Moreda de Álava - En el marco de las actividades de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), la localidad de Moreda de Álava acogió la primera de las ponencias de la sección de Nutrición, que estuvo dedicada a la evolución del olivar en Rioja Alavesa. La clase magistral fue impartida por Fernando Martínez Bujanda, promotor del impulso del aceite en esta comarca y primer presidente de Maora, la Mesa del Aceite y del Olivo de Rioja Alavesa.

En su intervención recordó que esta comarca está compuesta por 15 municipios y 22 poblaciones y que su extensión agraria es de 20.000 hectáreas. En ellas, el viñedo es el principal cultivo, con más de 13.000 hectáreas, seguido del cereal. En tercer lugar está el olivo, con unas 500 hectáreas entre árboles productivos e improductivos. Aunque la extensión del olivar no es muy grande, lo cierto es que la presencia de esta especie está documentada desde la época de la dominación romana. Sin embargo, no fue hasta 1568 cuando aparecieron una serie de disposiciones sobre los olivares en las Ordenanzas municipales de Oion. Aparte, en el Diccionario Histórico-Geográfico del País Vasco en el año 1808 aparece la producción de aceite de Rioja Alavesa, con un total de 4.250 cántaras (68.000 litros) siendo Oion (1.000 cántaras), Moreda (800) y Iekora (740) los municipios más productores. Pocos años después (en 1858), Pascual Madoz, de la Real Academia de la Historia, volvió a dar datos de producción. Entonces se elaboraron 68.320 litros, gracias a los árboles de unas 400 hectáreas.

A finales del siglo XIX comenzó un fuerte repunte de este cultivo ampliándose la superficie hasta las 720 hectáreas y los 130.000 litros de producción. Por esa época aparecieron las plagas del oidium y la filoxera en el viñedo, cuya superficie cayó de 12.588 hectáreas a 325 hectáreas, lo que derivó en el repunte de la superficie de los olivares, que llegó hasta las 1.000 hectáreas. No obstante, la mosquilla y la negrilla destruyeron, poco después, multitud de árboles.

La puntilla al olivar llegó a mediados del siglo XX. Por un lado, por el crecimiento del viñedo, pero también por el racionamiento impuesto durante la Guerra Civil y por la obligación de entregar el aceite al Estado. También ayudó a finiquitar el cultivo la venta de leña de olivo para las calefacciones de Logroño, que terminaron por arruinar el negocio.

Martínez Bujanda hizo un balance del estado del olivar, que en la actualidad ocupa una superficie de 500 hectáreas, de las que tan sólo 203 son de olivos viejos. El resto se ha plantado a partir de 2003. De ese olivar viejo, en Moreda hay 74 hectáreas; en Lantziego, 63. Oion, por su parte, cuenta con 43. El resto se reparte por otros municipios de la comarca.

El comienzo de esta nueva y floreciente etapa para el olivo alavés se remonta al año 2003, cuando Adora (Asociación del Olivo de Rioja Alavesa) impulsó la plantación de cerca de 100 nuevas hectáreas. Posteriormente, desde 2013 se han añadido otras 62 de la mano de Proyecto Oleum y de la Mesa del Aceite y el Olivo de Rioja Alavesa (Maora). Tras este impulso, Moreda cuenta con un total de 97 hectáreas dedicadas al olivo; Lantziego, con 86; Oion, con 53; y Iekora, con 34 hectáreas. Entre esos municipios acaparan el 75% del olivo de la comarca.

En cuanto a producciones, Fernando Martínez Bujanda desveló que la molturación en el trienio 2007-2009 fue de 351.000 kilos anuales de media cada año. En el siguiente trienio se produjo una caída importante, ya que entre 2010 y 2012 la producción media fue de 182.000 kilos de olivas debido, fundamentalmente, a las bajas producciones de 2011 y 2012. Sin embargo, entre 2013 y 2015 la producción media fue de 408.000 kilos, con un total de 550 titulares de olivos registrados, lo que muestra una estabilización del sector.

Mérito de esa estabilización es que “desde hace 15 años los propios olivicultores y diferentes agentes e instituciones han unido esfuerzos para el mantenimiento y la recuperación del olivar de Rioja Alavesa, apostando siempre por la calidad”, según valoraba el que fuera primer presidente de la Mesa del Aceite y el Olivo de Rioja Alavesa. Y elemento fundamental para lograrlo han sido los trujales, la aparición de Adora, el Plan Estratégico del sector, el Proyecto Oleum, el Label de calidad y, finalmente, Maora (la Mesa del Olivo).

