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Artesanía en cuerno

EL AYALÉS JUAN ANTONIO ALAÑA EXPONE HASTA EL 1 DE MAYO EN QUEJANA MEDIO CENTENAR DE SUS CREACIONES EN CUERNOS, CONCHAS O CARACOLAS.

en el Valle de Ayala pocas son ya las personas que se extrañan si oyen en sus calles o plazas el sonido penetrante de un cuerno. Saben de sobra que se trata de Juan Antonio Alaña o de alguno de los jóvenes miembros del grupo de tocadores de cuerno antiguo que él mismo fundó en 2010, de cara a que las futuras generaciones, en plena era de las tecnologías móviles, no olviden que en épocas remotas este instrumento aerófono era uno de los pocos medios de comunicación, sobre todo para llamadas de auxilio, con las que contaba la humanidad.

Uno de los más famosos es el de marfil que hizo tronar Roldán cuando perdió la batalla contra los Vascones en Orreaga, y se sabe que los celtas los empleaban para relajar a las personas, aunque no son menos míticos los que se usaban en el siglo XV desde las cimas de los montes bocineros de Bizkaia para convocar a las juntas en Gernika. Una tradición hoy folklórica en la que todos los años participa, precisamente, Alaña, que explica que “el sonido del cuerno puede llegar a escucharse a quince kilómetros en zona de valles y por eso, en Ayala por ejemplo, la gente se comunicaba mucho con el cuerno hasta que llegaron las campanas en el siglo XVII”.

Y es que este artesano del barrio Aretxabala de Menagarai en Ayala es hoy por hoy una auténtica eminencia en la materia. No en vano, lleva desde el año 1973 investigando todo lo referente a este instrumento, datado entre los más antiguos de la humanidad, “y no se de la existencia de ninguna otra formación similar”, según explica en referencia a la ya citada banda infantil de tocadores. Un grupo que se presentó en sociedad con motivo del VII Concierto de campanas de Amurrio, aunque también es habitual su presencia en otras fiestas del valle como el mercado de antaño de Artziniega. Está integrado por una decena de niños y jóvenes en los que Alaña tiene depositada una confianza ciega “para que dentro de 60 años puedan explicar a las próximas generaciones que en Ayala, al igual que dejó escrito Estrabón sobre las vascongadas hace ya dos mil años, se seguía tocando el cuerno en pleno siglo XXI”.

relevo generacional Por aquel entonces se hacía para avisar de cualquier peligro. “Se subían a la cima del monte y convocaban a la gente a una reunión o cualquier otra cosa”, explica Ane Miren, una de las jóvenes integrantes de este curioso grupo que ya tiene acostumbrados a sus vecinos de Arza, en las cercanías de Artziniega, a que sea ella la encargada de anunciar la llegada de cada nuevo año con su cuerno. Un increíble trabajo de artesanía, personalizado para ella por el maestro Alaña.

El fundador de este grupo es el encargado de elaborar estos instrumentos con no poco esfuerzo. “Los cuernos son de vacas, bueyes y toros de la raza Barrosoa y los consigo en Galicia o Portugal, porque aquí ya no existe ganado con este tipo de cornamenta. No los vendo, porque no tienen precio. Acabar uno desde su vaciado, pasando por la dificultosa creación de la boquilla, hasta su grabación a fuego puede llevar en torno a 80 ó 100 horas, así que prefiero regalarlos. Los tengo esparcidos por medio mundo, como el que dejé en la Euskal Etxea de Shangai con la nana Haurtxo txikia serigrafiada en euskera”, informa.

Y es que este artesano y campesino ayalés de 65 años, además de gran aficionado al ciclo turismo, gusta de hacer viajes exóticos con la mochila al hombro, de cara a imbuirse de otras culturas que luego plasma en sus trabajos. En una de sus últimas aventuras recorrió el río Nilo desde Alejandría hasta Asuán, aunque en el Transiberiano también le conocen tanto a él como a su cuerno, pues lo ha hecho sonar en el trayecto de varios de sus ramales ferroviarios, bien sea para llegar de Siberia a Manchuria o de Pekín a Moscú y San Petersburgo, atravesando tierras mongolas.

De su pasión por trabajar y serigrafiar cuernos, conchas y caracolas dio buena cuenta, recientemente, en una charla en la localidad ayalesa de Menoio, y ahora se ha decidido a exponer en torno a medio centenar de las más de 200 creaciones que atesora en el Hotel Restaurante Los Arcos de Quejana. Todo el que pase, hasta el 1 de mayo, va a poder ver en estas piezas influencias de sus viajes a Egipto, Rusia o China, así como de aita Barandiaran y de la cultura vasca.

Ésta no es la primera vez que este famoso hotel ayalés presta sus instalaciones para dar a conocer expresiones artísticas. De hecho, la cultura y el arte han formado parte del establecimiento desde sus raíces. La leyenda cuenta que su edificio principal, situado junto al conjunto monumental de los Cancilleres de Ayala, fue un palacio construido para el hijo bastardo del canciller. Todas las habitaciones están decoradas con piezas del pintor y escultor Juan Echegoien.