Vitoria - Joaquín Gorrotxategi (Eibar, 1953) comanda el grupo de investigación sobre Historia de la Lengua Vasca y Lingüística Histórico-Comparada instalado ya en Micaela Portilla y coordina uno de sus proyectos financiados actualmente por el gobierno central, el dedicado a las lenguas y las epigrafías paleohispánicas. Profesor en la Facultad de Letras de la UPV/EHU, de máster y de las aulas de la experiencia, dirige también el doctorado de Lingüística y en su día fue una de las primeras voces en cuestionar la autenticidad de los hallazgos de Iruña-Veleia, entre otros “muchísimos frentes” en los que ha estado inmerso. Ligado a la facultad referente del campus de Gasteiz desde su creación en 1987, el lingüista ha acogido “con gran alegría” la apertura del centro de investigación en letras, que ha permitido acabar con los graves problemas de espacio que históricamente han afectado tanto a él como a sus colaboradores.
¿Qué puede contar, ‘grosso modo’, sobre el grupo de investigación que coordina aquí en Micaela Portilla?
-Como su nombre indica, el grupo está conformado por gente que trabaja en la historia de la lengua vasca y que estudia los documentos y textos que existen de ella hasta el presente, aunque nos producen más interés los testimonios, por ejemplo, del siglo XVI que los de 1975. También estudiamos textos de otras lenguas antiguas. Hablamos tanto de la historia externa de la lengua, de sus testimonios, de cómo ha sido evolucionando o de cuántos hablantes ha tenido a lo largo del tiempo, como de su evolución interna, de su historia interna. De cómo el vasco de 1930 no es igual que el de 1570, de cómo han ido evolucionando las estructuras de la propia lengua. Esas dos cosas son el enfoque de nuestra investigación y nuestra docencia.
¿Y en qué líneas están trabajando en estos momentos?
-Trabamos en muchas líneas de investigación que no tienen soporte económico, pero en este momento el grupo tiene en vigor tres proyectos financiados por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad: El primero, que soporta toda la investigación de los compañeros que trabajan sobre la historia de la lengua vasca, se llama Monumenta Linguae Vasconum. El segundo es un proyecto sobre lenguas y epigrafías paleohispánicas, que va en coordinación con la Universidad Complutense y la Universidad de Zaragoza, y que es el que yo coordino. Su objetivo es investigar sobre las lenguas prerromanas de la península ibérica. Y el tercero, que está enfocado en la tipología lingüística, estudia el fenómeno de la animacidad en las lenguas. En total estamos 15 o 16 profesores fijos dedicándonos a la investigación más otro grupo de doctores, doctorandos y becarios que son casi otros 10. Seremos unas 22 o 25 personas, pero esta parte de los investigadores jóvenes va rotando.
¿Tienen alguna publicación importante en ciernes?
-Para finales de este año el grupo va a sacar el libro Historia de la Lengua Vasca, que va a ser publicado por el Gobierno Vasco en euskera y en castellano. Se acaba de entregar en la imprenta. Es un libro bien gordo que va a llenar un hueco importante, porque veíamos que no existía un escrito de este tipo para alumnos especializados, de máster y lingüistas que no sepan exactamente sobre la lengua vasca pero que quieran conocer su historia. Y por supuesto también para cualquier persona interesada.
La primera ‘criatura’ del Micaela Portilla, aunque habrá llevado un largo trabajo....
-Exacto, porque llevamos trabajando en ella cuatro años o así. Estos proyectos siempre se alargan en el tiempo, que no en el costo, como sí sucede en otros lugares (sonríe). Aunque ya estamos acostumbrados, nos cuesta muchísimo acomodarnos a los límites presupuestarios oficiales.
¿Seguimos en una época difícil para la investigación?
-Sí. Para la compra de bibliografía, para realizar publicaciones o asistir a congresos nos apañamos. Pero lo que notamos siempre y necesitamos, porque nos parece muy escasa, es la ayuda en personal. Y la crisis ha afectado mucho a esto. Antes, el propio ministerio daba un becario cuando concedía la financiación a un proyecto, pero eso ha desaparecido totalmente. Ahora te dan la financiación para que funciones pero te quitan lo importante, el personal, que es lo que realmente cuesta y el que hace la investigación.
Y tiene que vivir.
-Y tiene que vivir. Y además, hay que ir generando un recambio entre investigadores. Esto se va transmitiendo, a investigar se va aprendiendo. Porque esto se aprende viendo a los profesores y trabajando con ellos. Tenemos un grave problema, que los profesores fijos más jóvenes tienen ya 50 años. El relevo está muy complicado, y por el momento no se ve ninguna recuperación. Las becas siguen siendo pocas, al menos en nuestras áreas.
Pese a honrosas excepciones como la puesta en marcha de esta infraestructura, ¿se sienten un hermano pobre respecto a las otras ciencias?
-Sí, pero no aquí en el País Vasco, sino en general, porque esta facultad siempre ha sido puntera en el ámbito de la investigación. Pero está claro que las humanidades no reciben tanto dinero como otras áreas. Hay muchas ayudas del ministerio que van enfocadas a áreas muy específicas de las ciencias, pero en nuestro caso no hay nada. Y tenemos que ir al saco común.
¿Qué ha supuesto para su grupo mudarse a unas instalaciones tan modernas como éstas?
