Ser un destino turístico señalado cuando se comparte el planeta con casi dos millones de ciudades, la mayoría más grandes y más populares, es una tarea titánica. Ni siquiera lo hace más fácil tener la capacidad de brindar a la gente una de las cosas más maravillosas de este mundo: comer bien. La competencia resulta tremenda a la misma vuelta de la esquina. Y en ésas está Vitoria, tratando de aprovechar su oferta gastronómica, que es una de sus principales bondades, para rascar posiciones en el afán de atraer viajeros y convertirlos en motor económico. Quienes mejor representan el sector hostelero de la ciudad confirman que es cada vez más la gente que aprovecha momentos festivos como la Semana Santa para venir de visita y que una porción relevante empieza a saber que se encontrará grandes pintxos y platos especiales, pero también creen que aún queda un amplio margen por explorar para promocionar las virtudes culinarias y con ellas a Gasteiz. Y si se les pregunta de qué forma, no dudan en plantear sus recetas, a veces las mismas, a veces diferentes, siempre interesantes, como las barras y cartas que les han dado identidad.

“La Green Capital fue un boom, pero la gastronómica me pareció pólvora mojada. Y además, ¿por qué hay que buscar títulos, galardones y demás? Sigo sin entenderlo. ¿Acaso no sabemos vender lo nuestro?”, se arranca Asier Urbina, cocinero del restaurante Ikea, poseedor durante un tiempo de una merecida estrella Michelin. Él tiene claro que el primer paso para reivindicarse es evitar las comparaciones. “Uno de los errores es que miramos a Donostia. Y nos guste o no, nosotros no somos la perla del País Vasco. Creo que debemos ser inteligentes, dejar de pensar que somos de segunda y vender Vitoria como lo que es, la capital en mayúsculas de Euskadi, la ciudad desde la que descubrir todo el territorio, a una hora y poco de San Sebastián, a menos de una de Bilbao, a un paso de La Rioja...”, opina. Y si no queda claro, resume. “Lo mejor que tenemos es la ubicación y hay que explotarla”, porque a partir de ahí el camino vendrá más rodado.

La experiencia le dice que una vez en Gasteiz la gente jamás se siente decepcionada. “Viene principalmente en búsqueda de tranquilidad, sin grandes pretensiones, pero luego se va encantada. Además, en Vitoria hay muy buenos precios en la hostelería, muy ajustados, y eso hace que los turistas se animen más”, afirma, aun a sabiendas de que su restaurante, por su categoría, es más costoso. “Aquí vienen más parejas de entre treinta y cuarenta años, mucho público catalán y del País Vasco en general, animada por el comedor, que es de los más bonitos que hay, y para disfrutar del menú gastronómico”, relata. Se trata del busque insignia del Ikea, un viaje de sensaciones que procura mostrar el potencial de su cocina e intenta no dejar indiferente al comensal. Justo el objetivo que busca quien viene de visita. Urbina tiene muy claro que el turista, cuando se ha dado de bruces con una ciudad “más bonita” de lo que esperaba, también confía en que la comida “le sorprenda”.

“Y eso es lo que intentamos”, subraya Sonia Fuentes, copropietaria del Toloño, esa parada excepcional entre el Ensanche y el Casco Viejo, referente en Vitoria por su antigüedad, su emplazamiento y una soberbia barra de pintxos. Ella considera que “el boca a boca está funcionando”. En los últimos años, ha notado “un incremento de turistas que vienen porque han oído hablar bien de Vitoria, de su Casco Viejo, de sus zonas verdes y de su gastronomía”. Algunos aterrizan con la información aproximada, otros con visitas organizadas y bares fichados -entre ellos, el suyo, en lo más alto de las webs que recogen opiniones-, “pero una vez aquí la impresión es todavía mejor de lo que imaginaban”. Y por eso, cuando entran en el bar, no dudan en dejarse asesorar, más que el vitoriano. “Quieren probar recetas típicas, pero también nuestras especialidades. Junto con la tradicional gilda, triunfan el irlandesito y el milhojas de habitas”, apuntilla la hostelera.

