vitoria - Uno de los recuerdos más remotos de Pablo Zulaica Parra evoca un pequeño tren de vapor a escala, de la desaparecida fábrica Ibertrén, dando vueltas circulares sobre el suelo de casa. Es el primer regalo que viene a la memoria de este gasteiztarra, pero los ferrocarriles formaban parte de su vida desde bastante tiempo atrás. “Cuando nací ya había maquetas de trenes en casa”, apunta Zulaica, periodista freelance que a día de hoy vive la mayor parte del tiempo en Ciudad de México. Cuando a los cuatro años su familia se mudó de la plaza Juan de Ayala al centro de la ciudad y para ir al cole tenía que cruzar dos veces al día las vías del tren, justo donde se cita con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, la afición de aquel niño por este medio de transporte comenzó a hacerse más grande. Tanto, que le ha acompañado a lo largo de sus 36 años de vida, durante los que ha acumulado multitud de viajes a sus espaldas y, entre ellos, cinco interraíles.
Esa pequeña semilla, que ha ido germinando mediante distintos relatos acumulados en diarios de viaje, historias y crónicas, está cerca de generar ahora un gran árbol en forma de libro. Una publicación que ya tiene nombre, o casi mejor dos: Paisajeros. Nada es igual en tren. Y que ya está escrito, pero todavía no existe. La editorial madrileña Libros.com, que desarrolla sus proyectos a través de la fórmula del crowdfunding, ha apostado por él. Quien lo desee, puede aportar su granito de arena en la página web del mismo nombre y recibirá, según la cantidad, una o varias recompensas, como mínimo un ejemplar.
El libro se recrea y ahonda en la experiencia del tren frente a esa visión típica de que el ferrocarril es sólo un medio más para lograr un fin, en este caso alcanzar un destino concreto a una determinada hora. Se propone, no en vano, como un objetivo en sí mismo, como un personaje que vertebra los relatos. Los diálogos con aquéllos a los que el ferrocarril toca -o tocó- sirven también para darles vida. “El tren no es un pretexto, sino que juega un papel central en todos los viajes”, contextualiza Zulaica, influenciado por autores como Paul Theroux, el escritor de viajes vivo más importante, o el periodista argentino Germán Sopeña. El proyecto nace también con la intención de remediar el “vacío” de la literatura de viajes en tren en lengua castellana, “un subgénero poco explotado” según el autor.
Paisajeros, que consta de 20 historias a través de cinco continentes, se ha ido gestando a lo largo de muchos años y contiene frecuentes menciones a aquellos primeros y maratonianos viajes de Zulaica a lo largo y ancho de Europa. Sin embargo, retrocede en su relato más antiguo hasta un año bastante más próximo en el tiempo, 2011, para viajar a Guatemala. Zulaica comenzó a gestar allí la única historia de Paisajeros en la que no se mueve físicamente. El capítulo está construido “en vía muerta”, a través de las historias de un ferroviario retirado en un país donde ya ha dejado de haber trenes.
El viaje hace escala en otros puntos de América como México, donde Zulaica se monta en el ferrocarril Chihuahua-Pacífico, o Paraguay, en una vía ya clausurada y que el autor recorre en bici. Las páginas saltan también a entornos más cercanos como el que recorre el Canfranero, un tren en declive, “lleno de humo y amputado a un sólo vagón”, que muere en la apabullante estación oscense de Canfranc y sirve como argumento para retratar “la España en crisis”.
Paisajeros tiene también un periplo muy destacado en Asia, un continente que Zulaica cruzó casi en su totalidad después de cerrar una etapa vital de un año en India. Es precisamente este país el que concentra el mayor número de historias del libro, tres relatos de radicales contrastes como los que caracterizan al propio subcontinente. Porque allí todavía es posible viajar en el techo de un ferrocarril, bajar “a los infiernos” haciéndolo sin asiento y durante interminables horas o en un tren hospital, el mítico Lifeline Express. Precisamente cuando Zulaica regresó de India en 2016 con escalas en Uzbekistán, Kazajstán, Irán o Turquía, que también tienen su espacio en Paisajeros, y vio que contaba con 19 crónicas con el mismo hilo conductor, los raíles, vio que este proyecto podía convertirse en libro. Madagascar, a donde ha viajado este mismo 2018 con su hermano Miguel, sirvió para saltar también al continente africano y cerrar el círculo.
Hasta la fecha, cerca de 70 mecenas se han subido ya al tren de Paisajeros, que tiene como objetivo recaudar de aquí al próximo domingo 30 un total de 5.500 euros para convertirse en papel. La campaña de micromecenazgo ha alcanzado ya el 82%, con casi 4.500 euros recaudados al cierre de esta edición. El sueño, ahora sí, se encuentra mucho más cerca. “Es muy grato y emociona mucho ver a gente que te apoya, aunque no la veas desde hace mucho tiempo”, reconoce el autor, sentado frente a esas vías que forman una parte fundamental de su vida.