Es domingo en Egiriñao. A mediodía repican las campanas de la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, un templo que se encuentra en las faldas vizcaínas del Gorbea a la altura del refugio del club de montaña Juventus. Pero el redoble ya no llama a la misa dominical que antiguamente se oficiaba en ella para los pastores. Es día de celebración de la palabra, un acto en el que también se ora y se lee, sólo que la persona que lo preside no lleva el típico hábito. “Antes venía siempre un sacerdote, pero como ahora no hay celebramos la palabra con los que estamos, entre los cofrades y la gente de los refugios. Todo el mundo participa con la mayor normalidad”. Y todos los que allí honran a la patrona de Vitoria son laicos, como el autor de estas declaraciones, el abad de la Cofradía de la Virgen Blanca, Ricardo Sáez de Heredia, al frente de esta hermandad alavesa invitada desde 2005 a participar el primer domingo de junio en la Fiesta del Refugio, después de que en 2004 se cumpliera el 50 aniversario de la colocación de la talla de la Virgen Blanca en ese lugar.
La presencia en pequeñas parroquias de personas sin alzacuellos en el altar ante la ausencia de presbíteros es cada vez más habitual, sobre todo en las de las áreas rurales, como las de la Llanada alavesa, como ejemplifica el abad de la Cofradía “en pueblos como Albéniz o Gauna”. Un tipo de organización que podría aliviar la falta de vocaciones y que cobra mayor importancia a raíz de las últimas declaraciones del Papa Francisco del pasado 12 de mayo en las que anunciaba la creación de una comisión oficial para estudiar si las mujeres pueden ser también diaconisas. Una figura que hasta el propio San Pablo nombra en sus carta a los romanos y que, según el Concilio Vaticano II, tiene como funciones litúrgicas y pastorales “administrar solemnemente el bautismo o asistir al matrimonio”, entre otras.
Se trataría de un cambio relativamente suave y natural porque, en general, se entiende que la entrada de estas mujeres sería como restaurar algo ya presente en los primeros tiempos de la Iglesia primitiva, lo que engarzaría sin mayores dificultades con la tradición. “No estamos inventando nada con el tema de las diaconisas. Es volver a lo que ya se hacía en los inicios. Es recuperar una figura de servicio que ya está ejerciendo en muchos sitios. Otra cosa es que tenga titulación”, explica Sáez de Heredia, quien ilustra una vez más este hecho con sor Aurora Herrera, que ha dedicado su vida a los más necesitados y que acaba de ser nombrada Celedón de Oro.
También la hermandad que preside ha sido un ejemplo de normalidad a la hora de incorporar féminas en su tradicional procesión del Rosario de los Faroles o el haber nombrado a una mujer, Cristina Fructuoso, como primera abadesa de la Cofradía (1997-2000). Una apertura de la que están orgullosos y que sirvió de espejo para que en su día se resolvieran otros conflictos similares en este territorio, fruto de una “cultura cerrada”, como así la califica Sáez de Heredia, como fue la polémica de la cofradía de Sant Roque de Llodio desatada por el veto a la participación de mujeres en la comida anual que celebran el último domingo de agosto en el pórtico del templo. “Estamos hablando del siglo XXI y ahí no es la Iglesia la que pone frenos, sino que seguimos teniendo una sociedad machista”, opina el abad de la Cofradía de Nuestra Señora de la Virgen Blanca.
De igual manera piensa Blanca Aguillo, vicesecretaria de esta hermandad (un cargo que fue posible después de que otro abad de la misma Cofradía, Joaquín Jiménez, rompiera en su día la tradición de que sólo hubiera hombres en su Junta). “Estamos en el siglo XXI y el diaconado no tiene por qué ser masculino y más ahora con la carencia de vocaciones que hay”, afirma Aguillo, quien destaca “este primer paso”, una sorprendente apertura que ha anunciado el Papa de los hasta ahora infranqueables muros del Vaticano.
Enterrar en Bolivia Una iniciativa de “sentido común” para la delegada del servicio diocesano del laicado de Vitoria, Pilar Chasco. “Cualquier persona con dos dedos de frente en estos momentos diría lo mismo. Tengo la esperanza de que las cosas van a ir cambiando”, desea esta alavesa. Aunque en su servicio diocesano, que tiene una comisión de mujer laica, de momento no han tratado este tema. “No es que no nos preocupe. Ahora hemos centrado nuestros esfuerzos en los refugiados, pero el papel de la mujer en la Iglesia sería un tema a plantearse”, añade Chasco, quien en Bolivia ya ejerció como las antiguas diaconisas. “Allí, en un lugar donde no había nadie por orden del obispo, me tocó casar, enterrar y bautizar. Ibas allí con el agua bendita y acompañabas. No sé qué valor tendrá, pero igual para Dios es el mismo”.
Para el comunicador cristiano Vicente Luis García, lo verdaderamente importante de la oportunidad histórica que presenta ahora el Santo Padre no se trata de si diaconisas sí o si no, y si este puede ser el paso previo a la ordenación de las mujeres como sacerdotes, sino de la búsqueda de las fuentes para restaurar su autenticidad. “El tema prioritario es el papel del hombre y la mujer en la Iglesia”, insiste. Un regreso al pasado aconsejado siempre en la Iglesia en tiempos de dudas. “Seguramente si recuperásemos el tema de las iglesias domésticas pondríamos una parte de solución al tema de las vocaciones. Igual desde Vitoria nos podríamos hacer un planteamiento serio de dónde hacen falta mujeres”, precisa García, para quien esta recuperación del sentido originario se tiene que hacer en clave de servicio, no de poder, ya que, como afirma, “mientras la vocación consagrada estuvo ligada a un estatus de poder resultó atractiva durante siglos”.
Es por ello que recuerda que la Iglesia es una institución humana llamada a evolucionar. Algo que en su día ya hizo para adaptarse a los roles sociales del Imperio Romano, lo que dejó fuera de su jerarquía eclesial a las mujeres. Pero que no ha vuelto a hacer desde entonces. Y eso que como remarca el decano de la Facultad de Teología del Norte, sede Vitoria, José Antonio Badiola, “el movimiento de Jesús era mucho más alternativo, más anticonvencional, mucho más fuera de género. De hecho, en Gálatas 3: 28 se dice: Ya no hay hombre ni mujer”.
Ahora puede llegar la hora de vivir otro soplo de aire fresco en el Vaticano para que la Santa Madre se acople a la realidad social. A la vista está el interés real por parte de este sumo pontífice para transmitir que servicio, no sea sinónimo de servidumbre. “Lo que el Papa pretende con esa comisión es que tengan un ministerio reconocido como algo estructural”, añade Badiola. Pero se avecina una “discusión feroz”, como así la describe el cardenal alemán progresista Walter Kasper entre los que piensan que el diaconado femenino sea un regreso a la Iglesia primitiva y quienes creen que es un primer paso para los mujeres sacerdotes y por ello no puede ser posible. Un hecho que se podría justificar con la búsqueda de los estudios cristianos primitivos, que, como dice Badiola “tendrían la penúltima palabra porque la última la tiene siempre el Señor. Hay un camino por andar aún”, concluye el decano de Teología.
“Estamos en el siglo XXI y el diaconado no tiene por qué ser masculino”