Un goteo de arrestos, con al menos catorce detenidos durante la última semana, es el saldo que deja por el momento la operación policial abierta tras la paliza al joven Alexandru, Álex, que se debate entre la vida y la muerte tras los golpes de miembros de la banda juvenil Los hermanos Koala.

En un mes, dos jóvenes, Samuel e Isaac, han muerto en el Estado mientras que pende de un hilo la vida del joven de 23 años agredido en Amorebieta, con ambos lados del cerebro dañados. En los tres casos, un mismo nexo de unión: la brutalidad de jóvenes organizados sin aparente "conciencia moral".

Las algaradas de estos fines de semana, con veladas regadas de alcohol que acaban a botellazo limpio contra la Ertzaintza, demuestran la creciente banalización de la violencia y la impunidad que parece otorgar la responsabilidad diluida en el bullicio. Con ser preocupante, hay organizaciones delictivas que dan otra vuelta de tuerca para cultivar un "matonismo juvenil" que destila odio, y que parecen haber resurgido con fuerza tras el fin del estado de alarma.

El problema no es nuevo, ni ha nacido ahora con Los hermanos Koala. La primeras referencias en la CAV de este tipo de bandas de comportamiento violento se remontan al año 2004, y se localizan en Irun. Fue en la ciudad fronteriza donde la Ertzaintza tuvo constancia por vez primera de agrupaciones callejeras de adolescentes que, de alguna manera, trataban de mimetizar el fenómeno extendido tanto en América Latina como en Estados Unidos. Pandillas con una organización por entonces primaria trataban de imponer su ley por medio de la fuerza y la intimidación.

La forma de actuar, salvando las distancias, guardaba cierta similitud con el modus operandi de grupos como Latin Kings, Ñetas o Maras. De hecho, la Ertzaintza constató a finales de 2010 la pretensión de algunos individuos de instaurar "reinos" semejantes a los instalados en Madrid o Barcelona, según figura en un documento de analistas de la Oficina Central de Inteligencia de la Ertzaintza.

Un año después, la Policía autonómica desarticuló una banda de unos 80 integrantes, imitadora de los Latin Kings. Es a partir de entonces cuando se observa un repunte de este tipo de grupos, cada vez "más activos y violentos". Si bien importaron el formato de banda latina, no se puede atribuir esta nomenclatura porque el país de origen de sus integrantes es muy diverso, "tanto autóctono como foráneo". Un sector poblacional tan reducido como comprometido con la violencia. "Hace tres años que lo venimos advirtiendo y todavía no se han puesto los medios. Los Mossos d'Esquadra ya nos avisaron de que ellos tampoco vieron venir el problema hasta que lo tuvieron encima", advierte Aitor Otxoa, portavoz en Gipuzkoa del sindicato de policía ErNE.

El secretario general de esta organización, Roberto Seijó, ha señalado esta semana tener constancia de la existencia de cuatro bandas juveniles "importantes" en Bizkaia y de una treintena de "grupos de pandilleros delictivos" de los cuales cuatro habrían operado en Gipuzkoa.

Consultado al respecto, el Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco no ofrece por el momento información, a la espera de cerrar la investigación para localizar a todos los responsables de la paliza al joven Alexandru Andrei Ionita, a quien su entorno conoce como Álex.

Ocurre todo ello en contexto en el que aumentan los delitos contra la integridad física. Así lo pone de manifiesto la Memoria de la Fiscalía de 2020 en el País Vasco. Se ha producido un incremento significativo de este tipo delictivo "que no hace sino mantener la línea ascendente" que se viene produciendo en los últimos años.

El presidente del Movimiento contra la Intolerancia, Esteban Ibarra, ha indicado esta semana que no existe un repunte de la violencia juvenil sino más bien una mayor "sensibilidad mediática" provocada por la divulgación de las grabaciones que muestran las agresiones. En el caso de los Hermanos Koala, siete de los arrestados son menores, y se sabe de la implicación de una veintena de integrantes gracias a las imágenes que ellos mismos subieron a las redes sociales para hacer viral su paliza.

El portavoz en Gipuzkoa del sindicato ErNE precisa que este tipo de bandas "no tienen un modo de organización como el que podemos ver en las películas", de ahí que su estructura orientada habitualmente a la comisión de robos pueda pasar más desapercibida. En la actualidad, estos grupos utilizan las redes sociales para marcar de manera implícita su propio territorio. No solo indican al resto de jóvenes dónde se encuentra su reinado, sino que en esa "pared virtual" plasman otras acciones propias de estas pandillas, como amenazas, intimidación o chantajes, según recoge el documento de analistas de la Oficina Central de Inteligencia de la Ertzaintza.

Bandas en Vitoria

La Policía autonómica también tuvo constancia a principios de 2006 de la existencia de pandillas callejeras violentas organizadas en torno a Gasteiz, donde "luchaban por el control de los espacios públicos". Quince años después, perduran sus huellas. La Policía Municipal de la localidad ha reconocido estos días la existencia de grupos de jóvenes con delitos a sus espaldas a quienes tienen "monitorizados" con el fin de evitar que "den el salto" y pasen a convertirse en una "banda organizada al uso".

Según detalla la Oficina Central de Inteligencia de la Ertzaintza, fue a partir de 2011 cuando "comenzaron a aparecer grupos de jóvenes" con características diferentes a las conocidas hasta ese momento. Pasaron a estar formados por "individuos menores de edad con diversidad de procedencia" que hacían quedadas que desembocaban en enfrentamientos violentos con otras bandas. A diferencia de los grupos observados hasta entonces, estas pandillas pasaron a hacer de la violencia y la delincuencia, "mediante la utilización de armas blancas y objetos peligrosos", uno de sus principales ejes vertebradores. Según recoge el informe de la Ertzaintza, con el paso de los años se ha producido "un creciente aumento de esas agrupaciones", lo que ha posibilitado un esquema de alianzas y enemistades intergrupales que en ocasiones deriva en "graves enfrentamientos".

ErNE reclama en este contexto una unidad específica dentro de la policía vasca que luche contra esas bandas. El sindicato entiende que "existe un déficit organizativo" que impide "un mejor control de esos grupos", ante lo cual el Departamento de Seguridad lleva años "intentado minimizar el problema".

El portavoz de esta central en Gipuzkoa demanda una mayor dotación de recursos. "Estamos viviendo un creciente problema social por comportamientos violentos con total impunidad. No hay más que ver lo que está ocurriendo con los botellones. Nos han llegado a llamar alertando de peleas que resultaban no ser ciertas para recibirnos lanzando botellas", expone Otxoa. "Piensan que no hacen nada grave, pero no podemos vivir continuamente en una algarada", advierte.

La relajación de las restricciones por la pandemia es un factor a tener en cuenta. Especialistas en grupos urbanos violentos entienden que hay jóvenes "afectados psicológicamente" por tanta limitación que han vuelto a acudir a zonas sin vigilancia en las que hacer botellón. Allí, señalan, "una simple mirada les basta" para cometer una agresión.

Otxoa observa que parece hacerse añicos el principio de autoridad en el seno de este sector poblacional. A todo ello se añade el "blanqueamiento" de ciertos discursos de odio de la extrema derecha, que también podrían estar causando un notable impacto en el "repunte" de este tipo de delitos.