- La presencia de editoriales de ultraderecha en la Feria del Libro de Fráncfort es un viejo debate que ha revivido este año después de que algunos autores se negaran a asistir en señal de protesta a actos que estaban planificados con ellos.

Siempre hay un puñado de editoriales cercanas a la ultraderecha. Por parte de la Feria el argumento, que se ha repetido este año, es que se tiene que tolerar todo lo que no sea penalmente relevante. En los últimos años se ha procurado aislar a las editoriales de ultraderecha, enviándolas a una esquina a la que es improbable que un visitante llegue por casualidad Este año, sin embargo, la caseta de la editorial Jungeuropa, que fue la que desató toda la polémica, está situada al fondo del pabellón 3.1, muy cerca del lugar del Sofá azul, uno de los foros más célebres de presentación de libros de la Feria.

Jungeuropa comparte caseta con Oikos, un sello que es propiedad de Antaios, la editorial del creador del movimiento identitario, Götz Kubitschek, considerado de ultraderecha por los servicios de seguridad alemanes. El propietario de Jungeuropa, Philip Stein, es miembro de la asociación Un Uno por Ciento para Nuestro País, considerado también de ultraderecha y visto como “caso de sospecha” por la Oficina Federal para la Protección de la Constitución, lo que permite que esa organización sea observada con recursos propios de los servicios secretos.

En las redes, mientras tanto, aparecen de un lado aquellos que se solidarizan con los autores que han dejado de ir-la primera fue la novelista afroalemana Jasmina Kuhnke, pero se han sumado más- y de otro lado aquellos que acusan a quienes han hecho prácticamente un llamado al boicot de recurrir a un truco de mercadeo. Otros optan por un término medio, entre ellos los escritores Jagonda Marinic y Meron Mendel, y han expresado su solidaridad con quienes han decidido no ir, pero a la vez han dicho que consideran equivocado llamar al boicot. Entre los argumentos en contra del boicot están quienes dicen que si hubiera que excluir de la Feria todo aquello que fuera contra los principios democráticos, no debería haber cada año una presentación de Irán o de otros estados similares.

De hecho, hace varias décadas, Irán estuvo excluido, durante el tiempo en que Salman Rushdie estuvo amenazado de muerte por una fatua del régimen por Los versos satánicos. En el primer intento de que Irán volviese a estar presente con editoriales independientes hubo amenazas de boicot de autores de la dimensión de Günter Grass. Ahora quienes han optado por no venir a la feria tienen claramente menos peso que Grass.