El centro de la capital alavesa rebosó empatía con Lazarillo, una iniciativa que la ONCE puso en marcha ayer con motivo de su 80 aniversario. Los ciudadanos que lo desearon vistieron un antifaz y, de la mano de monitores, deambularon a ciegas por las calles San Prudencio, Dato y otras cercanas a la sede de la ONCE entre las 11.00 y las 13.00 horas. El objetivo, la concienciación y la sensibilización de la ciudadanía.
La Semana de la ONCE, que hoy concluye, centró su mensaje de sensibilización en el acompañamiento de los transeúntes. De esta forma, los participantes se pusieron en la piel de aquellos con dificultades para ver correctamente, explicó Miguel Lavandeira, trabajador desde hace tres años en la organización. Silvia Alba, consejera territorial de la ONCE, aseguró que “aún queda mucho por hacer”, a pesar de la especial sensibilidad que tiene, en su opinión, el Ayuntamiento de Gasteiz en este tema.
Vestidos de inconfundibles chalecos amarillos, dos colaboradores en el proyecto, Iñaki Garralda y Mikel Etxeberria, hicieron de lazarillos a todo aquel que estuvo dispuesto a participar. El sencillo recorrido, explicó Etxeberria, pretendió abrir a la gente a un mundo que desconoce. “Te pones en su pellejo”, confesó. “Son cosas que no pensamos”.
Entretanto, Garralda paseó junto a la primera participante, Amelia Palenzuela, jubilada. Después del breve trayecto hasta uno de los establecimientos de la zona, ella describió la experiencia como “horrible” y “emocionante”. A pesar de lo contradictorio que pudiera parecer, Palenzuela recomendó el experimento basándose en la emoción y la alegría que sintió al poder apoyar la iniciativa.
La segunda voluntaria no se hizo esperar. Naiara Díaz de Cerio, psicóloga, probó suerte con el antifaz y regresó del recorrido muy agradecida. El compañerismo y el “buen ambiente” que vivió en otras campañas similares reafirmaron su idea del “egoísmo positivo. No es altruismo, se trata de que estas actividades te aportan mucho más de lo que tú das, es egoísmo positivo”.
Poco después, tres representantes de Corazón Sin Fronteras, una asociación de asistencia a pacientes gasteiztarras, hicieron acto de presencia. Mari Losada, trabajadora de dicha asociación, intervino en el proyecto Lazarillo como la tercera participante. Afirmó que, de no ser por la “buena preparación” de los guías, la dificultad habría sido aún mayor. Destacó la agudeza de los sentidos del tacto y del oído al estar a ciegas, que llegó “a tal punto que incluso notas aún más las ranuras del suelo”. El bastón blanco también fue protagonista en la actividad organizada por la ONCE.
La inseguridad y el sentimiento de desamparo estuvieron en boca de la mayoría de los participantes, dejando claro lo difícil que es la vida de todas las personas que sufren de discapacidad visual.