Fue un gran amigo, un ser superior en inteligencia y sensibilidad artística: Hacía llorar de emoción a sus lectores y reír a todo dios sólo con abrir la boca. Le perdí la pista unos años y lo volví a ver con un imperdible atravesándole una ceja, cicatrices de quemaduras en los brazos, puesto hasta las trancas, sucio y eufórico y aunque me lo encontré el día del txupinazo, cómo estaría que hasta los más pasados le miraban. Hablamos durante horas: tuvo un negocio. Tuvo dinero. Tuvo demasiado curro. Tuvo demasiado estrés. Tuvo coca. Tuvo speed, pastis, tripis. Y me contó que un ertzaina le había pisado la cabeza porque había gritado "gora ETA" en plena Virgen Blanca. Y mientras me lo contaba, gritaba sobre un compañero nuestro de los tiempos del insti, y como para que media Vitoria en fiestas le oyera, "...ése sí que vale". Ese año las fiestas, la ciudad, la gente, el sistema... el mundo entero me pareció una gigantesca bola de mierda girando por el hiperespacio. Me costó meses asimilar su situación. El año pasado me lo encontré otra vez y estaba muy bien, me contó que estaba de permiso carcelario. La verdad es que le vi tranquilo y me alegré de su mejoría porque él ¿era? una persona excepcional.

Nuestro compañero del insti al que tanto admiraba en su delirio mi amigo es una persona que está encarcelada actualmente y que lo estará durante muchos años. Compartí con él mesa, huelgas y risotadas. Hablábamos de muchas cosas, era un tío majo, cabal, honesto y sincero. Era buen alumno y en clase te descojonabas de risa con él. Hizo letras, yo ciencias, y en la uni separamos definitivamente caminos. A la vuelta de unos años me lo encontré en la calle y le fui a saludar. Justo movió un poco la cabeza y siguió su camino. Pensé que habría tenido un mal día. Un tiempo después hojeando el periódico vi su cara en una foto y su nombre: le buscaban por su implicación en el asesinato de Fernando Buesa y Jorge Díez.

Hace unos años, mientras paseaba con mi perro, solía hablar a menudo con un homeless que un día, según me contó, se cargó todos los cristales del edificio que hoy es la comisaría del Casco Viejo y según me contó, le mandaron un mes al talego. Y no era mala persona, ¿eh? La vida le trató mal desde niño y de mayor le siguió tratando fatal. Nadie le hacía un contrato por no estar empadronado. Nadie le alquilaba una casa por no tener un contrato. En la cárcel hay cama, comida y ducha.

Qué distintas somos las personas, ¿verdad? Y qué más dará si es Nanclares o Zaballa, si al final todas las cárceles están llenas de gente.

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