- El pasado viernes finalizó la campaña de este año en el yacimiento arqueológico del abrigo de Balanciego II, en Kripan, en el que han estado trabajando tres arqueólogos: Maite García Roja, especialista en industria lítica; Cristina Camarero, especialista en cerámica; y Eric Arévalo, especialista en industria ósea. El aspecto más destacado ha sido constatar la existencia de una población autóctona dedicada a la caza y recolección y que se movía por el territorio.
Balanciego es uno de los abrigos, un espacio que permite ser visto desde la lejanía como una gran roca erosionada y vertical, en el término de Kripan, y como cuenta Maite García Rojas, una de las tres personas que ha estado trabajando en ese lugar, es un punto conocido por los mendizales de la zona, que se acercan hasta este espacio para almorzar.
El abrigo es bien conocido por esta doctora en Prehistoria, porque ya en 2012 estuvo realizando un sondeo en Balanciego I, “un yacimiento potente y con una buena estratigrafía” donde al excavar, en niveles inferiores, se encontraron con restos datados en la edad del Hierro y con una dificultad, como era la presencia abundante de gravas producto de arrastres de agua.
Sin embargo, pudo ser estudiado, incluso se localizó una rueda de molino, y se dató. Pero el objetivo de los arqueólogos no era conocer la historia más reciente, “sino saber qué pasó antes, quien estuvo por allí y a qué se dedicó”. En ese contexto, y continuando por la pared del abrigo, se localizó Balanciego II, un lugar “colmatado, muy lleno de sedimentos, que nos dio muy buena espina”.
Sin embargo, se tuvo que esperar hasta 2017 para realizar el primer sondeo. Inicialmente fueron apareciendo estratos de Hierro, Bronce, Calcolítico y Neolítico, pero lo más interesante estuvo en los niveles inferiores, donde apareció material lítico exclusivamente, herramientas realizadas con sílex, sin cerámica, que por sus formas y características les recordaron a los cazadores-recolectores. “Esto me suena mucho a lo que estábamos buscando”, se dijo la arqueóloga, que es especialista en paleolítico superior, y de esta forma se encontró con estos primigenios habitantes de Rioja Alavesa que, aunque eran nómadas, fueron anteriores a los que posteriormente llegaron y fueron desarrollando allí diversas actividades económicas.
El descubrimiento fue tan importante como para calificar a aquellos cazadores-recolectores como “la población autóctona” de la comarca.
Al año siguiente, la arqueóloga obtuvo autorización de la Diputación Foral de Álava para seguir en el yacimiento, primero creyendo que era un espacio más reducido y, posteriormente, comprobando que este tiene unas dimensiones generosas debajo de la enorme mole de arenisca que se levanta hasta la cumbre. De momento, se pasó de los cinco metros hasta los once metros, “y todavía no hemos llegado hasta el final”. Otro aspecto muy importante, es que ese abrigo no fue utilizado como redil, como ocurre con otros muchos a lo largo de Sierra Cantabria, sino como espacio habitado por aquellos cazadores-recolectores.
Balanciego forma parte de un numeroso conjunto de abrigos, que muestran la numerosa habitabilidad de la sierra, gracias a sus muchos recursos, y la menor -al menos según los hallazgos habidos hasta el momento- en la zona más próxima al Ebro. El abrigoAl este está Peñalarga, en el centro está Balanciego y según se va hacia el oeste están Los Husos I y II, San Cristóbal, Los Castillos y Peñaparda. “Son los más importantes de la sierra” aunque no los únicos y todos ellos tienen documentado el proceso de neolitización y la prehistoria reciente: “estamos hablando de neolítico, calcolítico, bronce y hierro. También hay algo medieval, romano…”, una mirada a 6.000 años de historia.
