en una de las últimas visitas a Vitoria del -por entonces- rey Juan Carlos, el Ayuntamiento se dedicó a limpiar algunas fachadas de la ciudad. La de Jarlusa, la tienda de animales que Igone Ruiz regenta en el barrio de Lakua-Arriaga desde hace más de dos décadas, fue una de ellas. Sus paredes, como tantas otras de la ciudad, se encontraban llenas de firmas de grafiteros y pequeños dibujos poco afortunados, así que las brigadas municipales de limpieza se afanaron especialmente en ocultarlos, aunque con resultados un tanto chapuceros. “Me quitaron los grafitis, pero para taparlos tuvieron la genial idea de convertirlos en grandes manchas amarillas que dejaron la fachada todavía peor de lo que estaba, con el dinero que eso les tuvo que costar”, recuerda Igone. No está claro si el antiguo monarca llegó a pasar nunca por allí.

Mantener una fachada limpia y adecentada es una odisea hoy en día para cualquier tienda. Siempre habrá un gracioso dispuesto a emborronarla, y no precisamente con una buena obra de arte urbano digna de referentes como Banksy o Lady Pink. Sin embargo, muchos comerciantes de la ciudad decidieron hace un tiempo ir un paso por delante de las instituciones e intentar ser ellos mismos los encargados de reactivar sus locales. Y con ellos, sus calles. Y con ellas, sus barrios. Y con ellos, Vitoria.

Una tienda con un cuidado escaparate y una bonita fachada es una tienda en la que apetece entrar, y con ese objetivo trabajan ya varios comerciantes de uno de los barrios especialmente maltratados en lo que a sus paredes respecta. En Lakua-Arriaga varios se han lanzado a decorar sus paredes con coloristas y trabajados murales de la mano de artistas de la ciudad como Paco Barriga, y parece que la gente lo agradece. “Lakua está hecho un cristo, hablando claro. Las paredes están muy estropeadas, las fachadas muy sucias, los grafiteros se estropean sus firmas entre sí... Parece el Bronx. Necesita un lavado de cara, y se pueden hacer cosas muy bonitas para revitalizar el barrio y sus comercios”, explica Barriga, que a sus 54 años es el hombre elegido por varias tiendas de la zona para ponerse manos a la obra y atraer a los clientes.

Suyo es el trampantojo -una ilusión óptica- que luce en una esquina del establecimiento de moda y complementos Karma, en la calle Juntas Generales, o el mural en el que trabaja estos días, el de la tienda de animales Jarlusa, ubicada en la calle Voluntaria Entrega y que el pasado martes cumplió su 21 aniversario. Ahora, confían en poder disfrutar de -por lo menos- otros 21 años con ánimos renovados. “Vimos el trabajo que Paco había realizado en Karma y nos pareció precioso, así que pensamos en darle un nuevo empujón a la tienda y limpiarle la cara a la fachada. Todavía está por terminar pero a la gente le está encantando, y hoy mismo ha venido otro comerciante a preguntarme por él para hacer algo similar en su tienda”, relata Igone Ruiz.

En cuanto termine de pintar el exterior de Jarlusa, Paco Barriga se llevará sus pinceles no muy lejos de allí para renovar otros comercios de Lakua-Arriaga. “La gente del barrio es muy agradecida y se acercan a interesarse por el mural y a darte las gracias por lo bonito que queda. Me dicen que habría que hacerlo en más sitios”, asegura este artista vitoriano.

bueno para la ciudad Dejando a un lado las obras de arte urbano que desde hace años decoran muchas paredes de la ciudad, especialmente en barrios como Adurza, Santa Lucía, Arana, Aranbizkarra o Zaramaga, y las iniciativas institucionales (Muralia) o de diferentes agentes sociales y artísticos, como el Itinerario Muralístico, desde hace unos años no son pocos los comercios que decoran sus exteriores con murales de diferente temática y ejecución.

Unos, más contenidos, sólo se animan a hacerlo en sus persianas. Otros, los más lanzados, en toda la fachada. Carnicerías, panaderías, gimnasios, tiendas de ropa, bares... La lista en amplia y abarca con mayor o menor profusión casi todos los barrios. Otros espacios, como los garajes o las paredes de los bloques de viviendas, son más difíciles de encontrar pintados con murales ad hoc, y acaban siendo terreno abonado para el libre albedrío. “El problema es que cuando son espacios que pertenecen a comunidades de vecinos o de propietarios es muy difícil que se pongan de acuerdo. Yo pinté el primer garaje que se hizo en Vitoria, pero hoy en día suelen ser sitios oscuros en los que la gente se mete a hacer guarradas y punto. Con un mural podrían dotarlos de más luz y ser más coloridos”, lamenta Barriga.

Ahora, en uno de los más barrios poblados, Lakua-Arriaga, sus comerciantes trabajan por aportar ese plus a la zona y dar color a puntos a los que el paso del tiempo y la falta de civismo no han tratado demasiado bien. “Las paredes son un punto de mira terrible para hacer pintadas, especialmente en fachadas como la mía que es muy grande, pero ahora espero que respeten este mural, algo que normalmente suelen hacer. Al final esto consiste en dar vida a la tienda y echar una mano para que el barrio gane en vida. Además, creo que en este tipo de cosas el Ayuntamiento debería colaborar con los comercios, porque la ciudad lo va a agradecer”, subraya Igone Ruiz, que a partir de ahora podrá recordar cada día a los perros que le acompañaron hace 21 años en la primera etapa de su tienda, a los que tiene ahora o a los de su compañera Silvia Rojo, que han quedado reflejados en el mural de la tienda. Sus paredes no son las primeras ni serán las últimas del barrio en recibir una inyección de color.