los camiones de reparto, literalmente, invaden estos días las calles de Gasteiz. Faltan sólo cuatro para el inicio de las fiestas de La Blanca y los locales hosteleros de la ciudad comienzan a tener ya preparadas sus estanterías, cámaras, despensas y bodegas para que nada falte desde el momento en que Celedón descienda de los cielos, incluso desde unas horas antes. Jornadas previas de estrés, de cuadrar horarios y de romperse la cabeza con los pedidos donde tampoco falta la ilusión por dar un fuerte empujón a sus cajas hasta el 9 de agosto. El trabajo será duro, como siempre, pero también necesario para compensar el habitual bajón que marca al resto del mes, pese a que Gasteiz ya no se convierta en el desierto de antes.

Las expectativas en estas jornadas previas a La Blanca son en líneas generales positivas para el sector, un ánimo que se explica por un simple detalle, la disposición del calendario. Que las fiestas comiencen en martes y que su sprint final coincida con el fin de semana, algo que animará a mucha gente de los pueblos y otras ciudades del entorno a acercarse a Gasteiz, da pie a pensar que serán más animadas que las de los dos años anteriores. “Este año toca una de las buenas combinaciones. Los días 4 y 5 siempre se trabaja muy bien, este año el jueves bajará algo pero el fin de semana vendrá gente de fuera. Lo peor es que empiecen en sábado domingo, que a partir del lunes ya no te comes nada”, analiza Luismi Varona, responsable del Dublín.

Para este céntrico local, al igual que para el resto de los bares del centro y del Casco Viejo -otra cosa son los del extrarradio-, los días de La Blanca son “muy importantes”, vitales para cuadrar números y encarar el resto del mes con cierta tranquilidad. Una temporada alta que en el caso del Dublín se extiende desde el Azkena Rock y hace dos paradas importantes en el Festival de Jazz y Santiago, un mes y medio en el que “haces lo que te cuesta sacar en tres o cuatro meses del resto del año”. Para que esas buenas expectativas se cumplan, Varona apunta a un factor determinante, la climatología, que según las previsiones no va a acompañar en el arranque festivo. “La crisis en Vitoria va con el tiempo. Si hace sol no hay crisis. Si hace malo, sí”, advierte el profesional.

Las sensaciones se repiten en otros locales del corazón de la ciudad como el Baztertxo, donde Iker Zurro también confía en vivir unas fiestas más concurridas que las anteriores. “Las perspectivas son buenas, pero luego habrá que ver día a día. Espero que el fin de semana se acerque bastante gente de fuera”, puntualiza el hostelero, que atraviesa por unas jornadas previas de “un poquito de caos”, pese a que ya suma una década al frente de este negocio. Las próximas fiestas no serán menos, aunque Zurro reconoce sentirse “con ganas, de que empiecen pero también de que pasen pronto”, ya que en su caso “el resto de agosto se trabaja muy bien con el turista”.

flojo santiago La Blanca se presenta también como una gran oportunidad para recuperar el terreno perdido en la jornada pre-fiestas por excelencia, Santiago, que para numerosos hosteleros de la ciudad ha sido más bien flojo. No tanto en el Baztertxo, donde “el comedor respondió muy bien”, aunque Zurro sí reconoce que “la cosa comenzó a moverse un poco más tarde”. En otros locales, directamente, mejor pasar página y mirar para adelante. Es el caso de Mikel Llanes, del café Mistura, ubicado a apenas cien metros del Baztertxo, en la Plaza Nueva. “Esperemos que las fiestas vengan muy buenas, porque Santiago ha sido un fiasco para todos”, asegura este hostelero.

Al igual que sus colegas, Llanes afronta “con ganas” el inicio de La Blanca y reconoce que el calendario puede jugar a favor del sector. La situación de su local también es “perfecta” para estos días, y el Mistura ya quiere subirse al tren festivo desde el mismo día 3, donde hay programadas distintas actividades por sus inmediaciones, entre otras un concierto en la misma Plaza Nueva.

Del centro al Casco Viejo, el otro foco festivo durante La Blanca, las perspectivas también se presentan favorables. “Estamos contentos, porque pillan con el fin de semana de por medio y eso es muy importante. Tenemos más expectativas que en los dos años anteriores, que para la imagen que yo tenía fueron bastante peores de lo esperado”, analiza Iñigo Calleja, copropietario del Darkablar. El local afronta sus terceras fiestas de La Blanca con “el estrés habitual de última hora”, horas previas donde los pedidos deben ajustarse lo máximo posible a lo que venga, y también con ganas de trabajar mejor que en Santiago y en esos dos años previos. “El fin de semana confiamos más en la gente de fuera que en la de aquí”, reconoce Calleja mirando de nuevo al calendario.

Muy cerca, desde la taberna Parral, Iñigo Ortiz también está viviendo unas jornadas previas frenéticas para que todo esté en su sitio a partir de este próximo martes. “Estoy cargando el almacén con todo lo que pueda, haciendo el tetris. Cuando llegan estas fechas lo peor es preparar todo y esa incertidumbre de si todo estará bien o faltarán cosas”, reconoce el profesional.

Al igual que al resto, a Ortiz el calendario también le da buenas sensaciones, a la vista de la historia reciente. “Mejor que este año es difícil que caiga. Hay tres días gordos, el 4, el 7 y el 8, el 5 también es bueno siempre por los Blusas y ya el 9 será más flojo, pero ya tendremos ganas de terminar”, vaticina Ortiz.