Vitoria - Vayamos al grano. ¿Trabajar la tierra se ha convertido en un oficio en peligro de extinción?
- Se puede convertir en un oficio en peligro de extinción. Sobre todo porque la incorporación de los jóvenes es escasa. Y eso que se ha hecho un gran esfuerzo desde las instituciones con el programa Gaztenek, que ha permitido 300 incorporaciones en Euskadi en los últimos años, una tercera parte procedente de Álava. Nosotros tenemos claro que se requieren cuatro factores para que el oficio continúe. El primero es el suelo. Los jóvenes lo necesitan. El segundo es la formación, para que su empresa sea lo más rentable posible. El tercero, la financiación. Hay que activar herramientas financieras y el nuevo programa de desarrollo rural (PDR) nos va a dar la posibilidad. De hecho, estamos preparando una especie de fondo de capital de riesgo con ayudas específicas para los jóvenes. Y la cuarta es el mercado. Ya tenemos acuerdos con Eroski y estamos haciendo un análisis de los canales cortos de comercialización. Activando estos cuatro aspectos podemos conseguir que el sector primario sea más atractivo y siga existiendo.
Por desgracia, con la crisis parece que la gente mira más el precio que el origen del producto y su calidad.
-Es cierto que en época de crisis se opta más por marca blanca, por precio frente a calidad, pero aquí, contrariamente a lo que pueda pensarse, en los últimos años sí que se ha registrado una vuelta al consumo del producto local, del producto diferenciado. Y vemos que esa es una oportunidad para el desarrollo de nuestro sector. Si trabajamos muy bien el mercado, nuestros agricultores y ganadores van a poder mantener sus explotaciones.
¿Se puede sobrevivir en este sector sin acabar dependiendo de grandes cadenas o multinacionales?
-Sí. Las cadenas que tenemos aquí no son grandes y hay gente que comercializa de forma directa lo que produce. Cierto es que cada sector tiene su nicho de mercado y no todo tiene por qué ir encaminado a la venta directa. En Álava, por ejemplo, tenemos mucha cebada maltera y es muy difícil darle salida de esa forma. Entendemos, además, que debe existir un equilibrio entre ambas vías.
Por lo que cuenta, medidas se han tomado para la supervivencia del sector, pero, a la vista de sus quejas, tal vez hayan llegado tarde.
-Las medidas se llevan poniendo en marcha desde hace muchos años. Pero es un sector complicado, que depende de un montón de cosas, no sólo de que haya planes y programas. Depende, sobre todo, de la estabilidad del mercado. Y, por suerte, ahora estamos en una situación que favorece el impulso al producto local. Por eso queremos y vamos aprovechar esa ola, esa sensibilidad del consumidor.
Los alaveses vamos camino de perder el apelativo de patateros. ¿Qué planes baraja el Gobierno Vasco para incentivar su producción?
- Álava ha sido conocida por la patata de siembra, pero ese cultivo se ha desplazado a otras zonas del Estado y su singularidad ha perdido fuerza en los últimos años. Necesitamos conseguir una mayor rentabilidad. Y eso sólo se puede hacer mediante varias vías. Primero, dando asesoramiento a los agricultores, para que tengan el mayor conocimiento de su cultivo y puedan sacarle el máximo rendimiento. Además, estamos haciendo análisis de reducción de costes de producción para que el margen neto que les quede sea mayor. Por otro lado, tenemos que generar la posibilidad de que nuestra industria pueda absorber la producción local de forma que el producto que salga de esa industria esté vinculado y sea un producto local. Y, en último lugar, hay que seguir poniendo en valor la patata en el ámbito del I+D.
Innovación en la tradición.
- Sí. Debemos alcanzar un factor de diferenciación de nuestro producto, como lo tenemos con la patata Euskolabel, que ofrece unos parámetros de calidad exigentes apreciados por nuestro consumidor. Además, desde Neiker se está trabajando en ensayos con nuevas variedades. Recientemente se han desarrollado dos. Nuestro objetivo es, desde el I+D, dar herramientas al sector para que los alaveses sigan siendo patateros.
Los productores de patata se lamentan de que Bruselas les haya arrebatado el fondo de compensación.
- Se veía venir y va a ser muy complicado recuperarlo. Estamos analizando otras series de medidas para ver cómo podemos contrarrestar la importante pérdida de este fondo.
Otro de nuestros grandes cultivos en decadencia es la remolacha. Menos mal que la Diputación lo considera su producto estrella.
- La remolacha tiene varios problemas. Uno de los principales es que en 2017 se liberaliza el mercado. Y la diferencia de los costes de producción con otras zonas de Europa es todavía grande. Se está trabajando, como en el caso de la patata, para reducirlos y lograr una salida en la industria azucarera. La realidad es que cuando se liberalizan los mercados, se crean problemas. Y estamos preocupados. Tanto con la remolacha como con el sector lácteo.
De hecho, se habla de 'batacazo' lácteo. ¿Cómo puede afectar a Álava?
- El año que viene se termina el sistema de cuotas y eso hace que tengamos que posicionar el producto de otra manera. Estamos haciendo un estudio exhaustivo en estos momentos para ver cómo puede repercutir en Álava, aunque afectará a todas las explotaciones en general. En este asunto hay varias teorías. Una dice que cuando se produzca la liberalización del mercado también se va a producir un aumento del consumo en Asia y eso hará que el aumento de producción que hay en Europa sea absorbido por el sudeste asiático. Por tanto, tenemos que trabajar en la misma línea que con la patata, conseguir que las explotaciones sean lo más rentables posibles y el precio sea competitivo diferenciando el producto.
¿Pero la leche no es un producto difícilmente diferenciable?
