Vitoria - Casi todo el mundo conocía al, por el momento, presunto asesino. Aunque fuera de vista. Prácticamente todos los vecinos que ayer por la mañana pasaban por la calle Nueva Dentro tenían alguna referencia sobre quién era el protagonista de la truculenta historia criminal que corría de boca en boca y señalaban sin dudarlo el portal en el que residía. “Menudo revuelo que se ha montado en un momento”, comentaban al observar la llegada de varios coches patrulla y agentes que acordonaban un largo tramo de la calle con cintas de plástico.

Mientras algunos se limitaban a comentar lo tranquilo que parecía el hombre en cuestión y la sorpresa que había generado en el barrio conocer que convivían con un presunto asesino, otros manejaban todo tipo de detalles sobre el arrestado y su familia. Dos partes de verdad y una de especulación. El bar que quedaba justo al borde del territorio policial, o mejor dicho su terraza con vistas a la entrada y salida de ertzainas, se convirtió en el epicentro del reparto de información. A medida que se iban revelando nuevos y cada vez más siniestros detalles de lo ocurrido, los vecinos se reconocían más sobrecogidos por la sorpresa.

Nadie justificaba lo que había sucedido, pero algunos señalaban que era necesario situar los hechos en el contexto vital del detenido para entender lo ocurrido. Una vida dura, marcada por la adicción al alcohol y a las drogas. Un hermano muerto, otro encarcelado. Una madre muy mayor y afectada por la fatalidad que ha perseguido a sus hijos... Un entorno familiar y un lugar en los que las tragedias y los sucesos violentos encajan mejor que en las historias de equilibrio y éxito social.

Lo habitual era verle deambular por la zona. A cualquier hora. Por las mañanas con un perro o con una bici. Por las noches, en los bares. A veces en compañía de mujeres que nadie parece acertar a identificar. Aseguran que se le solía ver con una chica que andaba con muletas. Podría tratarse de su pareja, según algunos. En todo caso, no coincide con la edad de la víctima, de la que ha trascendido su historial de adicciones, tan largo como el de su agresor. Tanto ella como él eran viejos conocidos de los agentes, quienes también tienen grabada en la memoria la dirección del arrestado a causa de las innumerables veces que han acudido allí por denuncias de ruidos, de discusiones a gritos, de follón...

De las declaraciones realizadas por los vecinos ante la Ertzaintza se deduce que no existían vínculos afectivos entre agresor y víctima. De ahí que ayer, el portavoz del Gobierno Vasco Josu Erkoreka manifestara que “no se conocen datos ciertos e irrefutables sobre la relación que unía a ambos”. “Ésta es la información que la Ertzaintza ha recogido de los vecinos del entorno, pero que deberá confirmarse o desmentirse a lo largo de la investigación judicial” apostillaba el portavoz.

carácter voluble En lo que parecían coincidir bastantes vecinos es que se trataba de una persona fría. Una cualidad que a muchos no les cuadraba con un arranque de violencia extrema ni con un asesinato a golpes, pero que a otros les encajaba perfectamente con la mentalidad necesaria para desmembrar un cadáver con la intención de ocultar un asesinato. Otros, por contra, le recordaban siendo objeto de un arranque incontrolado de ira, como cuando lanzó las cosas de alguna expareja suya por la ventana. Del relato de los residentes se desprendía que, en función de la hora del día y de la situación personal del arrestado, su carácter se manifestaba más o menos controlado. Una montaña rusa emocional que, según su gélida confesión ante los agentes de la Ertzaintza en comisaría, desembocó en un golpe tan certero como mortal.

Al parecer, el detenido no era el único de la familia con problemas derivados del consumo de estupefacientes. Varios testigos aseguraban que cuando su hermano salió de la cárcel se le veía por la zona con señas inequívocas de hallarse bajo los efectos de los estupefacientes. En alguna ocasión anduvo por el barrio tratando de vender cadenas de oro de origen incierto, pero hace ya algún tiempo que no se le ve por el Casco Viejo. Cuando se encontraba interno, los residentes en la zona recuerdan que su madre, quien aún vive -en Lakua- le hacía visitas y le llevaba lo que podía o lo que su hijo le pedía. También mencionan que otro de los hermanos falleció, aunque de eso hace ya bastante tiempo.