- El lago de pesca Nusi, en Santa Cruz de Campezo, surgió porque comenzó a acercarse mucha gente a la piscifactoría para ver si les dejaban pescar en alguna piscina o en el canal. Les dejaron y la mejor publicidad, el boca a boca, extendió la noticia y obligó al propietario de la piscifactoría a plantearse un proyecto más ambicioso.
Así lo cuenta la hija del fundador de la piscifactoría, Itziar Asteasuinzarra, quien rememora que el lugar que actualmente ocupa el gran lago era una chopera y, a partir de ese espacio nació, además del lago, un bar, asadores, mesas y todos los servicios básicos para poder disfrutar de un día de pesca familiar.
"Hay muchas personas que vienen a pasar el día con su propia comida porque nosotros no tenemos restaurante. Otros vienen a pasar la mañana o la tarde€ Y la sorpresa es que como este año está siendo tan diferente a otros, se nota que la gente ha tomado la decisión de, en vez de ir por ahí, a la playa o a otros países, conocer mejor la zona en la que vive, y estamos teniendo unos aforos estupendos". Para la responsable del lago está siendo una de las mejores temporadas.
El lago de pesca-piscifactoria Nuestra Señora de Ibernalo se encuentra muy cerca del casco urbano, entrando por la carretera que hay entre las instalaciones deportivas y el río Ega. Tras pasar la zona deportiva en la que están las piscinas y el aparcamiento de autocaravanas, unos trescientos metros más adelante se encuentra el acceso de este criadero de truchas que fue constituido en 1969 por el padre, Hilario Asteasuinzarra y que en la actualidad gestionan sus tres hijos: Itziar, que se encarga del Lago; Iñaki y José Miguel, de la piscifactoría, y parte de la familia que también colabora. Se ubica en terrenos de su propiedad con una serie de instalaciones acuáticas dedicadas a la producción de truchas arco-iris de acuerdo con autorización del Ministerio de Agricultura. Cuenta también con una autorización para el aprovechamiento de aguas del río Ega, de mil litros por segundo, así como el permiso oportuno para el vertido de aguas residuales, tras el tratamiento en una balsa de decantación al mismo cauce del Ega.
El complejo se extiende a lo largo de 550 metros en paralelo al río y cuenta con dos zonas diferenciadas. En una de ellas hay 750 metros cuadrados de canales que conectan 36 piscinas rectangulares que ocupan 3.500 metros cuadrados, 18 piscinas circulares en 700 metros cuadrados y 52 piscinas de alevines que se reparten sobre 600 metros cuadrados. En la otra, dedicada al ocio, están las dos balsas, una dedicada a la pesca de ocio y la otra destinada a la decantación del agua utilizada en la piscifactoría.
La primera de esas zonas tiene un acceso limitado, ya que es donde producen las truchas que van a los mercados y es la única en el listado de piscifactorías de trucha arco iris de Euskadi. Las comercializan con tres presentaciones: entera, eviscerada y trucha asalmonada garantizando su calidad ya que la piscifactoría tiene implantado un sistema de seguridad alimentaria, APPCC (Análisis de Peligros y Puntos de Control Críticos), así como un procedimiento de trazabilidad que asegura el seguimiento de cada trucha. Para la reproducción utilizan huevas de proveedores homologados que garantizan la ausencia de manipulación genética, la ausencia de enfermedades contagiosas y el certificado de origen.
En la segunda zona es donde los visitantes pueden disfrutar con las cañas y en las zonas de descanso. Y lo pueden hacer durante todo el año, como comenta Itziar Asteasuinzarra, excepto en fechas muy concretas, como son los días de Navidad, Año Nuevo y Reyes y sus vísperas por la tarde, así como durante las fiestas de Santa Cruz de Campezo, que suelen caer la primera o segunda semana de septiembre. La apertura suele ser invariable, a las nueve y media de la mañana, y el horario se extiende hasta las ocho de la tarde en primavera y verano y hasta que oscurece durante el resto del año. Porque se puede ir todo el año y a unos precios muy asequibles: "mantenemos los mismos precios desde que se implantó el euro: un euro la entrada y 8 euros el kilo de truchas, ya que estas quedan en poder del pescador". Si alguno llega sin caña de pescar y sin aparejos allí mismo los puede alquilar, lo mismo que adquirir el cebo, siempre a precios muy asequibles para ir en familia o grupos de amigos.
El único pero para el público en general son las jornadas, en pleno invierno, que llegan los latigueros, los profesionales de la lanzada que constituyen en sí mismos todo un espectáculo por el juego de requiebros que hacen pescador y salmónido para que la pieza entre en los vaivenes de las lanzadas. De hecho, es el único caso en el que las capturas se devuelven al lago, es pesca sin muerte. Otra de las visitas singulares a esta instalación son los escolares que acuden para conocer el mundo de la trucha, la pesca y el funcionamiento de una piscifactoría.
La explotación del lago está siendo un éxito, tato que los propietarios lamentan no haberlo construido más grande y haber instalado un restaurante. Pero, claro, "esto lo ves con el tiempo. Ahora los dueños vamos entrando en años y ya no es el momento de pensar en montar un restaurante".
También funciona muy bien la piscifactoría y la verdad es que la mayor parte de su producción va a parar a los centros comerciales de Eroski, "que es nuestro mejor y mayor cliente" y también de la piscifactoría se alimenta el lago de pesca en el que todos los días se sacan muchos y buenos ejemplares durante el buen tiempo, "aunque, luego, en invierno desaparece la gente", comenta riendo.
"Como este año está siendo tan diferente estamos teniendo unos aforos estupendos"
Propietaria de la piscifactoría