Lenguas de Sol relamen el interior de las oficinas municipales de San Martín. Son las diez de la mañana. En la planta baja, toda una gran área abierta dedicada a la atención ciudadana, aún se respira una quietud catedralicia. Los pocos vitorianos que atraviesan las puertas automáticas acceden directamente a las mesas donde se realizan los trámites. Ni colas ni ruido. Bancos vacíos. “El pico de afluencia es de once a una, lo era cuando estábamos en el centro y también ahora. Siempre”, aclara uno de los 290 funcionarios que ya trabajan en el nuevo edificio. No se equivoca. Cuando el minutero acaricia la hora clave, curiosamente la misma en la que unos cuantos trabajadores se toman un descanso para el consabido café, la calma se hace añicos con la llegada de más y más gente. Usuarios que, al salir, lo hacen contentos. Todos coinciden en que el nuevo espacio es una gozada, aunque la implantación del registro electrónico obligue a realizar unos trámites que están alargando las esperas más que en las viejas estancias del Ensanche. Y fuera, los negocios de la zona también se muestran agradecidos por el desembarco. Claro que, al coincidir con fechas estivales, se está sintiendo menos de lo que les gustaría. En fin. Paciencia.
“Aún no ha llegado toda la plantilla y es verano. Algo de ambiente se va notando y seguro que, poco a poco, viene más gente”, opina Félix Portilla, dueño del Café Arista. Se le ve contento, aunque contenido. Tiene claro que las oficinas “ayudarán al barrio”, pero “tampoco son la panacea”. De hecho, él es de esas personas que sospecha que puede ser más el daño que cause al centro la desaparición de los funcionarios que el beneficio que pueda regalar a San Martín. “Se están yendo de allí todas las instituciones, las franquicias... Y se está quedando muy tristón. Cada vez tiene menos pinta de centro y eso es algo que habría que abordar ya”, apostilla. No va desencaminado. Cuando el proyecto de las oficinas municipales era tan sólo un borrador, el Ayuntamiento ya advirtió el riesgo que conllevaba y se comprometió a estudiar la manera de evitar el bajón en el cogollo vitoriano. Dijo entonces que recalificaría los suelos para que los edificios afectados pudieran acoger servicios terciarios, de ocio y cultura, y que crearía una normativa para que los nuevos ocupantes se vieran obligados a contribuir a la revitalización con contenidos que fueran más allá de lo que en la actualidad permite el horario administrativo. Lo que por aquella época no había, o no se notaba tanto, era la crisis, así que esta maniobra sonaba factible. Y, con el tiempo, se dejó de hablar del plan para evitar la desertización.
Otros hosteleros de San Martín consideran, sin embargo, que “el centro seguirá siendo el centro siempre”. Por ejemplo, Elena Mateos, de la Taberna Carey. “Allí van los turistas y se concentran todos los eventos importantes que movilizan gente. ¿Que el que ganaba 6.000 puede que ahora gane 4.000? Sí, puede ser. Pero tendrán trabajo. Y para los bares de barrio siempre es más difícil salir adelante”, apostilla. Por eso, se alegra de la llegada de las oficinas municipales. Confía en que su presencia haga mover la caja. Y eso que, como le sucede a su colega Félix, por ahora la clientela apenas ha pegado estirón. “Imaginamos que a partir de septiembre o de octubre lo notaremos más y esperamos que no sea verdad eso que dicen de que grupos de funcionarios están negociando el precio de los cafés con algunos locales si acuden a diario. ¡Nosotros no hemos recibido esa oferta! ”, confiesa. Los trabajadores que ya se han pasado a por su tentempié han pedido al estilo tradicional, “unos el desayuno completo, otros el café con pintxo o el café sólo”. Y los han pagado religiosamente.
Los usuarios que acuden a las oficinas también pueden ser carne de bar y comercio, aunque algunos van con el tiempo justo para hacer sus trámites. José Antonio Sánchez pertenece al segundo grupo. “He venido para pagar una multa y fuera”, confiesa. Sin embargo, le ha costado algo más de lo previsto. “Si antes una gestión de este tipo podía durar dos minutos, ahora me ha llevado quince. Me han pedido más papeles, han hecho no sé cuántas fotocopias...”, afirma. Según le ha comentado un funcionario, “algo en el protocolo ha cambiado”. Y, efectivamente, así ha sido. El objetivo de la nueva ventanilla ciudadana es acabar con el papel mediante la implantación del registro electrónico, que archiva de manera on line la relación de cada persona con el Ayuntamiento, pero ese proceso conlleva unos pasos previos que pueden alargar las primeras visitas de los gasteiztarras a las oficinas. “Hay que tener paciencia, porque precisamente al final lo que se consigue es muchísima más agilidad y eficacia”, sostiene la responsable del nuevo edificio, Ana del Val.
Por lo demás, José Antonio admite que el sitio le ha gustado. “Es bastante bonito, muy amplio”, señala. Todavía más encantada se muestra Amalia Gil. “Era la primera vez que venía y me ha parecido precioso. Todo tan cómodo, tan espacioso...”. Y accesible, además, una característica clave para ella en este momento. “El menisco”, apuntilla, mientras señala con la mirada a las muletas y la rodillera. También le gusta la ubicación. En parte, porque le pilla muy cerca de casa. Ella vive en la zona de Las Conchas. No obstante, también considera apropiado el emplazamiento para el resto de ciudadanos. “El centro es el centro, pero allí cada vez hay más dificultades para aparcar y todo es OTA. Esta zona está bien comunicada a través del transporte público, tiene un estacionamiento subterráneo y, con un poco de suerte, según qué horas, se puede aparcar gratis en superficie”, señala. José Antonio da fe. A las diez de la mañana no había tenido problema en encontrar un hueco para el coche sin apoquinar. “Aunque me da que he tenido algo de suerte y, después del periodo vacacional, no creo que vaya a ser tan sencillo”, opina.
La perfección no existe, aunque cuando uno tiene salud, alegría y todo el tiempo libre del mundo es más fácil quedar plenamente satisfecho. Es el caso de Florencio Pizarroso, que no ve ni un pero al nuevo edificio. “Todo estupendo. El sitio está precioso. El entorno ha quedado realmente bonito. Y, además, me han atendido muy bien. He venido para pedir información por temas de Hacienda y me han explicado todo rápidamente y sin contratiempos”, afirma. Y eso que él no conocía el nuevo sistema de recepción de las oficinas de San Martín. Si uno no tiene cita previa se acerca a la máquina y extrae el papelito con el número de su turno y la ventanilla de atención. Si ya la ha solicitado, introduce el DNI o teclea el número del carné para saber a qué mesa de atención dirigirse. Y a esperar. Más o menos, según el momento del día y las necesidades del nuevo registro electrónico, mientras las olas de luz natural bañan las vistas.