-El grupo está trabajando desde hace muchos años, pero nunca hemos tenido ningún lugar fijo como éste. Cada cual trabajaba en su despacho y los becarios en su casa, así que ha sido una gran alegría. Todavía nos estamos situando y adecentando y rellenando el espacio con mobiliario y ordenadores, para lo que vamos a necesitar tiempo hasta final de curso. Básicamente, esto significa que los becarios que no tenían ningún lugar en la facultad para hacer su investigación ya pueden venir aquí y tener ese lugar. Y que nosotros los investigadores tengamos también un espacio amplio para hacer reuniones y todo lo relacionado con la investigación que antes no podíamos por falta de disponibilidad. Teníamos un problema de espacio muy grave.
¿Y qué ventajas aporta tener a otros grupos de investigación tan cerca, trabajando en este mismo edificio?
-Justo aquí al lado, por ejemplo, tenemos un grupo que trabaja en la historia medieval. Algunos especialistas nuestros a los que les interesan los datos vascos, por ejemplo la toponimia o las palabras que aparecen en los manuscritos medievales, ahora lo tienen muy fácil para intercambiar información y documentación. Se crean sinergias. Estando separados es más difícil, porque además hay una tendencia a aislarse más. Aquí se irá generando la tendencia contraria, es inevitable: Comentar más y compartir conocimientos. Además, este edificio va a dar cobijo más adelante a la escuela de máster y doctorado.
¿Qué puede aportar el Micaela Portilla a Vitoria, socialmente y desde el punto de vista del conocimiento?
-A los grupos que ya estábamos aquí nos va a dar una mayor comodidad, lo cual es de agradecer. Seguiremos haciendo lo que hemos hecho hasta ahora pero en mejores condiciones, lo cual supone que lo haremos de forma más agradable y que eso tendrá buenos resultados para todos.
¿El origen exacto de la lengua vasca sigue siendo un enigma?
-El origen del euskera siempre ha tenido interés, tanto aquí de forma más general como para los lingüistas de todo el mundo, porque es una lengua genéticamente aislada. Esto significa que no la hemos encontrado parientes como al español, que los tiene con el resto de lenguas románicas, cuya fuente es el latín. Tampoco está atestiguada la fuente del alemán, aunque sepamos que es hermano del inglés, del holandés e incluso del sueco. La conclusión es que todas estas tienen una fuente común, el protogermánico, pero que no está documentada ni creemos que se vaya a documentar nunca, porque debía estar hablado en un lugar y en una época en la que esa gente no conocía la escritura. Lo que pasa con el vasco es que esos parientes no se han encontrado, aunque se hayan hecho cantidad de propuestas en los últimos 150 años. Se la ha comparado con un montón de lenguas, pero eso no ha convencido a la mayoría de los lingüistas. No sabemos cuál es su fuente porque no tiene hermanos. La pregunta es... ¿de dónde viene el euskera? No lo sabemos porque no tiene familia.
Se dice que es la lengua más antigua de Europa.
-Esa es una afirmación que no tiene sentido, porque ¿qué significa la lengua más antigua de Europa? La pregunta es... ¿estuvo la lengua vasca en el sitio donde está ahora antes que el resto de todas las lenguas? Yo diría que sí, pero no sé si es la más antigua de Europa. Lo que sí ha ocurrido es que por algún factor tanto interno como externo, porque las circunstancias le fueron favorables en un momento crítico, la lengua vasca no se extinguió. Todas las lenguas, como las poblaciones, tienen boca de embudo, pero si logran pasarla tienen buenas expansiones. Por ejemplo, nadie hubiera dicho en el año 1.000 que el inglés fuera a dominar el mundo.
Por lo que se sabe a ciencia cierta, ¿dónde y cuándo se constata su presencia por primera vez?
-El origen del euskera está en donde tenemos los primeros testimonios, que son en la antigüedad, en los pirineos centrales y occidentales, en la época romana. Cuando la gente de aquí empezó a escribir, porque antes no sabía, empezó a dejar restos de la lengua que hablaban. Testimonio de texto escrito en vasco antiguo con claridad no hay ninguno. Lo que sí tenemos son nombres que claramente remiten al vasco que conocemos históricamente y que aparecen en inscripciones latinas, que se encuentran en los Pirineos, sobre todo en el norte. Pero la documentación antigua es escasita, y esa escasez hay que cubrirla con hipótesis y extrapolaciones.
Usted tomó parte en la comisión foral que concluyó que las inscripciones en euskera de Iruña Veleia eran falsas. ¿Cómo afectó este caso a la labor de los investigadores?
-Desde que esto es público, no he visto a ningún lingüista histórico ni a nadie que haya dicho que esas inscripciones sean verdaderas. Hay cuestiones que desde el punto de vista lingüístico son insostenibles, hay muchísimos problemas para aceptarlas. A mí este tema me afectó mucho, porque en buena medida nos obsesionó, y teníamos una opinión pública muy dividida. Además, recayó mucha responsabilidad sobre las espaldas de los lingüistas, cuando todavía hoy se sostiene bastante que los argumentos lingüísticos son de segundo nivel, y que los válidos son los de los laboratorios. Los laboratorios pueden decir algo, pero no pueden decirlo todo. Y a veces eso que dicen no valdrá para nada. Es un tema que ha durado muchísimo y no sé para qué. Aunque no es sólo en este caso, creo que la Justicia española está enterrada en papel.