LAGUARDIA - La casa museo La Abadía de Morata, en Laguardia, ya está abierta a las visitas de público, tras las experiencias llevadas a cabo desde Semana Santa, y desde entonces se ha ido convirtiendo en una nueva excusa para acudir a la villa medieval para disfrutar de los muchos valores que atesora y muestra al visitante. En una esquina de La Barbacana, abierta a la gran plaza que lleva eso nombre y en cuyo subsuelo esté el estanque celtibérico y en la superficie una gran explanada donde está la Residencia de Mayores, se encuentra el edificio que ha sido bautizado con ese nombre de abadía por su restaurador, promotor y guía, Faustino Luis Ayala, quien reconocía que “después de tantos años ya era hora de abrir al público. Han sido 15 años de realizar la restauración y el movimiento del museo y desde Semana Santa ya está abierto al público y poco a poco comienza a venir la gente”.
El lugar tiene su propia historia y otra vinculada a la de Laguardia, porque el museo se encuentra donde estuvo el antiguo cuartel de la Guardia Civil, y donde antes hubo un convento de capuchinos, cuyo calado se conserva como parte del museo, y donde puede haber vestigios aún mucho más antiguos, buena parte de ellos desaparecidos por el afán de construir un aparcamiento semisubterráneo aunque afortunadamente en él se ha mantenido el estanque celtibérico.
La casa era una casa familiar, con sus corrales y su calado. Y Faustino tuvo la suerte de tener un padre aficionado a las tradiciones y a los objetos antiguos. “Siempre estaba con él buscando cosas de sus abuelos, de sus padres y, además, estaba metido en todas las tradiciones, como el Belén de Santa María, la procesión”, cuenta el hijo, Y de esta manera aperos, cerámicas, herrajes, “todo lo que encontraba mi padre lo iba metiendo en casa de su madre y en casa de la madre de mi abuela”. De esta manera, Fausti, como le llaman en Laguardia, se encontró con una gran cantidad de objetos y una casa enorme a la que le podría dar un buen destino: poner en marcha un museo en la villa, como el de la Sociedad de Amigos de Laguardia, con un programa de apertura todo el año. Así, hace muchos años, tras dejar el trabajo que tenía en una empresa y dedicarse a la vitivinicultura, se puso a rehabilitar el enorme caserón. “Toda la restauración la he realizado yo, cuando terminaba mi trabajo habitual. En los ratos libres fui haciendo la remodelación de la casa y la verdad es que sobre una edificación antigua es muy difícil trabajar y requiere mucho más tiempo. Una cosa nueva la vas haciendo cuando quieres y cómo quieres, pero en una cosa antigua reestructurarla es lo que más cuesta. ¿Cómo lo haces?. Pues van cogiendo ideas de sitios que vas visitando, museos y caserones de todo el país”. Paleta en mano y hormigonera como apoyo, cuando terminaba el trabajo ene l campo acudía a la casa y se podía a restaurar cada rincón. “No comencé con una idea clara de lo que quería terminar haciendo, no me había planteado las cuatro secciones en lo que ha terminado siendo el museo. Fue todo una evolución, poco a poco. Lo único que tenía en la cabeza era hacer el museo y sacar las piedras, pero empecé a hacer arquitos de ladrillo y vi que quedaba muy bien, porque al fin y al cabo, donde estamos era la antigua judería de Laguardia y no quedaba mal con respecto a la historia. También llevó mucho tiempo la reestructuración de la madera para ir colgando cosas. Todo se hizo poco a poco y cogiendo ideas de los lugares que visitaba”.
El museo estará abierto los fines de semana, sábados y domingos, de once a una y media y de cuatro y media a seis y media.
Solar con historia. El museo se encuentra donde estuvo el antiguo cuartel de la Guardia Civil y previamente un convento de Capuchinos. Conserva un calado donde puede haber vestigios más antiguos.
El museo. Cuenta con cuatro secciones. El claustro, con aperos de labranza. El antiguo corral de ovejas, dedicado a elementos del hogar. El tercero es la casa principal, con libros del insigne Samaniego y artículos de la década de los años 50-60 del pasado siglo y el cuarto y último es la bodega. La zona de calados tiene dos partes de diferentes épocas.
El restaurador, promotor y guía del singular espacio ve con satisfacción rematado un largo trabajo desde que atisbó el potencial del lugar y todos objetos de los que disponía para exhibirlos.