os despertadores volvieron a sonar de buena mañana como preludio de una fecha esperada por muchos alumnos. Ayer era el día elegido para regresar a clase después de seis meses de parón presencial en las aulas debido a las imposiciones ligadas al coronavirus. Familias y estudiantes se reencontraron en la puerta de los colegios.
Agurain: Ilusión e incertidumbre
Después de seis meses sin pisar las clases, los niños aguraindarras regresaron a las aulas en un nuevo curso escolar marcado por la incertidumbre. Más de medio millar de alumnos de Infantil y Primaria comienzan esta semana un año académico que se inicia de manera escalonada y con importantes cambios y novedades respecto a otros años. Las medidas para evitar el contagio por coronavirus se resumen principalmente en la creación de grupos estables de convivencia, el uso obligatorio de la mascarilla desde los seis años o las entradas y salidas al centro escalonadas, entre otras.
Muchos estudiantes llevan seis meses sin ver a sus amigos, desde aquel lejano ya mes de marzo. Ayer volvieron a juntarse. En Agurain los primeros en hacerlo fueron los alumnos de la ikastola Lope de Larrea. En torno a las 9.30 horas las tranquilas calles del complejo escolar vieron cómo regresaba el ruido de mochilas arrastrando, las sonrisas de los más txikis y los juegos.
Apostado junto a la valla Eduardo Urteaga esperaba junto a sus tres vástagos -Naroa (8 años), Julene (6 años) y Endika (4 años)- la apertura de las puertas de Lautada Ikastola. Reconocía que acudía "con cierta incertidumbre", mientras que los pequeños lo hacían con "ilusión y nervios". "Llevan mucho tiempo sin venir y ya tenemos ganas", apuntaba el padre que se mostraba "contento con la información aportada por el centro y las medidas que se van a tomar". Entre éstas, entradas diferenciadas para los alumnos, así como horarios escalonados en la entrada. "Apenas se llevan tres minutos entre cada uno, así que puedo traer todos a la vez", apuntaba.
A escasos metros Nora Reyes, acudía con su nieta Nora, de 7 años, a Lope de Larrea. "La niña está un poco nerviosa, ha dormido poco esta noche, pero tiene muchas ganas". Reconoce que acude al centro "con cierta preocupación por la situación, pero hay que enfrentarse a ella. Es imposible que los niños estén sin aprender por culpa del coronavirus". Según explica "la vuelta es necesaria porque hemos tenido momentos de nervios en casa, ha sido un poco caótico".
A Ohian, de 7 años, le acompañaba su ama, Garbiñe, hasta la puerta de Lope de Larrea donde percibía que "los niños tienen nervios". Fátima, acompañada de Mamia (11 años), Salka (5 años) y Tara (8 años), compartía sensaciones con otros padres. "Tenemos incertidumbre ante lo que va a pasar. No sabemos cómo va a ir esto", señalaba al tiempo que reconocía que "en mi caso va a ser un poco lioso porque los niños son de diferentes edades y los horarios de entrada van a ser diferentes".
Con la apertura de puertas, los profesores se encargaron de guiar a los niños a sus respectivas clases por las diferentes entradas habilitadas para el tránsito. Se formaron largas colas para mantener las distancias de seguridad.
Cuarenta minutos más tarde comenzó a entrar el alumnado de Lautada Ikastola, quien esperó pacientemente y guardando la distancia de seguridad en las inmediaciones del centro escolar. Keinel, de 6 años, jugueteaba junto a su madre con la mascarilla puesta, obligatoria para los alumnos de esa edad. Se mostraba "asustada" por el inicio de curso. Se preguntaba "¿si un niño se contagia en clase quién se va a hacer responsable?", aunque reconocía que desde el centro "nos han mandado un email muy detallado sobre los protocolos de actuación". La misma sensación de preocupación tiene Rejani Araujo, encargada de llevar a Arraitz, de 12 años, y a Xabier, de 10 años, hasta esta ikastola "porque vivimos en un pueblo y no tenemos transporte escolar y mejor tal y como está la situación". Reconocía que "el niño está más preocupado porque nos enfrentamos a un enemigo invisible".
Nerea, de 9 años, y Ane, de 5 años, esperaban frente a la puerta de entrada de Lautada Ikastola junto a su aita, quien comenzaba ayer las vacaciones y podrá encargarse el primer mes de llevar a las pequeñas al centro. "Luego a ver cómo nos apañamos porque su madre trabaja de mañana y yo de tarde". Esta joven pareja aguraindarra no podrá contar con la ayuda de los abuelos para el cuidado de las txikis, por pertenecer al colectivo de riesgo. Las pequeñas entrarán al aula con diez minutos de diferencia, tal y como lo establece el protocolo del centro. "Ha sido difícil conciliar la vida laboral y el cuidado de las niñas durante el confinamiento", señala.
