Vitoria - Penúltima kalejira de ida de la temporada con representación en dos partes a cargo de la Federación y la Comisión de Blusas y Neskas. Una vez más, el paseíllo se dividió y las cuadrillas, como el agua y el aceite, no se mezclaron. Para las 16.20 horas, la furgoneta de Los Martinikos ya estaba apostada en Dato y sus altavoces atronaban el lugar con I will survive. Toda una declaración de intenciones para el quinto día de La Blanca que, además, encajaba con el talante de la jornada, dedicada a los blusas veteranos. El alegato positivista de la Gaynor conjuró al sol, que comenzó a templar el ambiente de la céntrica vía y animó al baile a algunos de los pocos congregados en el primer tramo. Como manda la nueva tradición tácitamente asumida, a las 16.30 horas una treintena de Martinikos arrancaron el itinerario a buen ritmo, con la charanga marcando el paso y sin mirar atrás.
Les siguieron los Biznietos de Celedón, Los Bainas, Gasteiztarrak y Bihurriak, en número exiguo estos últimos. Pero, como todo el mundo sabe, estas kalejiras de ida empiezan de una manera y acaban de otra, recogiendo a muchos miembros por el camino. Cerraron el grupo de siete los de Batasuna, que hicieron que nevara espuma y buen rollo gracias a un ingenioso montaje con cañón incluido, y Jatorrak, que también lanzaron confeti, aunque de forma mucho más tímida.
A las 17.50 horas, cuando el sonido que emanaba del primer grupo se extinguía en el ocaso de Dato, los blusas veteranos tomaron el control de la calle por derecho propio. Plantaron el Gasteiztxo, la mitad de ellos se montaron en él y los blusas y neskas restantes dieron, un año más, una lección de lo que significa vivir la fiesta. “¡Hay que dejar la cachaba y saltar!” gritaba uno de los participantes.
Tras ellos arrancaron los integrantes de Txolintxo, Hegotarrak y Belakiak, quienes caldearon los ánimos con los chupitos que iban sirviendo desde una nevera portátil emplazada bajo una vaca de fibra de vidrio con ruedas. Así es La Blanca.
Sonó Mi gran noche y los Alegríos hicieron su entrada en escena con la furgoneta del Equipo A encendida y la máquina de humo apagada. Continuaron los de Luken, con los primeros blusas vestidos de neska -luego aparecerían más-, porque en estas fiestas es de sobra conocido que los blusas tienen falda y las neskas pantalones. O algo parecido.
Petralak hicieron, un día más, gala de su sostenibilidad con vehículos a pedales, en Galtzagorri apadrinaron una maceta y los de Zoroak echaron la casa por la ventana con las pegatinas. A Txirrita, Nekazariak y Karraxi les tocó salir cuando las nubes cubrían la calle y la temperatura descendía, así que tuvieron que afanarse en saltar para no perder calor.
Basatiak comenzó su intervención al ritmo de la canción de Bricomanía, y Txinpartak y Bereziak les siguieron. Margolariak, de nuevo con muchos miembros en el paseíllo y banderas albiazules, llenaron de color la calle. Los Desiguales, Zintzarri y Okerrak marcaron el tramo final que cerraron los de Siberiarrak, que ayer lucían rojas narices de payaso.
Primera parte. Las cuadrillas que integran la Federación de Blusas y Neskas volvieron a iniciar el desfile a las 16.30 horas. Para las 17.00 horas, de acuerdo con el plan autoimpuesto, la calle quedaba completamente libre para seguir con el programa oficial.
Intermedio. Los blusas y neskas veteranos, protagonistas de la jornada de ayer, lo fueron también del paseíllo gracias a su energía, buen humor y sentido de la fiesta. Salieron justo por detrás de la federación y antes de la Comisión.
Segunda parte. Las cuadrillas que forman parte de la Comisión de Blusas y Neskas cerraron, un día más, la kalejira. En unos 50 minutos completaron el recorrido.
Uno de los blusas veteranos que participaron ayer en el paseíllo resumió a la perfección con esta sentencia el espíritu del colectivo.