vitoria - Era principios de 2014 cuando Daniel Montaño dejó Sevilla, su ciudad natal, la que le vio crecer, donde aprendió a tocar el saxofón, para cubrir una baja en la Escuela Municipal de Música Luis Aramburu de Vitoria. Su nombre aparecía en la bolsa de trabajo de Dulantzi y el currículo, bastante brillante, hizo el resto. Vino sin pensárselo, la oportunidad apremiaba, y los compañeros le abrieron enseguida los brazos, buscándole sustituciones en otros centros para llegar a fin de mes con un sueldo digno. En su primer año, la actitud era impecable, dicen los que trabajaron con él. Pero en el segundo algo cambió. Conocidos suyos aseguran que algunas familias con hijos matriculados en la Escuela Municipal de Música de Agurain, donde ahora el joven tenía uno de sus empleos parciales, se desapuntaron porque estaban muy descontentas. “Era por la actitud y por la metodología. Los padres decían que gritaba mucho a los niños. Que era excesivamente autoritario. Algunos acababan la clase llorando”, desvelan.

La denuncia cobra un valor especial ahora que el profesor está ingresado en la Unidad de Psiquiatría de Santiago acusado de haber tirado por la ventana de su casa a una niña de 17 meses y de haber agredido a la madre, una chica de 18 años a la que al parecer había conocido ese día, presuntamente después de que ésta le sorprendiera realizando tocamientos al bebé. “Y no, nunca habríamos imaginado algo así. Nos hemos quedado helados. Pero hace una semana comentamos que este chico podía acabar mal”, afirma una persona que coincidió trabajando con él. El vaticinio tenía que ver, en parte, con las quejas de los padres, que derivaron en una reunión con la dirección de la Escuela de Música de Agurain. Aunque no se llegaron a tomar medidas porque “no se consideró que hubiera cometido ninguna infracción grave”, los recelos quedaron flotando en el aire. Y luego estaba su actitud personal, “cada vez más huraña”.

Nunca fue un chico extrovertido, “no participaba mucho en las conversaciones cuando salíamos a tomar algo con colegas de profesión y solía irse el primero”, pero los compañeros con los que compartió más de un zurito aseguran que su comportamiento empezó a resultar más retraído en esta última temporada. También les llamaba la atención que, aun siendo apocado en general, “con las mujeres sí que actuaba con soberbia”. Utilizaba badoo para conocer chicas, cuentan, y tenía especial predilección “por las latinas muy jovencitas”. Así era, precisamente, la madre de la criatura. Pero lo que nunca vieron fue actitudes extrañas hacia los menores de edad, aunque su relación con algunos alumnos en la Escuela de Agurain estuviera resultando conflictiva.

Conocida la monstruosidad de la que se le acusa, el doble intento de homicidio y los abusos sexuales a la pequeña, hubo familias de alumnos que ayer se pusieron en contacto con el centro aguraindarra para que lo destituyera ya mismo, al menos como condena simbólica. Y fue así como descubrieron, según cuenta un compañero, que por ahora no hay nada que hacer. Al tratarse de una institución pública y no tener una plaza fija, “hay que esperar a que haya una sentencia y, mientras tanto, respetar la presunción de inocencia”. El problema es que nadie cree que no sea otra cosa que culpable, aunque a su círculo de conocidos le esté costando asumir tanta atrocidad.

Dice gente cercana a Daniel que el chico que le alquiló hace año y medio una habitación en su casa, un profesor de la Escuela de Música Luis Aramburu, sigue conmocionado. Al parecer, no mantenían una perfecta relación de compañeros de piso, pero jamás se le habría pasado por la cabeza que su vivienda fuera el escenario de un suceso tan dramático. Los vecinos tampoco terminan de digerir que ese chaval que simplemente no miraba a la cara, que no saludaba, convirtiera el 25 de enero de 2015, a las 3.39 horas, en la fecha más espeluznante de la historia reciente de Vitoria. Y Sevilla, su ciudad natal, también tiembla, incapaz de comprender. - J.S.