijos se van adaptando a este extraño inicio del curso escolar, aunque "les ha costado un poco concienciarse".
Alerta constante La madre de Miguel Ángel y Einar asegura que desde que la pandemia llegó a Euskadi, hace ya medio año, en su casa han enseñado a sus hijos a "utilizar la mascarilla y llevar el alcohol pequeñito en el bolsillo". Sin embargo, cuando acabó el confinamiento y pudieron salir de nuevo a la calle, se encontraron, como tantas familias, con que mantener en alerta constante a un niño no es sencillo.
"Fuimos tres padres al colegio a recoger todo el material, Einar se encontró con sus amiguitos y después de un rato ya se bajaba la mascarilla; había que estar encima de él", rememora Mónica. "Me decía, es que son mis amigos, y yo le trataba de convencer de que se tiene que proteger igual. Ha costado un tiempo trabajar la responsabilidad, a veces dice que le fastidia o que quiere quitársela y respirar un poco, y hay que estar muy encima de ellos", insiste.
Por ello, ahora que ha empezado el curso escolar, Mónica confía en que los profesores estén vigilantes y en que los niños no se quiten la mascarilla, la intercambien o la cojan con las manos sucias. Al menos, afirma, "el niño intenta hacerlo lo mejor posible", y además está feliz, como tantos otros menores alaveses, por haber podido reencontrarse con sus amigos tras tanto tiempo separados. "Tiene muchísimas ganas, en nuestra vida cotidiana todo esto nos ha afectado, este verano no ha sido muy normal, no hemos salido, estamos solo con mis padres, que son personas de riesgo", afirma Mónica.
Sin extraescolares Eso sí, la vuelta a cole no va a traer consigo una vida del todo normalizada para Einar y su hermano. Mónica ha decidido que este año no habrá actividades extraescolares, sobre todo "para proteger a los abuelos", a pesar de que Miguel Ángel es portero en el San Martín y de que a Einar había entrado en el Alavés. "Es una pena, pero tiene que ser así", asegura la madre, a la que también le ha cambiado su vida cotidiana en esta nueva normalidad. "Yo tenía dos trabajos pero ahora no lo hago como antes porque prefiero encargarme yo de los niños y no poner en riesgo a mis padres", insiste Mónica, quien, como tantos otros padres y madres, ve "el tema de la conciliación más difícil cada día".