Hoy se inaugura en Agurain un monumento a la memoria de José Marcos Sagasti Pérez de Mendiola, quien fuera durante 43 años, de 1863 a 1906, maestro en las escuelas de la villa. En realidad, se trata de una reinaguración, ya que ésta sería la tercera ubicación del mencionado monumento. En efecto, el agradecimiento de los antiguos alumnos de José Marcos Sagasti, a lo largo de su prolongada actividad docente, se tradujo en la iniciativa de erigir un monumento a su memoria, lo que acertadamente se hizo cuando su admirado maestro todavía vivía. Aquella primera inauguración tuvo lugar el 25 de junio de 1916, estando presente el propio Sagasti, quien moriría al poco tiempo, cuando contaba 77 años.

Este monumento constaba de un amplio e historiado pedestal, al gusto de la época, sobre el que se erigía el busto del maestro. Se ubicó en el patio de las antiguas escuelas, donde hoy se encuentra la escuela de música. Paralelamente, uno de sus alumnos, José María Azkarraga, había publicado una biografía de su maestro, que editó la Diputación de Álava. Posteriormente, cuando se construyeron las nuevas escuelas de Primaria en 1965, el monumento se trasladó al patio de esas nuevas escuelas, que precisamente se denominaron Marcos Sagasti, instalándose sobre un pilar más acorde con los tiempos. Tras la reforma educativa del Gobierno Vasco de 1993, que llevó a la integración en la red pública de algunas ikastolas, entre ellas la Lope de Larrea de Agurain, aquellas escuelas fueron incluidas en el nuevo centro público, que conservó el nombre de la ikastola. En un momento difícil de determinar, el monumento desapareció del patio de la ikastola, para ser hallado el busto de José Marcos Sagasti hace escasas fechas dentro de un saco en un almacén municipal.

El actual equipo de gobierno, con su alcalde Iñaki Beraza a la cabeza, ha promovido la restauración de este monumento al maestro José Marcos Sagasti, que será repuesto en la plaza que lleva su nombre, en el solar de las antiguas escuelas que él regentó.

José Marcos Sagasti Pérez de Mendiola nació el 7 de octubre de 1839 en Ullibarri Arana, en el seno de una familia de labradores. Fue el mayor de seis hermanos. A pesar de que por su primogenitura le hubiera correspondido quedarse con la labranza familiar, su padre y su madre vieron en él cualidades para el estudio, por lo que haciendo un notable sacrificio económico le procuraron la opción de estudiar. Ya su tío, don José Pérez de Mendiola, que era el párroco del pueblo, les había aconsejado que destinasen a su hijo al estudio y, así, él mismo comenzó a enseñarle gramática latina cuando tenía 12 años. Se dio la circunstancia de que al poco tiempo quedó vacante la plaza de maestro de la escuela del pueblo, por lo que el jovencísimo José Marcos recibió el encargo de dar clases a quienes hasta hacía poco tiempo habían sido sus condiscípulos. Esta situación duró seis meses, hasta que un nuevo maestro llegó al pueblo, y José Marcos pudo volver a los estudios de gramática con su tío.

Al poco tiempo quedó vacante el puesto de maestro en Atauri, con un salario de 170 pesetas al año, al que se presentó José Marcos, siendo aceptado. A los dos años, a la vista de su excelente trabajo, le fue renovado el contrato, ascendiendo su asignación en 40 pesetas. Tenía entonces José Marcos 14 años. Pasó luego a la escuela de Onraita, ganando 10 pesetas menos al año, pero con la oportunidad de recibir clases de gramática del párroco de allí, don Francisco Arrieta. El contrato era por dos años, pero al año estaban los vecinos tan contentos de su labor, que acordaron aumentar su anualidad en 40 pesetas. Al acabar sus dos años en Atauri obtuvo plaza de pasante en un colegio de Bilbao. Su intención allí era la de aprender, ya que por sus servicios no percibía más que 10 pesetas al mes, además de la alimentación y la limpieza de la ropa. Aunque le fue aumentada su asignación a 20 pesetas al mes, Sagasti decidió que debía consolidar su formación, por lo que ingresó en la Escuela Normal Superior de Maestros de Vitoria, cuando contaba veintiún años de edad.

