DEsde el gabinete Lazcoz se refieren a la futura plaza Amárica como un hallazgo: "Será un entorno espectacular". Este espacio, en pleno centro de Vitoria, ha aprovechado las obras del parking que se esconderá en su subsuelo para convertirse en un pulmón de la ciudad, un jardín diferente y un homenaje al paisajista Fernando de Amárica. La arquitecta y urbanista Inés Apraiz, responsable del rediseño, desvela las claves de este nuevo punto de encuentro.

La previsión es que el aparcamiento esté listo para final de año. Desde la constructora, Vinci Park, insisten en que las obras avanzan ahora a gran velocidad: la reciente colocación de la tela asfáltica permitirá que los trabajos se desarrollen durante los próximos meses sin miedo a las inclemencias del tiempo. Eso sí, los plazos se miran con lupa, puesto que de la finalización del recinto -albergará 337 plazas en tres plantas, una de ellas para residentes- depende la posible reordenación del paso de los autobuses urbanos por la zona centro y porque los vecinos llevan ya dos años pagando el peaje de las obras y la ciudad, el precio de haber perdido una plaza.

El paso del tiempo ha propiciado la evolución de la nueva Amárica. Pocas veces un reto urbanístico cuenta con tantos meses para la reflexión. Inés Apraiz, conocida por el rediseño del centro de Villabuena o de la calle Bastiturri -junto a Mozas&Aguirre- ganó en su día el concurso gracias a su idea de convertir este emplazamiento en un jardín urbano. El objetivo era impulsar una zona verde diferente, algo menos acotado y más transitable, similar a los jardines que se ven en Europa donde los ciudadanos puedan sentarse en la hierba, leer, pasear y, en definitiva, aprovechar el espacio. De ahí surgen las islas redondeadas de césped, a ras de tierra, que llenarán la plaza y permitirán un recorrido más natural que la estructura geométrica que antes caracterizaba a este entorno.

Esta apuesta natural se mantiene, pero ha crecido gracias a la historia de Fernando de Amárica. El paisajista que da nombre a la plaza poseyó en este entorno -en realidad, en una parcela adyacente ahora ocupada por edificios- un jardín que antaño llamaba la atención entre los vecinos por sus pavos reales, y que acabó cediendo al Ayuntamiento para el disfrute de sus convecinos. Apraiz se inspiró en esta idea para realizar guiños al artista, al decorar con dibujos similares a las plumas de estos animales diferentes elementos del recinto, o al pintar los cristales de los dos espacios que albergarán los ascensores para bajar al aparcamiento. Estas dos puertas al parking, con una forma que recordará a un diamante, serán dos de sus elementos más llamativos, con cristaleras de diferentes colores -azul oscuro y cian, marrón, amarillo y verde- que, además, contribuirán a la iluminación de la plaza.

El espacio, no obstante, también conservará sus antiguas farolas. Otro de los puntos clave es la escultura El hombre con arco iris, de Casto Solano. La obra pierde su lugar central en Amárica, para desplazarse a un lado, donde se mantiene en un alto y se verá rodeada por un pequeño estanque en espiral. El rediseño de Amárica también incluirá el parque infantil pero ahora, en lugar de situarlo dividido en dos extremos de la plaza, se agrupa en su parte central, en la zona más cobijada para aumentar la seguridad de los niños, y junto a un llamativo banco curvado de doce metros de longitud, cuatro veces más grande que la mayoría del mobiliario que vestirá la plaza. Es precisamente junto a esta zona donde se ha dejado más espacio libre, pensando en los posibles usos del entorno para conciertos y eventos.

Se trata de uno más de los rincones de la futura Amárica, que pretende conjugar zonas de paso con lugares más tranquilos. De ahí que la vegetación que decore este entorno sea tan meditada que, en el futuro, exigirá un cuidado especial del servicio de jardines: se quiere colocar lavanda junto a la zona de acceso al parking, robles en los lugares más alejados para que no arrojen sombra, magnolios... En definitiva, una variedad de copiosas plantas y colores que florecerán en distintas épocas del año. Además, la presencia de esta vegetación sirve para que pasen desapercibidos los elementos más funcionales del parking, como las rejillas de ventilación.

Este cuidado por los detalles es el que quiso trasladar Apraiz a los vecinos de la zona al presentarles el proyecto. La arquitecta se aprovecha del legado de Amárica y de su propia inspiración para plantear algo diferente, que huye de las soluciones urbanísticas al uso para ser útil y diferente. Todo un descubrimiento.