Para acceder al interior, lo primero que tuvieron que hacer los arqueólogos fue entrar y excavar en la zona más alta del abrigo, donde aparecieron muchos restos, incluido un raspador y una punta de ortxa. Fue cuando se dieron cuenta que el suelo estaba inclinado y por tanto no era suelo, sino pared. “Fuimos hacia la izquierda y al excavar nos encontramos con toda la secuencia del yacimiento”. A partir de ahí fueron abriendo poco a poco el suelo, peleándose con las impresionantes raíces de una enorme haya para dejarlas al aire sin dañarlas, pero necesario porque el trabajo se realiza bajo la peña.
Lo que está fuera de toda duda, tanto para este grupo como para los que les han precedido en otros lugares de la comarca, es que Rioja Alavesa tuvo un importante movimiento de población, aunque resulta muy difícil o casi imposible ubicar los núcleos. Y es que al no existir cuevas, por las características del terreno, la mayor parte de los restos se han ido perdiendo por la climatología o por las intensas labores de desfonde que se suelen realizar en el trabajo del viñedo.
Por eso, lo importante, en opinión de Maite García, “es constatar la presencia, luego ya veremos donde vivían, cómo vivían y qué hacían”. El problema es que los lugares, como los abrigos, “están muy colmatados, llenos de tierra, y no se ven, y tenemos que andar sacando mucha tierra y luego comenzar a excavar”, casi dos metros por debajo de la inquietante y enorme mole de la peña y al lado de la gigantesca visera de conglomerado desprendida de la pared.
cerámicas hechas a mano Cristina Camarero es otra de las arqueólogas que trabajan en este yacimiento. Es doctora en cerámica cuenta que en la excavación, después de retirar un paquete bastante grande que fecharon desde la Edad Media a la Moderna, como una hebilla de hierro y materiales de esa época junto con cerámica vidriada, muy moderna, comenzaron a aparecer “cerámicas hechas a mano”.
Unas están hechas “con pasta muy gruesa, que se conserva fatal, y otra de cocción reductora, más fina y mejor hecha, pero en el mismo nivel. Ese material se deshace fácilmente porque la tierra aquí es muy ácida”. Entre el material encontrado hay decoración muy clásica, con cordones y angulaciones y otro al que después de la cocción se le aplica más barro para facilitar el agarre, incluso de gran tamaño. El objetivo de cara al futuro es comunicar lo que parecen dos partes unidas en el abrigo, que finalmente tendrá un “tamaño hermoso”. En el centro está la visera caída, que “en su momento habrá que quitarla como podamos”. Y es que la idea es continuar con próximas campañas, ya el año que viene.
Como ganas de mostrar ese lugar hay muchas, el año pasado se organizó una jornada de abrigo abierto, que este año no se ha repetido por la seguridad sanitaria, aunque se ha recibido con afecto a interés a quienes se han acercado por iniciativa propia. Cuenta Cristina que “el yacimiento ha tenido muy buena acogida entre la gente de Kripan y de Elvillar y a la jornada acudieron unas sesenta personas, con las que tuvimos que organizar tres turnos porque estaban muy interesadas”. La verdad es que llegar hasta ese lugar no resulta fácil. El camino, en parte, se puede realizar en todoterreno, aunque está muy deteriorado. Y el tramo final, largo y empinado, hay que realizarlo andando, casi agarrándose a las ramas de la ladera. El alojamiento se ha realizado en Elvillar, en la casa parroquial.
La campaña arqueológica ha sido patrocinada por la Diputación Foral de Álava, aunque en el proyecto está el grupo consolidado de investigación en prehistoria de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y forma parte del proyecto Territorio y movilidad de los cazadores-recolectores del paleolítico y mesolítico peninsular. Rasgos culturales y factores económicos, del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital.
Los arqueólogos Maite García, Cristina Camarero y Eric Arévalo han finalizado la tercera campaña en el yacimiento de Balanciego II
La mayor parte de los restos se han ido perdiendo por la climatología y las labores de desfonde que se realizan en el trabajo del viñedo