La oficina donde tomaban forma las acciones de Gaukeoak suda el frío inequívoco de una sala que hace semanas que no se usa. El empeño de Javier Maroto de recortar un programa que este año soplaría quince velas, envidia estatal en iniciativas de ocio juvenil saludable, ha obligado a apagar temporalmente el horno de ideas. Con los 50.000 euros que el alcalde de Vitoria ha reservado para el proyecto este año, una partida que apenas supera el 15% de la que existía en 2011, la Federación de Asociaciones que lo ha cocinado hasta ahora se ve incapacitada para servir un buen menú. Aunque lo intente, como lo lleva haciendo desde que el PP comenzó a asomar la tijera, ha llegado un momento en que le resulta imposible diseñar una agenda estable, continua en el tiempo, que sea atractiva, que fidelice a los destinatarios, que aporte valores, que cumpla con la filosofía original de educar y dar de comer cultura a las nuevas generaciones. Claro que, tal vez, eso es lo que buscaba desde el principio este equipo de gobierno. No matar las alternativas a los bares y botellones, pero sí ir arrinconando a estos colectivos para que se rindieran y, así, poder poner fin a la fórmula de gestión con la que trabajaban, un modelo pergeñado por gente de la calle para gente de la calle, que tenía que rendir cuentas económicas al Ayuntamiento pero que, ay, apenas sufría de intervencionismo institucional. Para apropiárselo, por tanto, y encargar su confección a funcionarios, veteranos en su mayoría, que desempeñan sus labores entre las cuatro paredes de la Casa Etxanobe. Para controlarlo desde dentro.

No, Maroto no ha admitido esta teoría, aunque cada vez resulte más evidente. Su principal argumento para derribar Gauekoak es el económico pues, según dice, la estructura actual se lleva un pico demasiado grande. Una justificación que, obviamente, quienes han hecho posible el programa la desmienten. “Lo que pasa es que no queremos entrar en una guerra de cifras, porque no tenemos la capacidad del alcalde para darle la vuelta a los números ni creemos que sea el punto de mira que se debe tener en cuenta cuando se habla del ocio y la salud de los jóvenes de nuestra ciudad”, arranca Aritz López, presidente de la Federación. Pero.... “Pero este programa es súper rentable. Porque sólo el año pasado, con poco más de 158.000 euros, se desarrollaron 110 actividades en 48 días distintos con más de 7.000 participantes. Si eso lo consiguiera el Ayuntamiento con sus técnicos, cuantitativa y cualitativamente, me quito el sombrero. Pero es imposible”, apostillan Mikel Martínez, jefe de los programadores del equipo de trabajo, y David Arias, uno de sus acólitos, el más batallador. Los tres quieren pensar que el alcalde, más que querer enredar, habla “desde el desconocimiento”. En las declaraciones realizadas hasta ahora ha metido la pata sin parar, tanto al referirse a la estructura del programa, como a la gente que cobra por este trabajo, sus sueldos o la duración de la agenda. Y por ahí, por cómo se ha organizado y ha funcionado Gauekoak, es por donde estos tres chavales desean empezar a hablar. Para hacer comprender a la ciudadanía el valor de este proyecto y reivindicarlo, antes es preciso aclarar “varios conceptos básicos”.

Gauekoak nació en Vitoria en el año 2000, con el PP de Alfonso Alonso, tras una experiencia piloto del Gobierno anterior del PNV. Empezó con una duración de dos meses y luego se fue ampliando hasta coincidir con el curso escolar, bajo la tutela de una asociación -no siempre la misma- que se encargaba del diseño y desarrollo de las acciones. En 2008 dio el gran salto. Se creó una Federación de Asociaciones con todos los colectivos que querían participar organizando actividades, una junta formada por un presidente, un vicepresidente y un tesorero para canalizar las inquietudes y un grupo de trabajo para darles forma que en sus mejores tiempos llegó a tener a cinco contratos a jornada completa -un jefe, tres programadores, un administrativo- y otros tres de apoyo los fines de semana. Una maquinaria bien engrasada que permitió que el programa se alargara a los doce meses del año. Así fue avanzando hasta 2010, con una aportación de alrededor de 420.000 euros, procedente del Ayuntamiento en su mayor parte, pero también del Plan Nacional sobre Drogas a través de una línea de subvenciones para programas como éste, del Gobierno Vasco, Caja Vital y hasta Eroski. Iba como un tiro, con más usos y acciones que nunca, desarrollados más allá del centro cívico Aldabe, como un virus ocioso dispuesto a contagiar a toda la ciudad.

