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Vitoria recuperará este mes otros dos deteriorados caños del Casco Medieval

La transformación en vergeles llegará a un patio de correría y otro de pintoreríaLa obra estará lista para la jornada de puertas abiertas del 19 de junio, que mostrará los cinco espacios ya recuperados

Vitoria. Prosigue la transformación de la otra cara del Casco Viejo, fascinante, abandonada y deformada. La nacida en 1202 al grito de "agua va". Conocida sólo por sus vecinos. La asociación ecologista Gaia, encargada de purificar los laberintos interiores de la colina de la mano de la Agencia de Revitalización de la Ciudad Histórica, trasladará el quirófano a finales de este mes a dos nuevos caños medievales: el N, que enlaza Zapatería y Correría entre el Cantón de la Soledad y el de Anorbín; y el 11, situado en la esquina de Pintorería con San Francisco Javier. Como en los tres patios ya recuperados desde que en enero el Ayuntamiento dio luz verde al plan bifidus, surgirá un espléndido vergel donde ahora se acumula la suciedad, crece el hierbín y campan los gatos. El fin, que los residentes ganen en calidad de vida y que la ciudad recupere estos espacios como elemento del patrimonio cultural del corazón de Vitoria.

Cibeles, líder de Gaia, vecino del Casco y enamorado de la historia intramuros de la colina está deseando reunir a su equipo de albañiles, pintores y jardineros para iniciar la transformación de los caños escogidos, que incluye tanto la recuperación de suelos y fachadas como la instalación de cientos de jardineras. No obstante, deberá esperar a que el Consejo de la Agencia de Revitalización de la Ciudad Histórica -formada por los distintos grupos políticos- se cite a finales de este mes para recibir su visto bueno. "Y, a partir de ese momento, quince días para tenerlos listos", sostiene. El ritmo será frenético porque el deseo es que los vitorianos puedan visitar estos dos nuevos espacios durante la jornada de puertas abiertas programada para el próximo 19 de junio.

muy distintos Ese día, los intestinos ya remendados desnudarán su íntima historia ante la ciudad. Para conocerla, habrá que trepar por las dos laderas. Junto con los caños que ahora se van a arreglar, también estarán a disposición de los gasteiztarras el primer laberinto recuperado a principios de año, entre los números 35 y 65 de Pintorería y los portales 56 y 98 de Cuchillería. Y los dos que acaban de pasar por cirugía: el P, un pasillo entre las vecindades de Correría y Zapatería con acceso desde el Cantón de las Carnicerías; y el K, más grande, que serpentea entre Zapatería y Herrería con entrada por la misma calle que el anterior.

"No hay dos caños iguales", explica Cibeles mientras abre la puerta del N, un patio alargado, comido por la humedad y sitúado a dos niveles salvados por una rampa. En el primer tramo, la idea es colocar tres hileras de jardineras en tres alturas con especies tan variadas como el boj, el romero, la lavanda, el laurel, el cornejo o el rosal, plantar tejos en los tres alcorques, arreglar una de las paredes para evitar filtraciones del agua y colocar barandillas. En el segundo trecho, los trabajadores pondrán nuevas filas de macetas hasta en cuatro alturas y tres arbustos enanos, cambiará el aparato de los contadores del gas, arreglará un tejadillo y reparará una de las fachadas. Además, todo el suelo será pintado con un material especial para que los efectivos de FCC puedan limpiarlo y mantenerlo siempre impoluto.

"No hay dos caños iguales", repite Cibeles al asomarse al número 11 del Casco Viejo. La comparación con el anterior corrobora su máxima. Es un patio, pero no es interior: debido a las transformaciones a las que le sometió el paso del tiempo, se asoma a la calle en forma de jardín. Por eso, los trabajos de reparación serán muy distintos. El equipo de Cibeles combatirá el musgo que devora el césped espolvoreando una mezcla de arena, turba y masilla que permitirá que el suelo se oxigene. Sobre esa base, llenará la verja repintada con enredaderas de rosales, plantará un palmito en la entrada, podará el falso laurel que ahora trepa casi hasta el segundo piso de una de las casas, colocará un arce japonés rojo en el tramo de la izquierda y llenará ese trecho de arbustos, pondrá riego automático, retocará las fachadas para darles un color uniforme y, más al fondo, cubrirá los canalones con pantallas vegetales. Además, un sendero de piedra recorrerá el espacio.

Los caños nacieron en 1202, tras el incendio que asoló la primera villa, como espacios interiores de servidumbre de titularidad municipal de casas adscritas a una sola vía destinados a recoger todas las aguas. Allí fermentaban hasta que las lluvias las arrastraban al foso que serpenteaba la muralla. El sistema funcionó de esa forma hasta que una epidemia de cólera en 1877 obligó a embocinar los espacios. Y muchos vecinos aprovecharon la ocasión para estirar sus viviendas -cosa que sigue sucediendo- y colocar en los nuevos metros robados las letrinas. Esa práctica añadió más deterioro al deterioro, con un Ayuntamiento que miró para otro lado... Hasta ahora.

l El caño 11. Ubicado en la esquina entre Pintorería y el Cantón de San Francisco Javier, no es un caño al uso. Se asoma a la calle a modo de jardín, pero el musgo se ha comido la hierba y, al final, se sitúan casas en mal estado, como señala Cibeles en la foto de la derecha. Con las obras se arreglará el terreno, se plantarán nuevos árboles y arbustos, y se mejorarán las fachadas.

l El caño N. Enlaza Zapatería con Correría entre el Cantón de la Soledad y el de Anorbín. Alargado y en dos alturas, necesita profundas mejoras de suelos y paredes.