cuando la ciudadanía vitoriana oía hablar de las andanzas de los pichis en Bilbao, recordaba con preocupación los episodios locales vividos con los bartolos y agradecía que los sucesos relacionados con el clan gitano afincado en la capital alavesa se hubieran relajado. Pero el problema se ha extendido y ha llegado ya a Gasteiz. Varios miembros del colectivo romaní, entre 15 y 20 según los vecinos que llevan la cuenta, hicieron las maletas el pasado verano y se plantaron en Abetxuko. Se desconocen los motivos exactos de la mudanza, aunque todo apunta a que se trató de un destierro por sentencia gitana, mucho más rápida y efectiva que la justicia ordinaria.
Los enfrentamientos intrafamiliares no están bien vistos por los patriarcas gitanos, encargados de aplicar su ley. Cuando se producen, suelen ordenar que se ponga tierra de por medio para evitar que la situación pase a mayores. Aún no ha trascendido cuál fue el motivo exacto de las desavenencias, pero según constatan fuentes policiales que siguen de cerca sus pasos, dos de los integrantes del clan bilbaíno recibieron el mandato de alejarse. En principio, se envía a alguien fuera de la comunidad por no cumplir los acuerdos dados por los ancianos o por faltar a las leyes gitanas. Un capítulo de la historia reciente de Vitoria recuerda cómo uno de los miembros del clan de los bartolos, hijo de La María, fue desterrado seis meses de Vitoria después de que se produjera un oscuro episodio, con disparos de revólver incluidos, entre él y el anterior responsable de la asociación gitana Gao Lacho Drom, Bartolomé Jiménez. En resumidas cuentas, estas medidas no se aplican a la ligera.
Puesto que uno de los afectados mantiene lazos familiares con una de las hijas de La María, matriarca de los bartolos, tuvo claro que 62 kilómetros eran una distancia más que suficiente. Cuando uno de sus amigos, okupa de una casa en el barrio de Abetxuko, les ofreció las llaves de la vivienda, ni se lo pensaron. Reunieron a su grupo de allegados y pusieron rumbo al número 54 de la calle de El Cristo. Y haciendo honor al nombre de la vía, desataron un torbellino.
Abetxuko, por su idiosincrasia, reaccionó rápidamente a la llegada de los nuevos vecinos. Les mantuvo en observación y comenzaron las reuniones, discretas. Pero en cuanto se produjo el intento de robo en la panadería del barrio, saltaron todas las alarmas. El pueblo se unió y comenzaron las protestas. Vieron que trataban de ocupar más casas y tapiaron los accesos. Los vigilaron y la tensión creció hasta los límites actuales, de gran crispación. En la zona no se habla de otra cosa y aunque se respira un ambiente aparentemente calmado, se tiene la impresión de que en cualquier momento pueden llegar los enfrentamientos.
Abetxuko no es Atxuri. Los vecinos del barrio gasteiztarra están mucho más cohesionados que los de Bilbao. Principalmente porque la idiosincrasia de esta esquinita de Vitoria siempre ha sido ésta y porque en la capital alavesa aún no se han producido altercados tan graves como los vividos en la provincia vecina. Allí, en la zona de Ollerías, se vive con miedo a los pichis desde hace muchos años. Insultos, amenazas, agresiones físicas, robos... La lista de los delitos cometidos por miembros del clan en Bilbao es interminable. La Policía Municipal responde en la medida de sus competencias, pero no es suficiente.
Las ya habituales protestas callejeras de los vecinos han escalado enteros y han llegado al debate municipal dentro del Consistorio bilbaíno. Esta misma semana, el grupo municipal del PP emplazaba al equipo de gobierno a “elegir entre los pichis y los vecinos” de Ollerías. Parte del discurso de los populares apunta a que los menores del clan gitano se hallan en flagrante situación de desprotección “y abocados a una vida de delincuencia”. Los representantes del grupo municipal conservador realizan este apunte debido a que el modus operandi del clan, en lo que a robos en pisos, locales y tirones de bolsos atañe, implica que los mayores dirigen y los menores ejecutan. Una medida inteligente y que demuestra un elevado grado de organización, ya que las consecuencias penales para los menores de edad nunca son tan estrictas como las contempladas para los adultos. Sin embargo, las actividades del grupo no de detienen ahí. También trapichean con droga, según desvelan fuentes policiales consultadas por este diario.
En Bilbao, al margen de un incremento de la consabida presión policial -ya existe vigilancia durante las 24 horas- y de la instalación de cámaras de seguridad, ya se emplaza al Ayuntamiento a cortar el grifo de las ayudas sociales a los pichis. También se solicita que los servicios jurídicos municipales defiendan, gratuitamente, a los vecinos afectados. En tercer lugar, se propone apretarles las tuercas desde el punto de vista legal y que se inspeccione si la lonja en la que viven, ubicada en la calle Ollerías y en la que habitan 10 adultos y 16 menores, reúne todas y cada una de las características requeridas por el Consistorio bilbaíno. Y todo ello pese a que todos los vecinos afectados y los agentes los conocen personalmente.
miembros. Los vecinos de Abetxuko calculan que entre 15 y 20 miembros del clan de los ‘pichis’ residen actualmente en la casa ocupada de la calle de El Cristo .
personas. En Bilbao, los vecinos llevan la cuenta de todas las personas que viven en la lonja de Ollerías. 10 adultos y 16 menores. No obstante, algunos de ellos se están desplazando a Vitoria.