vitoria - La empresa francesa Urrezko Adina pasa a hacerse cargo de la residencia de ancianos de la plaza Juana Jugán, una nueva etapa para la casa bajo el nombre de Aitama Egoitza. Sor Elena ha pasado estos últimos días acompañando a la comunidad. La congregación celebró hace pocos años los 150 de presencia en el Estado: “A lo largo de este siglo y medio hemos ido abriendo y cerrando casas, fundamentalmente por el descenso de vocaciones”.
Antes de tomar una decisión sopesaron otras opciones, pero la conclusión era clara.
-No somos gestoras de una cadena de residencias de ancianos. El espíritu y el carisma de nuestra Congregación nos llevan a que la vida en nuestras casas sea una vida en familia y una atención muy cercana de las hermanitas con los ancianos. Es nuestro sello y, si ese modelo de atención familiar y cercana no podemos llevarlo a cabo, para nosotras no es viable mantenernos ahí, y eso es lo que ha sucedido en Vitoria. Además, debemos salvaguardar y cuidar otros dos aspectos esenciales de nuestro ser: nuestra vida fraterna y de oración. No somos trabajadoras de una empresa sino almas consagradas..
Una pregunta surge ante su marcha. ¿Por qué la casa de Vitoria? ¿Por qué no se enviaron más hermanitas a la comunidad de Gasteiz?
-En el caso de Vitoria ha sido determinante para nuestra continuidad la construcción de la casa, el edificio, su diseño arquitectónico. Cinco plantas que a su vez se dividen en dos alas. Para nuestra forma de entender el servicio, esta casa precisaría de un mínimo de diez hermanas.
Y cuando las hermanitas se vayan, ¿en manos de quiénes quedan los ancianos?
-Cada caso exige una solución particular. La casa de Valladolid quedó en manos de otra congregación religiosa. En el caso de Vitoria, de entre todas las propuestas que nos llegaron, hemos optado por una empresa francesa que se ha constituido en España bajo el nombre de Urrezko Adina (Edad de Oro). Esta empresa gestiona ya otras residencias en Francia y su director general, Pierre Alexis, ya se ha presentado esta Navidad tanto a los residentes y sus familias como a los empleados.
Desde el primer momento, las Hermanitas de los Pobres han insistido en que antes de partir garantizarían que quien viniese habría de respetar la situación tanto de los residentes como del personal. ¿Satisfechas con el acuerdo?
-Diría que sí. Nosotras seguimos nuestro camino, no nos vamos al paro, pero tenemos que pensar tanto en los ancianos como en las personas que trabajan aquí. Precisamente por eso siempre damos la opción a los ancianos y a sus familias a trasladarse a otra de nuestras casas del entorno. En el caso de los trabajadores, la empresa los asume con sus antigüedades y condiciones laborales pactadas. Otra cosa es la gente que se incorpore a partir de ahora...
Una de las señas de identidad de esta congregación es que no acepta ningún tipo de ayuda o subvención. Se mantienen de la caridad y lo que cada anciano aporta es el 85% de su pensión.
-Nosotras renunciamos a cualquier tipo de ayuda, incluida la que se otorga a través de la ley de dependencia a cada anciano. Por eso hablamos con las instituciones y en estos meses han ido realizando las valoraciones de dependencia a cada anciano para que la empresa que venga pueda beneficiarse de esas aportaciones públicas.
Ahora que se van, ¿quién cogerá el relevo?
-El relevo como tal creo que quedará sin pasar. No obstante, nos consta que tanto los servicios sociales como la empresa tienen la intención de caminar juntos.
Además de las hermanitas, los residentes y sus familias, los trabajadores y los benefactores, hay otra figura que ha sido muy importante en esta casa: los voluntarios.
-También he pensado en ellos. Y Alexis se refirió a ellos expresamente asegurando que no iban a cerrar las puertas a estas personas.
De entre los benefactores, además de personas particulares, las Hermanitas han contado con empresas. También a ellos se han dirigido a la hora de cerrar balance. -Hace tiempo que se les ha escrito una carta de agradecimiento, anunciando nuestra marcha y ofertándoles la posibilidad de seguir colaborando con nuestras casas de Bilbao y Pamplona, que son las más próximas para ellos. Las Hermanitas no desaparecemos, seguimos sirviendo a los ancianos en otras casas. Para nosotras es evidente que su ayuda es crucial, porque vivimos de la caridad.
La falta de vocaciones ha sido uno de los factores determinantes para la partida de Vitoria. ¿Dónde puede estar la clave de este descenso vocacional?
-No creo que sea justo hablar de una crisis de vocaciones, creo que es más correcto hablar de una crisis de valores, una crisis de la familia, punto de partida de toda vocación. La llamada de Dios no está en crisis, y por añadir un punto de esperanza, nosotras, en la provincia, tenemos cuatro nuevas vocaciones, dos de ellas están en Francia y las otras dos partirán en breve. Pero es cierto que el déficit de vocaciones hoy no nos permite cubrir las necesidades que precisan las casas que tenemos.
El cuidado de los ancianos ha pasado de ser una tarea que quedaba en manos de la familia o de instituciones benéficas a un negocio floreciente. ¿Qué reflexión le sugiere este hecho?
-Creo que es una consecuencia lógica relacionada con el incremento del nivel de vida y la prolongación de la misma. Antes, los ancianos eran de 70 u 80 años y celebrar un centenario era todo un acontecimiento. Hoy, todos los años tenemos más de un centenario en nuestras casas. Ha crecido la población anciana y se ha convertido en un colectivo importante que precisa de atención, cuidado, afecto. Por lo tanto, hay un mercado al que dar respuesta.
Cuando el 4 de agosto reunieron a los residentes y familiares para comunicar la firme decisión de dejar la casa, el final se antojaba lejano, pero el momento ha llegado.
-Si todo discurre según lo previsto, el día 10 se procederá a la firma de las escrituras. Para el 13 ya hemos fijado una misa de despedida y el 15 será cuando definitivamente abandonemos la casa.
¿Se deja la puerta abierta para el regreso de las Hermanitas de los Pobres a Vitoria?
-¡Por qué no! Es un hecho que estamos cerrando casas en Europa, pero también es un hecho que estamos abriendo casas en otros países. La sociedad es cambiante y las circunstancias también. Si mañana u otro día volviera a haber hermanitas suficientes como para regresar a Vitoria, claro que lo haríamos.