Rentabilidad, seguridad y con el menor impacto posible. Son las tres características que debería reunir cualquier sistema de regadío a juicio de la UAGA y son también las que, a priori, reúne el macroproyecto de Valles Alaveses. La siguiente fase de este controvertido plan, marcada por la construcción de un embalse en el entorno de Barrón, ha generado en las últimas semanas un debate intenso en esta comarca que anteayer llegó a las Juntas Generales y al que la Unión Agroganadera de Álava también se quiso sumar ayer. Lo hizo para apoyarlo, como ya hizo un día antes la Diputación alavesa. Una postura que UAGA ha defendido desde que el macroproyecto dio sus primeros pasos hace casi dos décadas.
“Estamos pidiendo regadíos constantemente. Desde 1996, es una eterna lucha. Es cierto que antes había mucha más gente para regar en esta zona, pero tenemos una visión de futuro. ¿Qué va a pasar cuando venga la siguiente generación? ¿La dejamos sin opciones?”, reflexiona y se pregunta en declaraciones a este periódico Javier Torre, presidente de la UAGA. La cabeza visible del principal sindicato agroganadero alavés comparte la postura defendida también por la Diputación de que este proyecto supone una “oportunidad” para diversificar la producción de esta comarca que, además, “es la que menos regadío tiene” de toda la provincia. Una zona que históricamente ha despuntado en la producción de remolacha, fundamentalmente en el entorno de Lantarón, pero que con la prohibición de captar agua del lago de Caicedo-Yuso y del Ebro ha reducido este cultivo en un 90%.
Con todo, la UAGA rechaza este sistema tradicional de riego por bombeo por su “inasumible” coste y los “muchísimos problemas” que da su mantenimiento. En el otro lado de la balanza se encuentra el método planteado para el regadío de Valles Alaveses, mediante gravedad, que se basa en captar el agua del invierno en altura, almacenarla en balsas y después distribuirla. “Queremos proyectos rentables, por lo que tienen que ser baratos en el medio plazo, que hagan el menor impacto posible y que sean seguros. Que reparar y mantener el sistema y el precio del agua sean baratos”, insiste Torre en este sentido.
El embalse proyectado en Barrón será el más grande de los que contempla este macroproyecto, con más de cuatro hectómetros cúbicos, lo que ha despertado el rechazo de numerosos vecinos de la zona, de los grupos ecologistas o de EH Bildu. Ayer, la coalición abertzale anunció que ha registrado una moción para su debate en el próximo Pleno foral, con la que solicitará al próximo Gobierno central la paralización de un proyecto, a su juicio, “sobredimensionado”. Cabe recordar que el plan está coordinado por la sociedad pública Acuaes, que depende del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente. La procuradora abertzale Eva López de Arroyabe apostó por una política de regadíos que sea “sostenible social, económica y medioambientalmente hablando”.
“Estamos hablando de 60 hectáreas y una inversión que supera los 180 millones. Por lo tanto, si no responde a las necesidades de riego de la zona entendemos que existen otros intereses ocultos detrás de este proyecto que no nos han querido explicar”, aseguró López de Arroyabe.
Cuestionado por las resistencias que el plan de regadío está generando, Javier Torre cree que sería necesario abrir nuevos cauces de información con la población afectada. “Hemos estado con la Diputación para que intente informar otra vez, porque todo esto se ha olvidado. Que la gente vea en qué fase estamos, qué se quiere hacer, los plazos... Hay que repasar un poquitín y sobre todo dar información sobre el proyecto. Porque las obras no van a empezar ni el año que viene ni el siguiente”, recuerda el presidente de la UAGA. Una buena prueba de la lentitud con que se está desarrollando este macroproyecto es que apenas ha terminado la primera de sus fases, planteada precisamente hace dos décadas. “No sé por qué me llama gente preocupada para decirme que esto empieza mañana, cuando podría empezar dentro de 15 años. Las obras serían casi para la siguiente generación”, puntualiza Torre.
El responsable de la UAGA, a pesar de que “entiende” la posición de los agricultores y ganaderos a los que las nuevas construcciones puedan afectar negativamente, no tiene “ninguna duda” de que el proyecto tiene más pros que contras. “No es plato de buen gusto que te quiten tierra, que afecte a tu explotación o que esté en el límite de desaparecer. Pero midiendo las consecuencias y lo que está en el otro lado, lo tengo claro. Nadie está hablando ahora del TAV, que va a quitar 100.000 veces más de terreno, que va a romper infraestructuras, canales, pasos de regadíos, puentes... Eso sí que nos va a hacer mucho más daño”, remarca.
Torre, aun consciente de que el actual es un momento de profunda crisis y de que en el territorio “no hay muchas alternativas de riego para el sector”, insiste en mirar a las próximas generaciones: “Nadie quiere ver un futuro sin regadío en sus fincas. Sería mucho más negro, y más con el cambio climático que tenemos”, zanja el presidente de la UAGA.
El agua barata, clave. La construcción de la balsa de Barrón permitirá a la comunidad de regantes de este entorno obtener agua en cualquier época del año y, además, barata, lo que les permitirá diversificar y hacer sostenibles sus explotaciones. “Ésa es la clave”, defiende Javier Torre, quien cree que con regadíos baratos muchos agricultores que han dejado de sembrar podrían volver a hacerlo. “No hay ningún cultivo alternativo estrella, pero se está hablando de lúpulos, zanahorias, adormideras... Hay que crear alternativas”, avanza.