En la naturaleza la simbiosis es una forma de supervivencia que permite sacar provecho de la vida en común debido a la estrecha asociación entre organismos de diferentes especies. En Álava, por ejemplo, no hace falta irse muy lejos de su capital para contemplar cómo la unión hace la fuerza gracias a este tipo de relaciones productivas, ya que a unos 12 kilómetros de Vitoria, en la localidad de Trespuentes, se ha conseguido sacar del abandono al Monasterio de Santa Catalina gracias a una Corporación municipal sensibilizada con su patrimonio, con una visión clara de que aquellos restos perdidos entre la espesura de la sierra de Badaia podían ser aprovechados como un bien cultural que debía ser conocido. Un motivo de peso por el que se decidió dar un paso más en 2012, cuando arrancó su Plan Director, que se ha convertido en el ejemplo de la simbiosis perfecta, al haber entendido como una unidad sus ruinas medievales, su impresionante muestra botánica (que incluye especies de los cincos continentes) y su entorno.

Pensar de esta forma ha logrado una completa rehabilitación, respetuosa con el aspecto original del edificio religioso (debido a sutiles intervenciones, como la aspillera recuperada en madera de pino) y con el medio ambiente, como es el caso de un laberinto de sendas perfectamente integrado en el entorno, además de todas esas especies vegetales que se han conseguido recuperar gracias a este tipo de actuaciones que, en definitiva, han conseguido reverdecer este lugar con “una enorme evolución en poco tiempo”. Así, al menos, la califica el Gobierno Vasco, quien el próximo 21 de septiembre ha decidido entregar al Jardín Botánico de Santa Catalina el Premio Turismo a la Competitividad por la trayectoria seguida desde su inicio en 1999 como mero proyecto y, sobre todo, desde la elaboración de esa hoja ruta en 2012, que ha hecho de él “un recurso turístico de primer orden, no sólo a nivel municipal y provincial, sino también autonómico”.

Es por ello que el alcalde de Iruña de Oca, municipio que fue máximo impulsor de este proyecto, no oculta su satisfacción a la hora de hablar de lo que supone la obtención de este galardón. “Es un reconocimiento a la labor de muchos años, que empezó cuando el Ayuntamiento decidió en 1999 hacerse cargo del recinto, y que seguimos desarrollando hasta la fecha”, dice con orgullo el primer edil de Iruña de Oca, Javier Martínez, quien recuerda los esfuerzos que han aunado las cinco juntas administrativas que componen el municipio de Iruña de Oca, por haber permitido poner en valor “ese recurso que estaba ahí” para transformarlo en un nuevo foco de turismo. “Desde marzo, cuando se vuelve a abrir al público tras el parón invernal, hemos contabilizado casi 7.000 visitantes y los fines de semana logramos reunir 180 personas. Tenemos un 20% más de visitas respecto a las logradas en 2015”, detalla Martínez.

Subvenciones El primer edil es consciente de lo importante que han sido las subvenciones recibidas por las diferentes instituciones para poder promocionar el lugar o para que ese Plan Director contara con un presupuesto de 1,1 millones de euros para poder efectuar toda clase de intervenciones. Entre ellas, la consolidación de unas ruinas que hasta la rehabilitación permanecían aprisionadas por la hiedra, líquenes y demás elementos vegetales, o las que han mejorado las señales del lugar y las que han permitido descubrir nuevos atractivos, como el sistema de aljibes y canalizaciones de agua del antiguo convento. Un gran apoyo económico que ha conseguido que sus muros vuelvan a contar la historia de este mágico lugar, en el que permanecen desde el siglo XIII, cuando los descendientes de una de las familias más poderosas de Iruña de Oca, decidieron levantar una casa torre sobre la que poder divisar la Llanada en una época de revueltas feudales y de la que se decidieron mudar siglo y medio después, cuando hubo paz en la zona, para trasladarse a Vitoria, donde construyen la actual torre de doña Otxanda. Es entonces cuando decidieron ceder su antigua residencia a los jerónimos, quienes en 1407 levantaron en la zona un convento, donde permanecieron hasta 1472. A partir de ese momento pasa a manos de los agustinos, que fue la orden que construyó el monasterio de Santa Catalina, conservando la vieja torre, a la que adosaron una iglesia con su correspondiente claustro, en el antiguo patio de armas. Allí permanecieron hasta 1835, cuando tras la desamortización de Mendizábal los monjes se vieron obligados a dejar este recinto. Sus últimos “dueños” finalmente fueron las tropas del pretendiente don Carlos (carlistas), quienes ocuparon la fortaleza durante la primera Guerra Carlista y quienes tras su derrota decidieron incendiarla, dejándola en el penoso estado en el que se encontraba hasta que el Ayuntamiento de Iruña de Oca decidió hacerse cargo del proyecto.

Comenzaba así el resurgir de Santa Catalina de Badaia, con un jardín botánico que se abría al público en 2003, y con un ambicioso Plan Director desde 2012, que en su primera fase se propuso la consolidación de unos muros, que para rehabilitarlos, además de las subvenciones, han tenido otro pilar fundamental: los parados del municipio que se han encargado de reformar lo que quedaba del edificio medieval. “Ahora ha habido seis personas que venían del mundo de la construcción y han estado trabajando aquí y además con buen resultado”, dice Martínez. No es la primera vez que así pasa, puesto que el ayuntamiento llegó a crear una empresa para dar trabajo a los vecinos parados en el jardín botánico y creó una escuela taller. “Hemos llegado a tener picos de más de 20 personas cada año trabajando en la recuperación del espacio. El interés social del proyecto es casi más importante que el turístico”, remarca el alcalde de Iruña de Oca, quien recuerda que la gestión del jardín, por ejemplo, se concede a Sidálava, por lo que su mantenimiento corre a cargo de personas en riesgo de exclusión social (cinco permanentes y 200 de manera intermitente). “Tenemos un convenio con esta asociación para la gestión del jardín”, recuerda Martínez. Las manos de estos trabajadores ha hecho posible también que la hoja de ruta esté, como dice, muy avanzada. “Se ha completado al 80% y sólo queda la construcción de los siete jardines secretos”, dice el alcalde de Iruña de Oca en referencia a estos siete espacios diferentes que evocarán la arquitectura medieval a través de la jardinería, y que formarán parte de la segunda fase del Plan Director.