vitoria - El maletero del coche de Daniel Montaño es como el de cualquier profesor de música. Un montón de cajas llenas de cedés y el estuche con su preciado instrumento. Pero él no es como cualquier profesor de música. Ya no. Ayer salía detenido de casa, acusado de arrojar por una de las ventanas del piso donde vivía a una niña de tan sólo diecisiete meses y de golpear a la madre de la criatura, una chica de dieciocho años con la que al parecer mantenía una relación. Sucedió cuando la noche era más oscura, alrededor de las tres y media de la madrugada, en el portal 14 de la calle Libertad. Horas después, con la claridad del día, las manchas de sangre y los cristales rotos en la balconada blanca del primer piso continuaban recordando la atrocidad. El bebé lucha por sobrevivir, víctima de un grave traumatismo craneoncefálico. La mujer se recupera de los cortes y los golpes en el rostro y el cuerpo.
Y la gente, la que le conoce, calla o lo intenta. “La Ertzaintza nos ha pedido que no digamos nada”, admitía, a media tarde, una persona que había trabajado con Montaño. Pero para entonces, en un inevitable clima de enfado, repugnancia y tristeza, habían trascendido muchas cosas de él. Que era un joven de 30 años licenciado en Historia y Ciencias de la Música en su Sevilla natal, que llegó a Vitoria hace dos años para cubrir una baja de profesor de saxofón en la Escuela Municipal de Música Luis Aramburu, que llevaba alrededor de uno y medio en el piso de la calle Libertad, donde había alquilado una habitación, y que ahora daba clases en la Escuela Municipal de Música de Agurain. Que era un tipo huraño, según los vecinos, porque “no saludaba nunca ni miraba a la cara”. Y muy corriente, según conocidos suyos, “aunque tenía bastantes rollitos con chicas latinas muy jovencitas”.
La mujer con la que empezó a discutir de madrugada, para luego, presuntamente, agredirla y tirar por la ventana a su hija, cumple el perfil. Es una brasileña de sólo dieciocho años. Pareja, ex o aventura, eso ayer aún no había quedado claro. Tampoco había trascendido oficialmente cómo había pasado todo, pero fuentes consultadas por DNA desvelaron que detrás de este presunto caso de violencia machista puede haber un hecho todavía más grave. Una de las líneas de investigación plantea que la trifulca arrancó cuando la madre descubrió que Montaño estaba realizando tocamientos sexuales a su hija. Al parecer, ella se rebeló contra él, él comenzó a agredirla y, en un momento dado, muy poco tiempo después, cogió a la pequeña y la lanzó por el balcón, atravesando el cristal. Esta teoría en la que trabaja la Ertzaintza explicaría la ley del silencio impuesta a los testigos. Sin referirse a la hipótesis -que a lo largo de la tarde fue cobrando más fuerza-, otra persona cuyo testimonio había sido requerido por los agentes advirtió de que “como profesor ha trabajado con menores, así que imagina las familias, qué podrían llegar a pensar...”.
Montaño, en cualquier caso, no tenía antecedentes, ni por malos tratos ni por agresiones sexuales ni por acoso a menores. Se sabía que “era una persona violenta”, según otras fuentes consultadas por la Ertzaintza, pero ya. Nadie habría podido imaginar, ni siquiera quienes compartían escalera con él y percibían “actitudes bastante extrañas”, que podría ser detenido por intento de homicidio e investigado por presuntos abusos sexuales. Y, sin embargo, ayer esas mismas personas debieron aceptar la mayor. Fueron varios vecinos los que alertaron de la pelea, llamando a la Policía autonómica, al oír los gritos y ver a la pareja golpeándose en el balcón. Eran las 3.38 horas. Algunos sintieron que caía algo, pero en la oscuridad de la noche pensaron que se trataría de un muñeco. Se equivocaron. Era la niña. Un agente contó a este periódico que se golpeó en la caída contra “la zona del capó y el retrovisor” del coche del músico, que estaba aparcado junto al portal, y de ahí “se fue a la acera”.
Mientras, la madre y Montaño continuaron forcejeando. Él la agredió con los cristales rotos de las ventanas. Ella intentó atacarle a él. El balcón se manchó de sangre, por dentro y por fuera. Y al fin llegó la Ertzaintza y tres ambulancias. La madre fue trasladada a Txagorritxu. El músico y la niña, a Santiago. Para la pequeña, fue apenas un instante: por su gravedad tuvo que ser derivada a la UCI de Cruces. Él, que al parecer se había autolesionado, se quedó allí, a la espera de ser evaluado por especialistas en Psiquiatría. Y mientras, los policías continuaron con la investigación en el lugar de los hechos. A las 10.30 horas, la comisión judicial llegaba al lugar.
Los agentes encargados de la investigación terminaron su trabajo pasadas las doce y media, tras recopilar las evidencias de la pelea. Entonces, dieron permiso para desacordonar y limpiar la calle. Los cristales desaparecieron al paso de la escoba. La mancha de sangre junto a la alcantarilla, con agua y detergente. Pero allí se quedaron las de las ventanas y el portal. Y ese coche lleno de música.
¿Abusos sexuales? A lo largo del día fue cobrando fuerza la teoría de que la trifulca arrancó cuando la madre descubrió que Daniel Montaño estaba realizando tocamientos sexuales a su hija. Al parecer, ella se rebeló contra él, él comenzó a agredirla y, en un momento dado, cogió a la pequeña y la lanzó por el balcón, atravesando el cristal. Esta teoría en la que trabaja la Ertzaintza explicaría la ley del silencio impuesta a los testigos, un intento de evitar que se desate la alarma. El joven ha dado clases a alumnos menores de edad, al menos en la Escuela Luis Aranburu.
Con chicas muy jóvenes. Conocidos suyos con los que salió de marcha en alguna ocasión aseguran que Montaño era un tipo que se comportaba con normalidad, aunque “siempre era el primero en irse a casa y solía tener rollitos con chicas latinas muy jóvenes”. La madre de la criatura corresponde con ese perfil: era una brasileña de sólo 18 años y la Ertzaintza todavía investiga si se trataba de una aventura de una sola noche.
Sin antecedentes, pero... Daniel Montaño no tenía antecedentes, ni por malos tratos ni por agresiones sexuales ni por acoso a menores, según fuentes de la Ertzaintza consultadas por DNA. Sin embargo, estas mismas fuentes reconocen que sabían que “era una persona violenta por otras circunstancias” y, por ello, le tenían en su punto de mira. Algunos vecinos, por su parte, afirman que era un joven huraño. En el año y medio que llevaba en la vivienda, “nunca había saludado ni miraba a la cara”.
3.38
La Ertzaintza recibió la llamada de los vecinos a las 3.38 horas. “Los policías y las ambulancias tardaron en llegar”, aseguró una señora de un portal cercano. Los que habían pensado que la niña era un muñeco descubrieron la realidad al ver cómo un agente ponía una chaqueta encima del cuerpo. Todavía estaba viva, pero su estado era muy grave por el golpe sufrido en la cabeza.