vitoria - Cuando habla, se nota que Javier Onrubia es, por encima de todo, docente. Uno bueno, capaz de descender del lenguaje técnico del investigador a un peldaño inferior donde cualquiera pueda entenderle, para abordar conceptos aparentemente enrevesados como la aplicación de la diversidad en las prácticas de evaluación. Con él, ponente invitado en las XXII Jornadas Pedagógicas de la Federación de las Ikastolas que se han celebrado en Vitoria, acabamos hablando del nuevo modelo educativo al que hay que aspirar, el papel de los maestros y los recortes económicos.

A veces nos encontramos con adolescentes que no saben cuál es el río más largo de España o si llover es con uve o be. Y claro, nos preguntamos, ¿cómo pasan de curso?

- A ver... Lo primero que habría que preguntarse es qué es lo fundamental que un chaval debe saber. Eso que dices son conocimientos tradicionales fundamentales, pero hay que preguntarse si son los que necesita como persona para funcionar dentro de un grupo social, de un espacio laboral y comunidad. Es posible que algunos sí, y otros no. Puede que haya conocimientos y competencias más importantes que esos conocimientos específicos. No quiero decir que los conocimientos específicos no lo sean y no haya que trabajarlos, pero hay que ponerlo todo en un marco de al servicio de para qué. Algunos entendemos que el objetivo no es lograr un conocimiento enciclopédico sino construir habilidades y competencias.

¿Y esas habilidades se potencian y evalúan hoy en día? En nuestros tiempos lo típico era atender las explicaciones del profesor, realizar un examen, ver esa nota reflejada en la hoja de calificaciones. Y ya.

- Ésa es la diferencia entre un modelo de educación muy academicista y un tipo de educación entendida como creación y apoyo de competencias para prepararse para la vida cotidiana. El modelo que tenemos ahora se va acercando más a este segundo, pero en ese proceso de transformación y transición hay momentos en los que no sabes qué modelo está funcionando. En conjunto, diría que el trabajo que se hace hoy en día en las escuelas va teniendo en cuenta estos conceptos de inserción y desarrollo personal, pero a veces es difícil renunciar a esa lógica selectiva y academicista. Ahí también está la diferencia entre ese modelo academicista que entiende que para estudiar sólo valen unos pocos y el modelo inclusivo que considera que todos los niños necesitan pasar por la escuela porque es el espacio donde se construyen ciertas experiencias y si no se construyen en la escuela, será probable que los niños no puedan hacerlo en su entorno.

¿Y, en la práctica, cómo el docente puede enseñar teniendo en cuenta las capacidades de cada niño y cómo evalúa después lo que cada uno aprende según esas habilidades?

- Hay muchas claves, pero un elemento fundamental es el de las tareas. Las tareas escolares tradicionales tienen unas características muy particulares. Suelen ser cerradas, con una sola respuesta buena, sólo se pueden hacer de una manera e individualmente, en muy poco tiempo, sin materiales de apoyo... Es la situación clásica que todos tenemos en la cabeza de un examen en el que mostrabas lo que sabías. Y para que los docentes traten de fomentar las competencias, hay que hacer justo lo contrario. Que las tareas sean mucho más abiertas, con distintas formas de resolverse, que se puedan hacer en colaboración con otras personas, con materiales diversos, que sean largas, que tengan elementos de opción... Las características de las tareas que, en realidad, llevamos a cabo en la vida cotidiana.

¿En qué grado las escuelas están incorporando ese tipo de tareas? Porque tiene que costar más.

- Todas van en esa línea, algunas más, otras menos... Pero sí, evidentemente cuesta más. Supone un cambio de mentalidad y de prácticas respecto a lo que se venía haciendo. Supone también, y eso es muy importante, un entorno de aula mucho más complejo. En el aula tradicional, todos estamos haciendo lo mismo y a la vez, por lo que es más sencillo de gestionar. En la que yo propongo, puede haber tres alumnos en una zona discutiendo un aspecto, dos conmigo haciendo otra cosa, cada uno en una fase distinta de un proyecto... Es mucho más compleja. Y no se puede pedir a las escuelas y a los docentes que apliquen esto de un día para otro. Se necesitan recursos, apoyos, espacios nuevos... Hacer esto que te cuento es más fácil si puedo tener recursos de tecnología de la comunicación, si los profesores que apoyan a los alumnos con más dificultades fuera del aula están dentro, si diseñamos las aulas con una disposición más colaborativa, para compartir materiales y que puedan evaluarse los unos a los otros...

¿Y todo esto cómo encaja en un país que aplica recortes a la educación?

- Pues muy mal. Recortar en educación es un error gravísimo, es tirarnos piedras en nuestro propio tejado. Cualquier economista te dice que lo fundamental es el capital cultural, la capacidad de productividad de la gente... En clave estrictamente económica, recortar es absurdo. Y en clave más social, ¿en qué mejor invertir que en la capacitación de sus ciudadanos?

Nos contaba su colega y ponente Ángel Pérez que, al final, en este contexto, la única opción que queda para transformar el sistema es el docente y su propia reinvención.

Efectivamente. En su gran mayoría, las escuelas y docentes están haciendo un excelente trabajo. Esa imagen social que a veces se tiene del maestro que tiene muchas vacaciones y ese tipo de discursos no se corresponde con la realidad. Como en todos los colectivos, puede haber de todo, pero en general los maestros hacen un gran trabajo. Y para valorarlo, bastaría con pasar cuatro horas en un aula en un día. La gente entendería la dificultad, que el maestro está en primera línea de choque de todas las problemáticas sociales. El maestro tiene que enseñar, pero también se encuentra con niños que no comen bien, que viven en familias desestructuradas...

Y con fenómenos como la inmigración, que obligarán todavía más a adaptar las metodologías...

Evidentemente. Y, en ese sentido, la escuela ha hecho un trabajo enorme de apoyar, de acoger, de integrar. ¿Que ese trabajo se puede hacer mejor? Claro. Para eso investigamos, intentamos formarnos y entender mejor las cosas. Cuando se dan los resultados de PISA y se nos compara con otros países, como Finlandia, y se dice que estamos muy mal... Sí, claro. En Finlandia, el reconocimiento social de la función del profesor es enorme. Los estudiantes con mejores currículos son los que quieren entrar y entran en las facultades de formación del profesorado. Allí, hay toda una serie de características de reconocimiento social que aquí no tenemos. Esta profesión es dura y vocacional, te sitúa en la primera línea de fuego de muchas cosas, y se necesita valor para ser maestro.

Desde luego, tal cual plantean las instituciones el sistema educativo, si quisieran podrían acomodarse.

Sí. Y por eso sería muy importante que las estructuras reconocieran el valor y el compromiso de los profesores. No tienen que ser incentivos económicos, pero podrían ser en formación, capacitación, en apoyo a iniciativas de innovación. Algo que, por desgracia, es muy ajeno a nuestra tradición, una tradición que facilita el acomodamiento si alguien quiere.