Tras tres cursos en la Escuela de Magisterio, José Marcos Sagasti, ya con su título de maestro, se enteró de que había una plaza vacante en la escuela de Salvatierra, presentándose a la correspondiente oposición, en la que obtuvo el segundo puesto. Pero ocurrió que el ganador renunció a su plaza, por lo que Sagasti recibió él el nombramiento. De esa manera, a comienzos del curso de 1863, el maestro Sagasti recaló en Salvatierra para hacerse cargo de su escuela, con 1.100 pesetas anuales de sueldo y vivienda. José Marcos Sagasti encontró la escuela de Salvatierra en un estado deplorable en todos los sentidos, tanto materiales como de nivel educativo. Sagasti se empleó con todas sus capacidades en revertir esa situación. Trabajó no sólo en la instrucción de sus alumnos, sino también con las familias de los mismos y con las autoridades municipales. Su esfuerzo bien pronto se vio reflejado en resultados, no sólo académicos, sino también en conseguir entre la sociedad aguraindarra prestigiar la necesidad de que sus hijos recibiesen una adecuada educación.

Fueron tres generaciones de aguraindarras las que pasaron por su escuela, entre 1863 y 1906, a las que Sagasti libró del analfabetismo y la ignorancia. El aguraindarra José María de Azkarraga, antiguo alumno de José Marcos Sagasti, afirma en la biografía de su maestro que desempeñó su tarea “sin que en esa larga vida del Magisterio haya dispuesto de quince días de vacaciones, de esparcimiento, de descanso a una fatiga corporal e intelectual tan penosa”.

Poco más de un año después de instalarse en Salvatierra, que sería su pueblo ya para siempre, José Marcos Sagasti , que contaba entonces con 24 años, contrajo matrimonio con Lorenza Pérez de Landazabal, de 19 años de edad. Tuvieron siete hijos, uno de los cuales, Ramón, fue un notable músico, organista de las parroquias de Salvatierra. José Marcos Sagasti falleció el día 24 de diciembre de 1916, a los pocos meses de la inauguración del monumento en su homenaje.

El monumento En la primera inauguración del monumento intervino el homenajeado, pronunciando emotivas palabras que conservamos en el excelente archivo municipal de Agurain. “Yo me veo rodeado -dijo- de todos vosotros en este día solemne en que por vuestras atenciones y cariñosas deferencias, paréceme que me hallo en familia, como cuando un padre amante se rodea de sus hijos amadísimos; porque lo que mis ojos ven y mis oídos oyen y sienten y conmueve todo mi espíritu, no cabe ya en inteligencia tan pobre como la mía, ni hubiera podido jamás fantasear mi pobre imaginación”.

Este monumento, que fue tasado en cinco mil pesetas, fue costeado por los antiguos alumnos. Sin embargo, al parecer, no se llegó a cubrir tal cantidad, por lo que el 1 de septiembre de 1917, Luis Azkarraga Urmeneta, farmacéutico como su padre Domingo Azkarraga, y hermano del biógrafo del maestro de ambos, José María Azkarraga, escribió una carta al entonces alcalde, Antonio Ibáñez, relativa al monumento que se había erigido en Salvatierra a la memoria del maestro José Marcos Sagasti, más concretamente en relación a su financiación. A este respecto, Luis Azkarraga expresa que los gastos totales “tuvieron que ser cubiertos con una nueva suscripción entre los más entusiastas y cierta apatía verdaderamente incomprensible aunque característica y específica en nuestros paisanos”.

Sin embargo, en la misma carta, Luis Azkarraga da testimonio de que los funerales de su maestro fueron “una verdadera e imponente manifestación de duelo que nunca vio ni verá el pueblo de Salvatierra”. En carta dirigida a la familia del maestro tras su muerte, sus antiguos discípulos recordaban que “el respeto, el reconocimiento de su desinteresada labor, la dulzura de su palabra el carácter propio de quien en todo momento sólo ansiaba la felicidad de sus relaciones hicieron que sus discípulos, siempre reconocedores de su ardua labor desplegada sin cansancio y sin el menor desaire, arrastrasen todo obstáculo hasta ver colocada para gloria inmortal, sobre un modesto pedestal, con la solemnidad nunca superior a sus méritos, la figura más noble, la figura más grande, la figura más merecedora de recompensa mientras los pueblos sean pueblos”.

Sin duda, aquellos agradecidos aguraindarras, como sus descendientes que aún conservan su recuerdo, se sentirán gozosos de esta reposición del monumento a su maestro, al cumplirse el centenario de su fallecimiento. El monumento se reinaugurará hoy domingo a las 12.00 horas en la plaza que lleva su nombre, en la calle Zapatari.