- A estas alturas del año muchos pueblos y ciudades tendrían que haber celebrado sus fiestas o deberían estar preparándolas con la ilusión y esfuerzo de siempre. Inmersos en la segunda quincena de julio, la ciudadanía está deseosa de hacer las maletas para disfrutar de unas vacaciones en destinos de ensueño o regresar a ese pueblo de su niñez. También el festival BBK Live tendría que haberse celebrado, del 8 al 11 de julio, pero como otros muchos eventos no ha podido celebrarse. El año 2020 arrancó con ese listado de promesas individuales como ir al gimnasio o dejar de fumar. En marzo todo se vino abajo. El coronavirus cambió las reglas y con ello el devenir del día a día. En primer lugar, se decretó un estado de alarma que, en principio solo duraría 15 días, pero cada dos semanas se fue extendiendo por otros periodos idénticos. Así hasta mayo, cuando llegó el cambio de fases. Los comercios y hostelería estuvieron cerrados durante dos meses y muchos se vieron obligados a bajar temporalmente la persiana, apoyándose en las ayudas estatales. ¿Qué estaba pasando?
Inicialmente la gran mayoría de la población se lo tomó como algo temporal, pero con el paso de las semanas comenzó a cambiar la mentalidad. El cierre de comercios, tiendas, bares o restaurantes trajo grandes pérdidas en todos los ámbitos, viéndose afectados los jóvenes y adultos que se disponían a entrar a trabajar o que ya lo estaban haciendo. La situación se complicaba para todos. Así, continuaron los cambios de fases. Los aplazamientos de las fiestas y eventos multitudinarios, pero volvió el fútbol. Sin público eso sí, aunque a decir verdad ha logrado entretener a muchos y dar una imagen de cierta normalidad a otros. El Gobierno Vasco, por su parte, en nombre de su lehendakari Iñigo Urkullu decidió, en plena cuarentena, decretar la celebración de las elecciones el pasado 12 de julio. Algo complejo, cuando la situación actual no es la idónea para ello y con un largo listado de temas aún por resolver. En este sentido, se puede apreciar que la participación ha sido del 52%, dato bastante pobre para una celebración en la que se elige el gobierno para los próximos cuatro años y más en una comunidad donde la participación siempre es alta.
La situación actual es complicada. Nadie sabe cuál será la mejor opción o dónde se acertará al 100% en una decisión. Está claro que todo es nuevo y que nadie intuye la evolución de los próximos meses pero en estos momentos, como antes del coronavirus, hay muchos jóvenes que se han visto abocados a una incertidumbre laboral. El fin de curso lectivo ha supuesto la línea de meta para quienes han acabado sus carreras, grados superiores o medios poniendo el broche de una manera abrupta y como nunca se había finalizado un curso antes, en casa.
La enseñanza telemática en los últimos meses de curso ha sido un quebradero de cabeza para profesores y alumnos, así como para aquellos universitarios que, por ejemplo, han tenido que presentar sus proyectos desde casa, al otro lado de la pantalla. De este modo, la salida laboral, en prácticas, se ha visto cortada en la mayoría de los casos. En este sentido, hay que tener en cuenta que si ya en el aspecto económico, los becarios más afortunados cobran 600 euros, aunque hay otros que apenas alcanzan los 200 es preocupante no saber qué pasará con todos esos recién licenciados privados de su primera experiencia laboral. Sin duda, se avecina una situación muy complicada. Llueve sobre mojado.
La crisis ha colocado contra las cuerdas a muchos jóvenes y adultos que aún no se habían recuperado de la anterior crisis económica (2008-15). Entonces fueron muchos los que perdieron sus trabajos y otros vieron pasar de largo oportunidades para trabajar. Algunos optaron por formarse y por qué no, reinventarse. Sin duda, algo meritorio y ahora cuando parecía que poco a poco se empezaba a sacar la cabeza otra virulenta crisis ha hecho retroceder a muchos a la casilla de salida.
En esos momentos, entra la duda de qué hacer o qué camino seguir, ya que hay que seguir viviendo, hay que seguir comiendo. Los jóvenes, por su parte, deberán formarse más y empezar a entrar de nuevo en la rueda. Será difícil, sin duda, pero no imposible. Saldrán trabajos nuevos, algunos que ni en estos momentos existen, pero para ello deberán estar sobradamente preparados.
La anterior crisis se superó, de manera no oficial, en 2015 y los siguientes tres años permitieron a muchas familias lograr una estabilidad para crear un proyecto de vida. La situación empezó a mejorar, aunque las condiciones que se ofrecían no eran las idóneas. Emergió el trabajo precario y más en los jóvenes, que trabajando igual que sus compañeros cobraban menos de la mitad o nada. Eso es algo que no se puede permitir en una sociedad como la actual. Hay que incentivar la inserción laboral en todos los ámbitos, pero ha de ser de calidad. Pagar por el trabajo prestado y no darle la vuelta, pagando ofreciendo experiencia. Esto no hace más que valorar de menos la labor del trabajador, que dada en la situación en la que se encuentra, indefenso en la mayoría de los casos, no puede protestar. Por miedo a perder esa oportunidad o porque en caso de revelarse puede que pierda los créditos que le dan por esas prácticas en su grado correspondiente. Y con todo este panorama se empobrece toda la sociedad, porque al fin y al cabo o nos salvamos todos o no se salva nadie.
Con la cercanía de los comicios aún en la espalda se avecinan tiempos de cambio en todos los ámbitos. El uso de la mascarilla ya es obligatorio desde el jueves y, en el peor de los casos, se realizarán confinamientos por municipios o localidades, pero en todo este panorama continuarán los jóvenes en desempleo. Los de las familias más pudientes podrán permitirse continuar con una formación, que en muchos casos resulta excesiva para muchas empresas que prefieren más la experiencia laboral. Aunque, los que se adentren en la vida laboral se toparán con la precariedad, sueldos irrisorios y grandes jornadas laborales. Por tanto, ¿cuál será la mejor opción? Y ¿qué tienen que hacer todos los jóvenes de 20 a 35 años que habiendo tenido trabajo lo acaban de perder? El futuro es un continuo camino de luces y sombras sin final aparente.
Por otro lado, se encuentran todos aquellos adultos que han visto cómo sus vidas han dado un brusco cambio de 180 grados debido a la pandemia. Ellos, junto a los jóvenes, se encuentran en una situación similar pero distinta. Los jóvenes tienen la ventaja de una edad más reducida y de que, en la mayoría de los casos, aceptan bajos sueldos como trabajos mal remunerados por el simple hecho de poder estar trabajando, mientras que los adultos necesitan el trabajo para llevar adelante a sus familias. Los partidos políticos tienen un gran trabajo que hacer en este sentido y es el tiempo de ponerse manos a la obra después de celebrar las elecciones el pasado domingo y con los resultados que ha dejado sobre el tapete.