Y entonces apareció Maroto. Y la partida en 2012 se redujo a poco más de 158.000 euros. Y desaparecieron los patrocinadores. Y la programación se redujo a seis meses. Y en 2013 se repitió el escenario. Y por el camino el PP puso en marcha un programa municipal de ocio juvenil y saludable que en teoría pretendía trabajar con colectivos de ese ámbito más emergentes, de nombre Haziak, pero que acabó siendo una copia deficiente de Gauekoak. Y la subvención del Plan Nacional sobre Drogas empezó a diluirse entre otras iniciativas. Algo empezaba a oler mal. En 2014, el acuerdo presupuestario con el PNV permitió mantener un año más la partida. Y gracias, porque el equipo de gobierno se había planteado volver a recortarla, esta vez a 80.000 euros. Y llegó 2015 y, pese a prometer que el panorama de mínimos se mantendría, y pese a eliminar Haziak para supuestamente dar el protagonismo a Gauekoak, de pronto el equipo de gobierno anunció que la aportación sería de 50.000 euros. “Así que nos reunimos con ellos porque nuestra intención siempre ha sido adaptarnos a la situación, tratar de llegar a acuerdos, ajustar las pretensiones y mejorar, pero sin perder la esencia de Gauekoak. Les dijimos que no podíamos bajar de 150.000 y nos ofrecieron una segunda cifra... Y al día siguiente nos desayunamos con la noticia de que Maroto quería hacer esto con funcionarios”, recuerdan David y Mikel.

Se hace un breve silencio, como el que precede a un entierro. El destino de Gauekoak, dicen, si el PP aplica su propia metodología. “Económicamente no es viable. Hacer trabajar a técnicos de Juventud en fin de semana o subcontratar a empresas de gestión cultural sale más caro, eso es así. Además, el equipo de trabajo curraba diez meses efectivos para hacer un programa de seis, de forma altruista, por no hablar del esfuerzo también gratuito de las propias asociaciones”, advierte el presidente de la Federación. Otro plato fuerte del modelo de gestión hasta ahora vigente era que “lo desarrollaba gente que hace skate, música, que restaura coches, que está en la calle, en el ámbito cultural, personas a las que los chavales se acercaban para proponerles actividades”. Una ventanilla más atractiva que la que parapeta al funcionariado con su burocracia. “Somos, o éramos, el traductor del lenguaje institucional”, afirma Aritz. Los demás asienten, convencidos de que si Maroto persiste en su idea el feedback desaparecerá y, con él, el emprendimiento. “Los chavales venían y desarrollaban sus proyectos, se implicaban, entendían lo que costaba todo, cogían responsabilidad... No era un cuéntanos tu idea que lo hacemos por ti”, subraya David.

Y entonces, ¿qué? ¿Hay algo que se pueda hacer para revertir la crónica de una muerte anunciada? “Lo intentaremos”. A la campaña de denuncia iniciada en las redes sociales le seguirá, el día 23, la comparecencia en el Pleno del Ayuntamiento en el turno popular. El propósito del equipo de Gauekoak es lograr el apoyo contundente todos los grupos de la oposición, que lo tienen, para acabar consiguiendo la rendición del PP a la evidencia. Y algo más. “Queremos el compromiso de todos ellos de que este programa estará sustentando en el consenso municipal, que no será una moneda de cambio como ha sucedido en esta legislatura, que habrá una apuesta continuada en el tiempo”, dicen.

Tras tres años de arrinconamiento progresivo, sacando adelante el proyecto con las ganas que sólo da creer en lo que se hace, ha hecho falta que Maroto asestara el gran hachazo para que los jóvenes dieran un golpe en la mesa. Ahora, al fin, exigen. Y no lo hacen por ellos, no, por mucho que el alcalde se empeñe en hablar de dineros, sino para que no se rompa el hilo. “Si el modelo cambia, aunque sea sólo por unos meses, porque más no duraría, será muy difícil recuperar todo lo que se construyó”, afirman. Un programa que emborrachó a los jóvenes de inquietudes.