- Sí, pero tenemos el Eusko Label y el Euskal Baserri. Además, este sector tiene una estructura fuerte que le puede permitir hacer mejor frente a los vaivenes, aunque las cooperativas son pequeñas en comparación con otros sitios del Estado. Mao decía que China se desarrollaría cuando cada niño bebiera un vaso de leche al día. Eso es mucha leche... En definitiva, habrá un reajuste y serán unos años extraños en los sectores liberalizados. Por eso, con el nuevo PDR, estamos viendo cómo atenuar los vaivenes tanto con la remolacha como el sector lácteo.
En Rioja Alavesa se está trabajando por la recuperación del aceite de oliva. ¿Pero realmente puede convertirse en un producto con peso en la economía agraria de Álava?
- El aceite de Rioja Alavesa es un aceite diferenciado y la hostelería lo va conociendo, pero el problema es que su masa crítica es muy pequeña. Este año se han producido 88.000 litros de aceite, nada que ver con los tres millones de Navarra. Tampoco en los próximos ejercicios la cantidad va a ser grande, aunque haya un plan de la Diputación para ampliar la superficie del cultivo. No obstante, cuando hablamos de un producto no sólo hablamos del producto agroalimentario, sino de todo lo que genera en torno a él. Y la idiosincrasia de Rioja Alavesa, ésa que la hace tan atractiva, está cimentada en sus productos agrícolas. El aceite puede ser un factor de desarrollo no sólo del sector agroalimentario, sino también del turístico, hostelero... En su diferenciación lograremos un producto único que aportará valor general a toda la comarca. En ese sentido, estoy seguro de que el aceite nos va a dar muchas alegrías.
El producto que ya nos da alegrías es el vino de Rioja Alavesa, aunque viticultores y bodegueros tienen clara la necesidad de desmarcarse de la denominación Rioja con una etiqueta propia. ¿Qué va a hacer el Gobierno Vasco por ellos?
- Nosotros pensamos que la mejor forma de dar valor a nuestras bodegas es con una zona diferenciada donde buscar de forma más adecuada nuestro hueco en el mercado. Todo tiene el nombre de Rioja, pero no todo es el mismo vino. ¿Cómo justificar que en un supermercado crianzas de la denominación se venden a dos euros y otros a muchísimo más? La forma de producción, las condiciones climatológicas, los sistemas de manejo, las características de la explotación... Son factores que marcan la diferencia. Hemos hablado de esto con los distintos agentes del sector, con la denominación y con el otro Gobierno (el de La Rioja) y les hemos trasladado nuestra intención. Les vamos a pasar una propuesta de trabajo. Ya estamos redactando un estudio tanto organizativo como jurídico sobre cómo sería la gestión la zona de Rioja Alavesa, que estará listo para después del verano. Y antes haremos una ronda para acordarlo con sector e instituciones.
Huele a conflicto con La Rioja.
- Nosotros no tenemos ánimo de romper nada existente. Sólo queremos aportar valor a nuestros viticultores y bodegas. Queremos mejorar, no perjudicar a otros. Y lo tenemos muy claro. Sí o sí, vamos a conseguir la diferenciación de Rioja Alavesa.
Hay muchos pueblos en Álava desérticos, sin apenas población y aún menos servicios. Cabe preguntarse si acabarán desapareciendo.
- Nosotros no queremos que desaparezca ningún pueblo de Álava y haremos lo que esté en nuestro mano para que no sea así. Desde el año 2000, cuando empezó el sistema que conocemos ahora de desarrollo rural, se han ido dotando a todas esas pequeñas localidades de infraestructuras básicas y de dotaciones de servicios mínimas para la población. Ahora el objetivo es llevar actividades económicas mínimas a esos pueblos o cerca de ellos. Hablo de actividad económica no agraria, de diversificación del sector. Y hay zonas que tienen un potencial muy grande desde el punto de vista turístico. Álava es una tierra con un potencial naturalístico, paisajístico y y de biodiversidad impresionante, y hay que intentar aprovecharlo. Nuestra política en los próximos años va a ser intentar mantener las mínimos dotaciones conseguidas hasta ahora, cumplir lo que podría quedar pendiente y que haya actividades económicas adecuadas a cada zona aprovechando sus recursos. En definitiva, generar riqueza y valor. Además, los ingresos que esas actividades pudieran generar a los ayuntamientos los dotarían de una cierta autonomía a la hora de realizar acciones.
Todos esos objetivos se pretendían conseguir con la candidatura del Valle Salado a patrimonio de la humanidad, pero la Unesco la ha rechazado. ¿La Diputación se equivocó al priorizar una gestión turística de este espacio frente a la recuperación de las eras?
- Para empezar hay que decir que la decisión de la Unesco ha sido una pena. Nos encontramos ante una gran oportunidad perdida, porque una declaración de este tipo habría conllevado indirectamente una serie de beneficios para toda la zona. Que el proyecto tenga un enfoque turístico no es malo. Que se haya hecho solamente desde un punto de vista turístico ha sido el fallo. Por eso, convendría repensar todo el proyecto llenándolo de contenido, con una visión más integral, antes de volver a postularse de nuevo al título.
Si algo le achacan al PP las voces críticas es su obsesión por el marketing. ¿Cuánto hay de fondo y cuánto de forma en la capitalidad gastronómica de Vitoria?
- Entiendo que se podría haber hecho un proyecto más completo, sobre todo con una mayor vinculación al producto local alavés. La Capital Gastronómica debería de ser una oportunidad para estrechar lazos con esos productos, para ponerlos en valor, más allá de las acciones hasta ahora planteadas. De todas formas, todavía es mayo. Aún hay tiempo para desarrollarlo.