Logroño - El tema de las singularidades de los vinos está encima de la mesa, se está trabajando intensamente, pero todavía desde el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Calificada (DOC) Rioja “no podemos decir nada porque aún no ha pasado el trámite del pleno, aunque hace dos semanas tuvimos reuniones durante toda la semana”. Así lo confirma el presidente del órgano regulador, José María Daroca, quien afirma a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA que el Consejo quiere sacar cuanto antes el tema adelante, pero hacen falta 151 votos “y aquí somos partidarios de querer llegar a acuerdos, a tomar una decisión con el mayor consenso posible, porque si tú llegas a un acuerdo con el mayor consenso siempre hay menos problemas”, señala.

Ésa es la única declaración que se hace ante la aspiración de Rioja Alavesa, pero también de otras zonas, incluso dentro de La Rioja, de poder presentarse en los mercados con una identificación más concreta del territorio donde se produce el vino. Pero ésta no es la única cuestión que en los últimos meses ha tenido en candelero al Rioja y a su Consejo Regulador. No en vano, este año la naturaleza ha sido caprichosa y ha convertido en viral las imágenes de los viñedos con el suelo cubierto de racimos tirados o de máquinas vendimiadoras tirando en fincas cientos de kilos de uvas vendimiadas.

Eso es algo que se venía haciendo, aunque en Rioja Alavesa los últimos años han resultado cortos para llegar al cupo y la incidencia de tener que tirar ha sido más bien excepcional. Hasta este año. Y todo porque nadie se imaginaba que fuera a darse una producción tan enorme como ha sido ésta. La realidad es que la calidad sólo se puede garantizar mediante el cumplimiento del Reglamento de la DOC y así lo ve, como no puede ser menos, José María Daroca, actual presidente del Consejo Regulador de la Denominación Calificada Rioja. Éste explica que el proceso para garantizar la calidad y el buen funcionamiento se hace desde que se comienza a podar. Desde ese momento hay unos controles, hay unas yemas que se pueden dejar por cepa: unos 12, otros 19, otros dejan 8? Luego viene el cuajado. “Hay unos años que viene bien, otros regular, pero eso depende de la naturaleza, no de nosotros, y cuando llega el momento que el grano se ve limpio hay gente que empieza a tirar uva porque considera que debe hacerlo así”.

Todos esos controles dependen del viticultor, aunque el Consejo permanece atento y de hecho vigila desde la poda porque el número de yemas está marcado por el Reglamento y el Consejo puede levantar un acta si no se ajustan a lo establecido, ya que afecta a la productividad. Los veedores -nombre que se da al personal encargado de los controles- también vigilan el cuajado y la floración, y todo queda reflejado en informes por zonas. También hay muchos casos en los que son las propias bodegas las que establecen el número de yemas, porque le dicen al viticultor cuántos racimos de uvas quieren por cepa y al viticultor que les vende a esas bodegas le es más rentable hacerlo así, porque luego económicamente le interesa.

En el caso de que los veedores aprecien que hay demasiadas yemas o racimos, envían una carta al agricultor en la que hacen una estimación de los kilos que puede obtener por hectárea. “Si éste tira las uvas sobrantes y los veedores vuelven a inspeccionar y se cumple el Reglamento, nadie te dice nada”. Pero si le han mandado tirar uva y se estimaba que podía haber 12.000 kilos por hectárea -y a pesar de la carta sigue teniendo esa cantidad- el Consejo descalifica toda la parcela.

El Consejo, afirma José María Daroca, “no ha descalificado a nadie las uvas ni con 7.000, ni con 8.000 kilos, ni con 9.000 kilos, porque cuando se avisa al viticultor se le da un margen del 125 más un 10% más del rendimiento establecido, que es lo que dice el Reglamento. Otra cosa son los rendimientos abusivos”.

Este año, por ejemplo, ha sido una excepción. “En agosto nadie pensaba, incluido yo, que iba a salir tanta uva. De hecho ya habíamos comentado que no íbamos a llegar al cupo. Estando en un viaje me vendimiaron una viña que tengo muy vieja, de vaso, y cuando me dijeron que habían llenado la bañera no me lo creía. Cuando vi que era verdad porque me mandaron los albaranes dije ¡qué Dios nos pille confesados!”.

En esa situación influyeron algo las lluvias caídas en mayo, pero el elemento fundamental fue que durante todo el invierno el suelo había acumulado humedad suficiente “y como la vid es muy agradecida el cuajado y la floración fueron magníficos”. La productividad de este año ha sido del 180% ó 190%. El empujón final fueron las lluvias de septiembre, “que no fueron abundantes, alrededor de 20 litros, y otro poco en la primera de octubre, tres o cuatro días de agua”, circunstancias que fueron suficientes para incrementar la producción al menos un 10% más.

Las uvas, por los suelos Al final, lo que ocurrió es lo que se ha convertido en una de las imágenes del verano, aunque desde el Consejo se advierte una cierta manipulación. Los comentarios “han sido de lo más variopinto. En esta vida todos somos médicos, todos somos ingenieros, todos somos pilotos”, comenta Daroca. “Si el Consejo aplicase al cien por cien el Reglamento iríamos apañaditos”. La medida que se tomó ante ese exceso de producción fue aconsejar a los viticultores que no se dejasen en las cepas los racimos sobrantes, que se arrancaran y se tirasen al suelo.

“La razón es que por encima del Consejo Regulador está el Ministerio de Agricultura, y si vienen para hacer una inspección y te ven las uvas eso para ellos significa que esa viña no la has vendimiado, y por lo tanto te sobran esas uvas en la cartilla y te las quitan. Ante eso, lo que el Consejo recomienda es que se tiren las uvas, porque es una forma de explicarle al Ministerio que se ha vendimiado lo bueno, y lo menos bueno es lo que se ha tirado”, subraya. “¿Quién va a negarlo? Yo, que he sido uno de los primeros en tirar uvas, las cargaba en la bañera y las tiraba en una finca yeca. Lo que no puedes hacer -explica con enfado el presidente del Consejo- es hacer un vídeo basculando todas las uvas allá en la viña”.

Daroca reconoce, y conserva un vídeo, que el año pasado tuvo que tirar uva, por eso se pregunta “¿qué queremos, coger y vender todas las uvas y haberlas metido todas este año?”. De esa manera “el año que viene las uvas se cobrarían a 30-40 céntimos, y así el siguiente y el siguiente”. Por eso considera que siempre será mejor tirar la uva sobrante, coger el cupo que permite el Reglamento y cobrar unos precios que son bastante dignos, entre los 85 céntimos a un euro y pico. “Siempre será más digno eso que vender a 30-40”.

Daroca pide también mantener un equilibrio y cita que los otros consejos del Estado le dicen que en el Rioja se vive bien, porque “se cobra de maravilla y opina que con eso se puede vivir dignamente”. Pero para eso es necesario cumplir el reglamento, y éste fija las producciones. “Esta campaña que ha habido, salir con esto a los medios cuando era algo que se había producido en años anteriores, ha estado claramente hostigado y dirigido”, y reprocha que los medios de comunicación se hayan hecho eco de lo que sucedía en el Rioja, cuando también estaba pasando en otras denominaciones: “en una Denominación han descalificado a 300 parcelas. Aquí se han descalificado unas 30 hectáreas”.