enemos una década para transformar la sostenibilidad de nuestro modelo económico si queremos que la vida en el planeta sea viable. Si no aceleramos los procesos de transición ecológica, la degradación del entorno medioambiental hará imposible la supervivencia de las personas tal y como hoy la conocemos. La Unión Europea pretende convertirse en la vanguardia de la lucha climática y en la aplicación de la Economía Circular como ejes vertebradores de una Estrategia Verde que ofrezca soluciones a tiempo a los enormes desafíos del milenio. Por eso las instituciones europeas están en pleno debate finalista de los objetivos y los plazos para conseguirlos. Dos hitos: 2030 y 2050, y un compromiso crítico: la reducción de emisiones de CO2. Comisión, Parlamento y Consejo Europeos, tienen propuestas distintas, más y menos ambiciosas, que nos adentran de lleno en la problemática del desmantelamiento de un sistema económico agotado y un titubeante nuevo mundo. Una batalla entre zombis y no natos sin un camino claro que recorrer.

La legislación base de la discusión es la futura Ley Climática. La Comisión Europea ha presentado su plan para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE en al menos un 55% de aquí a 2030, en comparación con los niveles de 1990. La finalidad de elevar el objetivo climático del 40% al 55% es alcanzar la neutralidad climática para 2050. Asimismo, ha establecido las propuestas legislativas que se presentarán a más tardar en junio de 2021 para revisar y ampliar el régimen de comercio de derechos de emisión de la UE; adaptar el Reglamento de reparto del esfuerzo y el marco para las emisiones del uso de la tierra; aumentar la eficiencia energética y las políticas en materia de energías renovables, y hacer más estrictas las normas en materia de CO2 aplicables a los vehículos de carretera. Pretende que el Parlamento y el Consejo confirmen estos objetivos y los presenten a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático antes de finales de año.

El objetivo climático planteado por el Parlamento Europeo plantea objetivos más ambiciosos. La Europa de los grupos políticos sacó adelante la propuesta con una mayoría muy ajustada, 352 votos a favor, 326 en contra y 18 abstenciones. Los eurodiputados reclaman una reducción de las emisiones en un 60% respecto a niveles de 1990 para el año 2030. Además, proponen que el objetivo de neutralidad climático para 2050 sea obligatorio tanto para la Unión Europea como para los Estados miembro de forma individual. El juego de mayorías se impone a las reticencias de los países que deberán afrontar mayores transformaciones de sus estructuras económicas para dar cumplimiento a los objetivos de descarbonización. Su posición es muy relevante, pues, el Parlamento tiene la última palabra en materia legislativa y presupuestaria en esta materia.

El Consejo Europeo a través de los jefes de Gobierno de los 27 tendrá el poder de imponer cómo se procederá al cumplimiento de los objetivos y plazos. La batalla está servida desde ahora y debería alumbrar una resolución en la Cumbre de diciembre. Las posiciones divergen desde los más ambiciosos Estados nórdicos, cuyas economías han circularizado ya más de un tercio de su PIB, a las posiciones centrales de Alemania y Francia, cercanas a la propuesta de la Comisión y en el extremo opuesto, Polonia que es el único país que no se ha comprometido a la neutralidad climática y cuya economía sigue teniendo una alta dependencia de la producción de carbón. Tenemos, pues, dos meses para llegar a un consenso de medias y calendario para impedir la tragedia en los próximos 30 años. Basado en los criterios casi unánimes científicos, la ONU ha pedido reducir las emisiones un 7,6% por año durante la siguiente década para mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 1,5 grados celsius. Pero no todo valdrá para alcanzar ese objetivo, la transición verde deberá ser justa, sin abrir nuevas brechas de desigualdad, pero conscientes de que la economía europea en 2030 será verde o no habrá economía.

Los eurodiputados reclaman una reducción de las emisiones en un 60% respecto a niveles de 1990 para el año 2030