Agiñaga - La plaza de la iglesia de Agiñaga vivió ayer una mañana de inusual ajetreo. Cerca de un centenar de personas acudió a presenciar cómo un grupo de niños plantaba un ejemplar de tejo -el número 242 de los existentes en el entorno- mientras se escuchaba música celta interpretada en directo por tres jóvenes y se descubría una placa y piedra talladas por los artistas ayaleses Juan Antonio Alaña y José María Aguirre, que darán fe a futuro de lo ocurrido en una más que completa jornada de homenaje al árbol que, en euskera, da nombre al pueblo: Agiñaga, el lugar del tejo.

La iniciativa, surgida de esta junta administrativa perteneciente al municipio de Ayala y de la asociación de promoción cultural Salvagoro, constituida con el objetivo de fomentar el conocimiento, conservación y divulgación de los valores ambientales, culturales, etnográficos y sociales de Sierra Salvada, sirvió de marco de presentación al trabajo de investigación que, en torno a la existencia de este árbol en Ayala, ha llevado a cabo desde 2008 el biólogo local Enrique Arberas. “Desde que de pequeño leí un artículo que informaba sobre el expolio de tejos que los ingleses habían hecho en Gorbea para elaborar arcos, tan relevantes en la Edad Media, siempre he sentido una atracción especial por este árbol, pero no fue hasta 2001 que me vine a vivir a Aguiñiga cuando la coincidencia toponímica me animó a investigar en torno al censo, distribución y usos del tejo en el municipio, y ya me ha atrapado por completo”, explica el autor del libro Las raíces del tejo en Ayala.

Para su elaboración, Arberas se ha recorrido cada rincón de Ayala en busca de los escasos tejos que hoy sobreviven a duras penas, sobre todo, en la mitad suroccidental del municipio, aunque la principal novedad de este trabajo ha residido en la importante colaboración que ha tenido de muchos de los habitantes. Además de cartografiar en el campo los 241 tejos descubiertos se consultaron diferentes archivos y mapas y, por supuesto, se realizaron numerosas entrevistas, sobre todo, a personas del mundo rural, con el fin de sonsacar posibles usos o tradiciones relacionadas con el tejo en Ayala y en las áreas limítrofes. “Pese a que hay muy pocos y la mitad son de porte aún pequeño, y de que se trata de un árbol escaso tanto en Euskadi como en el resto del Estado, ha sido increíble descubrir que los ayaleses le tienen en gran estima, lo conocen muy bien, lo distinguen en el monte y casi toda la gente del mundo rural sabe dónde hay uno”, asegura Arberas. Y es que uno de los principales descubrimientos que ha arrojado esta investigación es que en Ayala se le ha rendido siempre homenaje a este árbol por su relevancia no solo biológica, natural y paisajística, sino histórica y cultural, a causa de su mítica longevidad, su indestructible madera, y su carácter ornamental, tóxico y hasta culto y sagrado. “Se le considera el árbol nacimiento, y va unido a la tradición de nuestros pueblos de plantar uno cuando nace alguien o se construye una casa”, apunta el biólogo.

Arberas da algunos ejemplos de curiosidades en torno al tejo descubiertas en Ayala. “En Zuaza hay un tejo cerca de una iglesia, y en Costera nos hemos encontrado que se usaba para delimitar fincas. Se trata de un árbol protegido, porque no quedan muchos y están aislados, pero aparecen bastante en la toponimia local y eso nos hace pensar que en el pasado tuvo mayor relevancia o fuerza”, argumenta.

De la contribución de este trabajo deja constancia en el prólogo Ignacio Abella, cuando afirma que “no se limita a los terrenos de la Biología sino que ahonda también en la historia y la geografía y tiene aportaciones literarias, o etnográficas que nos permiten contemplar este árbol desde una perspectiva múltiple y diversa”. A la jornada sobre la unión de Aguiñiga con el tejo le siguieron dos interesantes conferencias.