Nuria se mostraba "expectante" ante el inicio de curso sobre todo "qué va a pasar cuando se junten los niños, aunque con muchas ganas de que la educación sea presencial", mientras que Aritz, su hijo, reconocía que acudía con "pereza, pero con muchas ganas de ver a sus amigos".
Oion: Regreso a la normalidad
Oion, al igual que las demás localidades de Rioja Alavesa con centros escolares, aparecía ayer con la ya inusual imagen de chiquillos y padres yendo camino de la escuela, tras seis meses de parón a causa de la pandemia y las vacaciones de verano. La calle Fueros y adyacentes, que es donde se encuentran el colegio público Ramiro de Maeztu, así como la ikastola San Bizente, eran un rosario de encuentros, aunque los txikis hubieran estado jugando el día anterior, aunque no en los parques infantiles de Oion, que permanecen cerrados con cinta amarilla a causa del repunte de casos sufrido en esta localidad en la segunda quincena de agosto.
Alicia Fernández, directora del colegio Ramiro de Maeztu, contaba cinco minutos antes de dar luz verde a la entrada de alumnos por diferentes accesos que "de momento estamos nerviosos, pero con muchas de recibirlos y de conseguir que vuelvan a sentirse escuela. Aquí estamos los profes para estar pendientes de ellos y cuidarlos mucho para que estén lo mejor posible, sin olvidar tampoco nuestra manera de trabajar y nuestra filosofía".
Un simple vistazo a los accesos al centro escolar mostraba el enorme trabajo que se ha tenido que realizar para garantizar la seguridad de los estudiantes: pasillos pintados de verde en los accesos, más presencia de profesores€ "Hemos tenido que adaptar mucho. Desde el ámbito más pedagógico, la metodología, hasta la infraestructura, baños, recorridos por el circuito, orientaciones, cartelería o el reparto de los recursos personales: desdobles y todo ese tipo de cosas".
Ayala: Costumbre ante el covid
Los nervios estaban a flor de piel, tanto por la alegría de que los txikis pudieran volver a unas aulas de las que salieron el pasado mes de marzo, como por la ilusión de éstos de reencontrarse con sus amigos y profesores; aunque también con el miedo ante un contagio que la mayoría considera inevitable y la falta de certeza sobre el futuro. "Se nota que los niños y niñas están ya muy acostumbrados al uso de la mascarilla y los geles de limpieza de manos, han venido con la lección muy aprendida y asimilada. Aunque ya sabemos que el primer día todos son muy formales, la rebeldía llegará después", explicaron a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA dos madres, que prefieren mantener su nombre en el anonimato, a la salida del primer día de clases en la ikastola Aresketa de Amurrio. Un centro al que solo falta por regresar el alumnado de tercero y cuarto de Secundaria (será el día 15 y en plena jornada de la huelga convocada en la Educación, para exigir un regreso seguro a las aulas), ya que el resto -desde los 2 años e incluso el servicio de comedor- entraron ayer en actividad.
En la ikastola Etxaurren de Ayala o en el instituto Zaraobe de Amurrio, por poner un ejemplo, el ritual del retorno a clase tendrá lugar hoy y con iguales medidas de prevención, a consecuencia de la segunda ola de la pandemia. "Nos han comunicado que cada aula tendrá un máximo de 25 alumnos y que, entre éstos, se impondrá una distancia de seguridad de metro y medio. Lo que no va a haber en septiembre es comedor y, a partir de octubre, no sabemos cómo lo harán, porque ya sin covid-19 se hacía en dos turnos por falta de espacio", apuntaba María Jesús Mendia, madre de una alumna de primero de Secundaria.
Donde no tuvieron ayer mayor problema para cumplir con los ratios máximos por aula fue en el Fabián Legorburu del barrio Areta en Llodio, aunque ni txikis ni familiares se libraron de las colas de acceso por turnos que se vivió en todos los centros, siguiendo las señales marcadas en el suelo por aquello de ordenar de algún modo la entrada y salida de las aulas, a fin de limitar al máximo el riesgo de contagio. "Esto es un colegio de barrio que tiene en torno a 15 niños por clase, y solo un aula por curso, y en eso no hay problema para cumplir la normativa. El problema lo tenemos más en lo de hacer entender a los txikis que ya no pueden relacionarse con niños y niñas de otros cursos, cuando estábamos inculcándoles una metodología basada en el compartir y ayudar. Hasta el patio de recreo se ha dividido en seis zonas para que no se mezclen. Así que más que preocupación por el covid-19, que también, tengo mucha pena", confesaba Susana Martín, madre de uno de los alumnos.