hace más de seis siglos, cuando Gasteiz no abarcaba más allá del Casco Viejo, las gentes de Alde Zaharra fueron capaces de gobernarse en vecindades -una forma de autoorganización-, y construir colectivamente el sueño de un barrio hecho por todos. Lo hicieron de forma natural, por puro sentido común y en el marco de la cultura de la imposición que por aquel entonces marcaban los señores feudales, simplemente para sobrevivir. Más de seiscientos años después, "¿no vamos a ser nosotros capaces?", se preguntan ahora en el barrio.
La de las vecindades es una figura de la que poco se sabe, pero que, ahora, la asociación Egin Ayllu (nombre que significa hacer comunidad en euskera y quechua) rescata del olvido en el libro Pasado y futuro de las vecindades vitorianas: una experiencia de comunidad vecinal, que ayer presentó en la calle Zapatería. Esta obra tiene un precio social, inferior al de mercado, para que pueda estar al alcance de cualquier bolsillo, más en una zona especialmente castigada con penurias económicas. El propósito de este trabajo es, apoyándose en el pasado pero con la vista en el futuro, recuperar una comunidad vecinal que el colectivo vecinal sueña "abierta y plural, asamblearia y solidaria, reivindicativa y dinámica... Y, por supuesto, fiestera", aseguran sus impulsores.
Como no podía ser de otra forma, el libro ha sido prologado por un "joven peleón de 89 años", con más de cuatro décadas de compromiso vecinal a su espalda, y que hoy mantiene desde las asociaciones Barrenkale y El Campillo. "A él fue al primero que le oímos hablar de vecindades vitorianas", recuerdan en Egin Ayllu. Y es que Rafael Ruiz de Zárate llegó a conocer los últimos coletazos de esta forma de autoorganización y, ahora, es uno de los más fuertes defensores de la recuperación de este espíritu comunitario. Con harto sentimiento e, incluso nostalgia -confiesa-, Rafa rememora aquel gobierno de mayorales y sobremayorales, cuyo territorio se extendía entre cantones.
Así que, el vacío que aquella extinta forma de gobierno dejó en el Casco Viejo intentaron llenarlo en 1979 con la creación de una gestora, primero; asociación vecinal, después, para mantener el espíritu de barrio. "Excursiones playeras y escolares de campo en las que todo el barrio, sin distinción, disfrutaba, se relacionaba y convivía", recuerda Ruiz de Zárate en el prólogo del libro. "Era tiempo de puertas abiertas, de amor de portal, de convivencia humana en interminables partidas de cartas, de cuadrillas chiquiteras (...), de vis a vis, de calor humano, al fin".
La primera parte de la obra se centra en los detalles de la historia de las vecindades de Vitoria, "hasta donde los documentos, trabajos de otros autores y nuestra propia interpretación nos han dejado llegar", señalan los propulsores de la iniciativa. A partir de ahí se indaga en la dimensión de comunidad vecinal, una cuestión básica para conocer las motivaciones que les llevaron a organizarse de tal manera.
del pasado al futuro El capítulo tercero -el más extenso- comienza con un análisis sobre cuántas y cuáles fueron las vecindades vitorianas, sus características, celebraciones, patrones... Capítulo especial merece el apartado de la fiesta, esto es, cómo vivían las vecindades sus festejos, uno de sus pocos quehaceres, que perduró desde el nacimiento de estas comunidades hasta bien entrado el siglo XX; una especie del Zaharraz Harro, similar al que ahora se está recuperando en el Casco Viejo.
La segunda parte del libro abre el campo de visión hacia el futuro, indagando en experiencias similares en otros lugares del mundo, incluso en aquellos donde aún perduran, sobre todo en Latinoamérica. La publicación concluye con un mensaje de aliento, haciendo hincapié en la idea de que ahora también es posible, ya que existe un colectivo en el barrio que se esfuerza por recuperar la comunidad vecinal. ¿Y para qué?, cabe preguntarse. "Para que todo lo anterior nos ayude a poner en marcha en el Casco Viejo una comunidad vecinal que sea capaz de organizarse para decidir su futuro, protagonizándolo desde dentro", responde el colectivo Egin Ayllu.
El mes pasado, la última vecindad de la calle Herrería resurgió del olvido de la mano de tres sociedades gastronómicas del Casco Viejo, que decidieron recuperar esta antigua fiesta de encuentro entre los vecinos, con ofrenda floral a la patrona y degustación de pintxos y vino. Los txokos Iturriondo, Txipistrin y Zapardiel se empeñaron en rescatar la antigua tradición de las fiestas de las vecindades, muy importantes en el Casco Medieval de antaño. Unas celebraciones que cayeron en el olvido con la desaparición de las propias vecindades y debido también a la evolución de las costumbres de la ciudad. La jornada arrancó con un aurresku y la correspondiente ofrenda floral desde lo alto de una escalera ante la hornacina de la Virgen del Buen Camino, la patrona de esta última vecindad de Herrería, y siguió con animación musical y poteo al mediodía por toda la calle. "Una pequeña y muy humilde fiesta que pretendemos sirva de encuentro y unión a todos, tanto a quienes ahora vivimos aquí como a los que ya no están", clamaron entonces los organizadores.