El coronavirus dejó más vulnerables que nunca a las personas que duermen en la calle, ya que al no tener un hogar, no podían cumplir con el confinamiento al que todo el mundo estaba obligado para evitar la propagación del virus. Sin embargo, de esa necesidad, en Euskadi se ha logrado una doble virtud: garantizando primero un alojamiento provisional para un millar de personas acogidas en diferentes refugios de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa, como el caso del frontón de Lakua, atendido por Cruz Roja, y segundo, buscando una alternativa habitacional, con apoyo e itinerarios de integración social, para todos los allí alojados que desean tener una oportunidad para rehacer sus vidas y evitar que el cielo siga siendo su único techo cuando remita la pandemia.
Este primer paso es posible gracias al programa Lehen Urratsa, dotado con dos millones de euros y que forma parte de la decena de iniciativas impulsadas a través del fondo Inor atzean utzi gabe, fruto del esfuerzo conjunto entre el Gobierno Vasco y una veintena de entidades sociales, entre ellas Cruz Roja, como esas reuniones que hacían por videoconferencia todos los martes a las cinco de la tarde, bajo un compromiso común: el de seguir avanzando hacia la integración.
"Esta pandemia se ha convertido en una oportunidad para poder avanzar en el itinerario de la inclusión. Estas personas se lo merecen pero ellos también tendrán que poner de su parte", resaltó en la presentación de este programa el pasado 5 de junio la consejera de Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal.
De ahí que Lehen Urratsa no haya partido de cero, sino de "un trabajo previo porque a lo largo de la legislatura hemos ido trabajando con las entidades para dar una solución a las situaciones complicadas. Es el caso de las personas sin hogar porque sus causas y sus motivos son muy diversos. Por eso teníamos claro que eran soluciones individuales para acertar en su itinerario de inclusión", aclaró Artolazabal.
No en vano, los perfiles de las personas usuarias son muy variados: hombres sin hogar en situación de exclusión grave y con largo recorrido en la calle; mujeres sin hogar en situación de exclusión grave; jóvenes migrantes no acompañados que, en algunos casos, cursaban estudios antes de marzo y vieron interrumpida su integración o jóvenes sin hogar (mayores de treinta años) con adicciones y/o con problemas de salud mental.
Para cada uno de estos perfiles se contemplan distintas alternativas: alojamiento en pensiones o albergues con acompañamiento social por parte de un equipo especializado; viviendas con apoyo para mujeres sin hogar; centros de primera acogida y alternativas de alojamiento con apoyo para la inserción para jóvenes migrantes no acompañados; y alternativas de alojamiento y de atención diurna para jóvenes con adicciones o incluso con enfermedad mental.
Angelina Tella Nnembeng
"Recuperaré a mi hijo"
Angelina Tella Nnembeng, una joven de 30 años de Guinea Ecuatorial que vino a Vitoria con 8 años, es una de las 50 personas que ha estado en el frontón de Lakua y que desde hace una semana, "el pasado lunes, a las once de las mañana", como bien recuerda, ha podido tener la oportunidad de acceder a un piso que comparte con otra chica. "Me alegré porque he estado durmiendo en bancos, parques y en portales, también en el CMAS y hasta en un piso que okupé porque estaba adaptado", detalla. Lo necesitaba así por su hijo, de 5 años, que sufre una discapacidad como consecuencia de una hidrocefalia, un pequeño que ahora está tutelado por los servicios forales. "Antes del confinamiento era camarera y ahora me gustaría trabajar en lo que sea: he sido cajera, dependienta, peluquera o cuidadora de personas y lo único que quiero es recuperar a mi hijo. Es por lo único que lucho", enfatiza. Para ello, también está dispuesta a hacer cursos de formación.
Txomin Ondarre
"Nos hemos volcado"
Como explica el director de Intervención Social y Empleo en Cruz Roja Álava, Txomin Ondarre, antes de saber que iban a contar con la subvención del Gobierno Vasco, Cruz Roja ya estaba haciendo una labor para controlar la medicación, las adicciones, así como la situación psicológica y laboral de cada una de las 50 personas a las que atendía en el frontón de Lakua. "Y con la coordinación del Ayuntamiento, gracias a sus servicios sociales, pudimos ver cómo dar una salida lo mejor posible a esas personas del frontón, para lo que ese trabajo en red es fundamental", precisa.
De esta manera, Cruz Roja intenta ahora hacer un trabajo de continuación con 30 de esas personas mientras que del resto se encarga el Ayuntamiento, porque "el trabajo es entre todos. En función de los perfiles intentamos adaptar el recurso a cada persona". Y siempre con el objetivo común de dar una oportunidad para que nadie vuelva a estar en la calle. "En las reuniones les hemos explicado que les damos esta opción para mejorar su situación, pero no tienen la obligación de aceptarla, si no quieren", puntualiza. No en vano, hay que tener en cuenta que hay casos cuya situación en la calle está "cronificada" y prefieren seguir en ella, para, entre otras cosas, no aceptar horarios. No obstante, para ellos también Cruz Roja seguirá haciendo una labor asistencial y emocional llevándoles mantas, productos de higiene, café "y algo de escucha", siguiendo el principio de humanidad que identifica a esta entidad.
En cambio, para los que quieren salir de la calle, hay dos condiciones para acceder a un alojamiento: interés real por cambiar de vida y aceptar el itinerario individualizado. "Hay que tener en cuenta que cada uno viene de un punto diferente, porque hay gente que cobra la RGI, otra que tiene familia, otra que empieza a trabajar... Así que nos sentamos con esa persona y le preguntamos que qué es lo que quiere y adónde quiere llegar", declara. Así, van marcando una serie de ítems y compromisos, que en algunos casos puede ser volver a a unir lazos con su familia, en otros crear hábitos de economía doméstica, como el ahorro, y en otros el abandono de adicciones. "Los firmamos entre las dos partes y si no se cumplen, se rompe ese contrato porque el recurso que les ofrecemos no es una panacea, sino un camino por andar", añade.
Si bien, la tarea no acaba cuando acceden al piso, sino que se hace una labor de seguimiento para comprobar que cumplen las condiciones porque la gran meta es que puedan ser autónomos y lograr un hogar propio, porque al que acceden es provisional. "Es un reto que en Cruz Roja vivimos con mucha ilusión y ganas porque hemos creado vínculos con ellos durante el confinamiento y todos los voluntarios y profesionales nos hemos volcado. Ojalá les salga bien esta oportunidad", desea Ondarre.
Como dato al respecto, el de los resultados de los cuestionarios que hicieron en junio: "La mayoría no quería volver a la calle porque la gente no suele estar allí por gusto. Nos tenemos que quitar esos prejuicios y más con la situación económica que está por venir. Algunos, por ejemplo, se habían separado o quedado sin trabajo y solo llevaban un par de meses en la calle antes del confinamiento. Por eso hay que abrir la mente y los brazos a estas personas, con un poco de escucha y afecto", resalta este profesional.
Veinte entidades sociales de Euskadi, como Cruz Roja, van a hacer un trabajo de seguimiento a los usuarios para lograr su inclusión
Los perfiles de estas personas sin hogar son variados: mujeres y hombres en exclusión social, jóvenes con adicciones, etc.