Se le nota contenta, a la vez que atareada. No es una profesional que se conforme con cuidar su barra para ganarse al cliente, que también. Por segundo año consecutivo, Sonia ha preparado para Semana Santa La sartén del Toloño, una iniciativa destinada a visitantes y autóctonos sin planes fuera de la ciudad para que aprendan a elaborar algunos de los más conocidos y cotizados pintxos de su establecimiento. “La primera experiencia fue bastante bien, aunque el taller del domingo lo tuvimos que suspender porque no se cubrieron suficientes plazas... Y hemos decidido repetir. El viernes y el sábado pueden ser dos días bastantes potentes”, vaticina. Y si no, igualmente seguiría adelante. A ella le gusta “hacer cosas distintas”, de la misma forma que cuando viaja le apetece que le ofrezcan, más allá de los planes típicos, “propuestas nuevas, singulares”.

Al final, se trata de eso, de marcar la diferencia. “Cada uno en nuestra casa intentamos hacer las cosas lo mejor posible, a la vez que participamos en acciones conjuntas, pero hace falta más”, señala Josean Merino desde el PerretxiCo, la última aventura gastronómica de este inquieto de los fogones. Él cree que Vitoria tiene capacidad para, más allá de eventos “que están enfocados a consumo interno”, ponga en marcha grandes propuestas “que hagan que se nos oiga hasta en Cádiz”. Sucedió, por ejemplo, cuando se celebraban las jornadas gastronómicas del restaurante Zaldiaran, pero la crisis diluyó aquella apuesta. “Y lo que creo que hace falta es que las tres instituciones, Ayuntamiento de Vitoria, Diputación de Álava y Gobierno Vasco, diseñen una estrategia integral”, defiende. Una hoja de ruta que ponga el altavoz a una oferta culinaria que, desde su punto de vista, se ha vuelto “imbatible”.

Lo afirma sin arrugarse, aunque pudiera sonar vanidoso. “Cuando sales por ahí, te das cuenta de que en relación calidad-precio, salvo algún pueblo, no nos gana nadie”, dice. Él es de la opinión, incluso, de que en creaciones de pequeño formato Vitoria hace tiempo que superó a su rival directo, esa ciudad de la que al principio hablaba Urbina. “Donostia tiene las estrellas Michelin y esos cinco o seis locales fuertes que dieron fama a sus pintxos, pero aquí son más los que ofrecen propuestas de altísimo nivel”, subraya. La diferencia, a su juicio, es que en San Sebastián supieron encontrar la fórmula para promocionarse y ahora muchos locales viven de la valía de unos pocos, mientras que Gasteiz se hizo fuerte en su conjunto y todavía está esperando a encontrar el camino. Al menos, eso sí, “son cada vez más los turistas que vienen porque han oído hablar muy bien de la ciudad y de su gastronomía”.

También Mikel Fiestras, capitán de La Huerta, ese restaurante de cocina de temporada donde el mimo al producto es extremo y el pescado su fuerte, ha constatado un incremento de viajeros. “Tenemos una ciudad preciosa, Rioja Alavesa muy cerca y, a nivel gastronómico, creo que cada vez más estamos en el mapa de los pintxos, al nivel de Gipuzkoa. Y todo eso la gente lo está apreciando”, sostiene. Por eso está convencido de que hay que seguir en la línea actual, trabajando en acciones en equipo, ya sean propuestas culinarias, eventos de ciudad o distinciones, aunque tampoco le parece mal la idea de “una estrategia más global”.

“Hay que hacer un poco de todo, y especialmente con el objetivo de sacar a la gente de casa”, subraya el chef, preparado para lo que llega ya. Jueves, viernes y sábado son días fuertes de la Semana Santa, con pocas horas para respirar. Y eso que Fiestras es de los que saca tiempo para aconsejar, con esa cercanía y familiaridad que caracteriza a su restaurante. “Hay turistas de todo tipo. Están los que vienen con ideas fijas, que por ejemplo te piden un solomillo y te da pena que no prueben un pescadito, pero quizá son más los que vienen a picar y les gusta que les asesores”, señala. Y lo importante es que “todos se van satisfechos”.

bares. Un total de 46 establecimientos hosteleros de Vitoria-Gasteiz asociados a Gasteiz On se han sumado a la segunda edición de Bocados de Autor.

manjares. La iniciativa incluirá hasta el 3 de abril 60 manjares en tamaño variable, a dos y cinco euros. La idea es ofrecer las mejores creaciones.