En la ponencia expuesta en los Cursos de Verano de la UPV en Moreda, Martínez Bujanda detalló que en la actualidad hay en Rioja Alavesa cuatro trujales. Dos de ellos llamados tradicionales (prensas), con sistema de prensas y capachos, como el trujal de propiedad municipal de Lantziego y el cooperativo de Oion. Hay otros dos con el sistema moderno (centrifugado), como son el Trujal Almazara de Oion y el cooperativo de Moreda de Álava. Este último, además, muestra los dos sistemas de prensado. También se conservan restos de trujales familiares en Moreda, de la familia Ceballos; en Barriobusto, en el seno de la familia Gaona; en Lapuebla de Labarca y en otras localidades. Martínez Bujanda aseguró que “sin la supervivencia y el hacer de estos trujales hasta la actualidad, es fácil que en estos momentos no estaríamos hablando del aceite de Rioja Alavesa”.

Otro elemento fundamental para el aceite ha sido la asociación Adora, que nació en el año 2000 con el propósito de promocionar, desarrollar y defender el olivar en la comarca. Desde 2005, también se ocupó de la comercialización. La asociación partió de una producción limitada, sin estructurar, con prácticas tradicionales de cultivo y con un alto porcentaje de autoconsumo. Sin embargo, “su labor hasta el año 2012 ha sido encomiable, para el olivar y el aceite de Rioja Alavesa”.

Otro de los pilares de este relanzamiento fue el Plan Estratégico aprobado en el año 2005 y en el que se involucraron el Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Álava, Mendikoi, Neiker, Fundación Kalitatea, Adora y los trujales de Rioja Alavesa. El plan nació “con unos objetivos muy pretenciosos” como aumentar la producción, mejorar las técnicas de cultivo, facilitar el acceso de los jóvenes a las explotaciones, potenciar el compostaje de los residuos de los trujales, potenciar una estructura de servicios al sector, posibilitar el uso de la maquinaria en común, potenciar el riego por goteo, reducir el autoconsumo de aceite e, incluso, planes de formación, entre otras medidas. A pesar de lo ambicioso del plan, “la experiencia me ha demostrado que los planes realizados desde los despachos, con demasiada filosofía, son poco realistas”, señaló el ponente.

Nuevos proyectos Mejor aplicación práctica tuvo el Proyecto Oleum, una iniciativa puesta en marcha por Diputación y Gobierno Vasco en el año 2009 con el objetivo de interrelacionar ámbitos tan diversos como la agricultura, la sociedad, el medio ambiente y el comercio o el desarrollo sostenible. Ese proyecto estaba dirigido a la mejora de calidad de vida de personas con discapacidad y reclusas a través del cultivo del olivo en Rioja Alavesa, rehabilitando suelos degradados como se hizo con el antiguo vertedero de Oion, en el que se plantaron decenas de olivos.

A estos elementos se sumó una vieja aspiración de quienes habían apostado por la potenciación del aceite: el logro del Label de calidad, puesto en marcha en 2009, aunque fue en 2012 cuando se certificaron los primeros 4.000 litros de aceite de oliva virgen extra. El Label se logró bajo la supervisión y dirección de los técnicos de HAZI, con mejoras en trujales y maquinaria, fundamentalmente en Moreda, con charlas, visitas a otros trujales y con el consenso en torno al reglamento. “No cabe duda que todos estos trabajos y estos cuatro años de dedicación han conseguido que la calidad de nuestro aceite sea prioritaria en nuestros olivicultores”, afirmó Martínez Bujanda.

El último eslabón de esta secuencia fue la creación de Maora. Se estaban poniendo en marcha tantas iniciativas que se hacía necesario “articular un espacio de trabajo conjunto en el que a base de reflexión, debate y discusión, fuese posible establecer una estrategia de cooperación”. Por ello se puso en marcha con un criterio de independencia, con la más amplia representatividad y con unos objetivos muy claros: “Revalorizar el olivar y el aceite, colaborar en la recuperación de la cultura del olivar y propiciar la producción de un aceite de calidad diferenciada ligado al patrimonio cultural, la responsabilidad medioambiental y la social”.